Nos olvidamos, pero al fútbol no juegan robots, sino personas. Detrás de esas estrellas, de esas piernas que tanto corren a lo largo y ancho de la cancha, se esconden historias, sueños, momentos íntimos, familia, amistades. Por eso, cuando a Juan Cruz Leguizamón (arquero de Central Córdoba) le preguntan por Lionel Messi, su ex compañero en Newell’s, él responde: “Para mí no es Messi, es mi amigo Leo, con el que habló casi todos los días de mi vida. Es que pasábamos tanto tiempo juntos, que yo lo veo como un hermano. Lo miro a los ojos hoy y veo al Leo de chico”. Ambos rosarinos se conocieron en las inferiores de la Lepra, allí se hicieron amigos y conformaron un gran equipo con la categoría 1987, apodado La Máquina, que dio lecciones de fútbol en cancha de 7 y de 11. Se trataron de las primeras gambetas, los primeros goles de la Pulga, pero también de sus preciados recuerdos de la infancia.
El fútbol bifurcó sus caminos posteriormente, pero antes los unió a mediados de los ’90. De esa época, surge esta anécdota de lujo: cómo practicaba Messi sus primeros tiros libres, hoy tan letales.“Nos juntábamos en casa y decíamos ‘vamos a jugar a los tiros libres’. Yo tenía un arquito, poníamos las sillas altas de bebé como barrera, y las muñecas de mi hermana como arqueras. Pasábamos horas, tardes, fines de semana jugando así, como también salíamos a andar en bicicleta o íbamos todos los viernes a jugar fútbol 5 en las canchas de Lucas Scaglia (primo de Antonella, la pareja de Leo)”, recordó en diálogo con Rock ‘N Ball. Así eran los días para estos chicos en Rosario. ¿Y esa histórica casa? Juan Cruz ya no vive allí, pero sí sus padres quienes tienen el privilegio de contar que algunos remates de Lionel fueron entre sus macetas. “Todo está intacto: todavía tengo el arquito, las pelotas Pulpito que usábamos, hasta el barrio está intacto. Todo quedó igual, excepto las muñecas que quedaron destrozadas”, completó Leguizamón.
Messi arrancó a jugar en el Grandoli, un club de baby de su barrio. Lo llevó su abuela Celia (por eso le dedica todos sus goles), y con apenas 5 o 6 años. Era tan bestial lo que ya hacía en aquel entonces que Ñuls lo fichó en marzo de 1994. Su debut fue en una goleada 6-0, con cuatro tantos del pequeño Lio, según precisa la Asociación Rosarina de Fútbol en sus documentos oficiales. Hasta octubre de 1999 jugó en el equipo rojinegro, alcanzando un total de ¡234 goles!, y se dio su conocido traspaso al Barcelona, debido a que en Argentina nadie estuvo dispuesto a financiar el tratamiento de crecimiento hormonal que Leo requería. En esos años de formación, Messi integró el primer gran equipo de su vida: La Máquina ’87.
“Nos conocíamos tanto, éramos tan amigos y jugando hacíamos parecer todo muy fácil. Ganamos cada torneo que disputamos contra equipos rosarinos, de AFA como River o Boca. El equipo quedó en el recuerdo de todos porque daba gusto verlo jugar y goleaba seguido”, rememora hoy Leguizamón, portero indiscutido del aquel conjunto que arrancó jugando en cancha de 7. Hasta se acuerda la formación de memoria. “Yo en el arco. Franco Casanova abajo, Matías Giannantonio por izquierda, Matías Pecce por derecha. Lucas Scaglia en el medio. Arriba, Agustín Ruani con Gonzalo Mazzía. Ese fue el comienzo de La Máquina ‘87”. A la que luego se añadieron, entre otros, un tal Lionel Andrés Messi, de una débil contextura física, pero con una técnica que asombraba a rivales, espectadores y hasta sus compañeros. “Siempre hizo goles alucinantes. Muchísimos goles similares al que le hizo al Getafe (símil al de Diego Maradona a los ingleses). Agarraba la pelotita en mitad de cancha, se esquivaba al equipo entero y terminaba adentro del arco. La llevaba atada al pie, y hacía así todos los goles. Con tan corta edad, tenía técnica de jugador adulto”, contó el uno. [De yapa: video 1 y video 2].
Otra anécdota, sobre las tempranas habilidades de la Pulga, la acercó Enrique Domínguez, uno de los entrenadores que lo tuvo, y padre de Sebastián (defensor ex Vélez, hoy en la Lepra): “Cuando el estadio de Newell’s se estaba remodelando, se jugaba en cancha de Central. En el entretiempo, Leo hacía juegos y no se le caía la pelota de los pies, ni de la cabeza, ni de los hombros. Tenía ocho o nueve años, y la gente lo ovacionaba como si fuese un crack del primer equipo”.
En Rosario, el talento futbolístico desborda. Por eso, además de Leo, había otro chico que sobresalía: Gustavo Rodas, de la ’86. Brillaba casi tanto como Messi, aseguran distintos rosarinos que veían sus partidos. Por algo, Billy integró tempranamente la Sub 17. Pero su carrera se estancó: brilló un poco en Perú y su último paso fue por Talleres de Córdoba, jugando casi nada. Sin embargo, el arquero Leguizamón lo vivió en primera persona y reafirmó su postura bien messista al respecto: “De chiquitos se los comparaba, y se decía que eran los dos mayores talentos de Newell’s. Billy era un gran jugador, pero nunca fue más que él. Leo siempre fue el mejor de todos”
Con el paso de La Máquina a cancha de 11, se le fueron sumando algunos nombres que destacaron como DiegoRovira, Mariano Miró, Gerardo Grighini y Federico Rosso. Incluso, el defensor Facundo Roncaglia jugó con ellos a lo largo de esos años, pero ¡como delantero!. “Facu empezó de punta y tiraba buenos centros. Nos reencontramos en Boca, cuando atajé ahí, pero Roncaglia ya había pasado a ser defensa”, detalló Leguizamón, quien por esas casualidades del fútbol se reencontró con su viejo compañero. Aunque, la suerte no fue igual de grata para todas esas promesas. De estos nombres que repasamos, solo la Pulga, Leguizamón, Roncaglia, Scaglia (hoy en el Jacksonville de EE.UU), Rosso (Crucero del Norte) y Mazzía (actualmente en El Salvador) llegaron a Primera. Muchos quedaron en el camino, en el umbral que separa la etapa de formación del alto rendimiento.
Sin embargo, la amistad de la infancia perduró: la mayoría de los integrantes de La Máquina siguen en contacto y se ven al menos una vez por año. “Fuimos todos los chicos al Mundial, a hacerle el aguante a Leo. Siempre que podemos nos juntamos, y estamos comunicados todo el tiempo a través de un lindo grupo de whatsapp que tenemos”, reveló Leguizamón, contento porque todavía ese vínculo no se rompió. El lazo de haber sido hermanos dentro de la cancha durante varios años.
Contrarrestando la lógica de la distancia, la relación entre Lionel Messi y Juan Cruz Leguizamón no se perdió. El diálogo continuó a pesar de las diferencias futbolísticas: el primero siguió en tierras catalanes, y el arquero recaló en Central Córdoba, donde hizo dos años de inferiores y luego pasar a Boca. Empezó con edad de Cuarta división y fue titular en Reserva, hasta entrenó con la Primera. Debido a “un tema entre clubes”, dejó el Xeneize y volvió al Charrúa, aunque también defendió los colores de Deportivo Morón y Sportivo Belgrano de Córdoba. “Tenía muchas ganas de volver, por lo que significa estar acá en Rosario con mi gente, mi familia, mis amigos, mi novia. Además, estoy en el club donde en parte salí y soy hincha, así que soy feliz”, relató el arquero .
“Hablamos casi todos los días, entonces me informó directamente con él sobre las novedades que le ocurren allá. Sigo la mayoría de sus partidos en el Barcelona o en la Selección. Siempre estoy expectante a lo que hace”, detalla Leguizamón, de 27 años. Según él, estamos ante el mismo Messi que él conoció de pequeño: “Nunca cambió su forma de ser, no perdió su humildad, por eso llegó a ser lo que es. Además, es uno de esos jugadores que nacen una vez cada muchos años. Fue Pelé, Maradona y ahora es Leo”.
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