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El método equipo

El Ciclón pasa por su mejor momento en el campeonato y los cuestionamientos al DT quedaron en el olvido. Los detalles que llevaron a San Lorenzo a ganar seis partidos al hilo y pelear mano a mano por un lugar en la final.

Apareció el Matador: con fuerza, con seguridad, con confianza y ahora también con fútbol. El entrenador acomodó las piezas que le faltaban y tanto el once inicial como los que entran en el segundo tiempo salen prácticamente de memoria. Y vale analizar cómo llegó el Azulgrana a esto cuando parecía que tocaba fondo.

El inicio de San Lorenzo en el año fue algo confuso: en los partidos de verano se mostró como un equipo muy ofensivo, con mucha gente en ataque pero con medio gol en contra por cada pase mal dado. El saldo de esos primeros cotejos fueron dos derrotas (una de ellas 1-3 con Huracán) y un empate ante Independiente, éste último con suplentes. El cuerpo técnico tenía muy poco tiempo de trabajo para ser juzgado, pero el Cuervo jugaba de una forma totalmente distinta a la que hacía con Bauza.

Cualquier intento de cuestionamiento se borró enseguida con el lapidario 4-0 ante Boca en la Supercopa. San Lorenzo puso a un volante detrás de Ortigoza, corrió menos riesgos y decoró su mejor partido en el año. De aquel 11 en Córdoba, sólo Mussis y Cauteruccio salieron para darle hoy sus lugares a Mercier y Blandi. Parecía difícil que algo cambiara, salvo algún puesto por puesto como los mencionados o el gran nivel que mostró el Pitu Barrientos cuando entró en el Kempes.

El plantel empezó motivado la doble competición, pero nada fue sencillo. San Lorenzo arrancaba casi siempre perdiendo y le hicieron varios goles con el equipo retrocediendo. Encima, tenía poco de ese estilo agresivo y asfixiante que el periodismo vislumbró con la llegada de Guede, y los traspiés en la Libertadores complicaron las cosas el doble. Además, llegaron las críticas por algunas decisiones: el relegamiento de Mercier, la salida de Cerutti en el entretiempo (vs Toluca), los partidos con Ortigoza sólo de 5, el doble 9, y el equipo que aparecía sólo de a ratos.

Todo esto se potenció porque San Lorenzo en Marzo no ganó un solo encuentro y se complicó por demás en la Libertadores. Ni siquiera valieron los dos injustos empates ante Gremio para bancar al DT, y menos aún tras el 0-3 con Quilmes. El Ciclón estaba complicadísimo en la copa, en picada en el campeonato local y sintiendo en cada partido el desgaste de los dos torneos, que le pasaban factura en el rendimiento y los resultados.

Después del infame Marzo, los primeros minutos de Abril siguieron a tono: el Matador caía 2-0 con Belgrano como local, pero antes de cualquier murmullo dió una gran demostración de carácter y se fue 2-2 al entretiempo. Finalmente, lo ganó y cortó una racha de ocho partidos sin triunfos y de horas de amarillismo que aseguraban que no había feeling entre el plantel y el cuerpo técnico.

A la semana siguiente, se plantó bárbaro en Mendoza y le ganó nada menos que a Godoy Cruz con gol del cuestionado Cauteruccio, tanto por su rendimiento como por la posición donde lo ponía Guede. San Lorenzo recuperaba la sonrisa que a los pocos días le borró Toluca, después de irle ganando de milagro y de pasar a perderlo en el mejor momento del equipo en México. Chau copa, vuelta a los enojos y se venía una seguidilla tremenda: Central, Huracán, Independiente y River.

Guede ya tenía más en consideración a Mercier y el Pichi de a poco se fue ganando su lugar: tuvo dos buenos ingresos ante Belgrano y Rosario Central, un aceptable encuentro en Mendoza y la rompió contra Huracán, cuando compartió el mediocampo con Mussis, que no volvió a ser titular. Fue cuando empezó a aparecer San Lorenzo: un equipo que se ponía en ventaja y que, a pesar de sufrir a veces, la defendía con orden y convicción.

Sólo a partir de esa firmeza en el fondo, que no lo obligara a salir a tener que remontar todos los partidos, el equipo podría ir en busca de lo que pretende el entrenador. Intentar una forma manteniéndose en competencia, cuando hay mejor humor y paciencia para trabajarla. El equipo empezó a parecerse al de Bauza en ese detalle de empezar ganando y, sin renunciar a sentenciarlo, priorizar los recaudos de un posible empate. Así le ganó a Huracán e Independiente, que también tuvieron sus chances, pero que jugaron peor cuando el Matador se puso ventaja.

Y en ese contexto, sin discusiones de apellidos y esquemas, San Lorenzo mostró su mejor faceta ante River: presión constante, velocidad en ataque, todos los jugadores en buen nivel y un goleador que concreta todo lo bueno que hace el resto. Después del 2-0 el segundo tiempo estuvo de más, salvo ese minuto y medio de sufrimiento propio de los más de 100 que tiene el Ciclón.

San Lorenzo se recibió de equipo: lastima siempre, lo lastiman poco, los refuerzos lo potencian y no tiene puntos bajos. Es sin dudas el principal motivo que tiene el club para alegrarse, clasifique o no la final. Guede ya consiguió espalda y resultados para aportar sus detalles sin tantos recelos ajenos, y si estos tienen algo que ver con lo que se vio ante el Millo, los Cuervos tienen permiso para ilusionarse.

Dolorense, nacido en 1991. Licenciado en proyecto de Magíster. Hay una cosa que nunca van a entender...