Ochenta y cinco minutos corrían en el cronómetro del árbitro noruego Rune Pedersen. Alemania, imponente como pocas veces en una Copa del Mundo, caía 2-0 frente a Croacia. En ese instante, el antológico Davor Suker construyó una jugada de crack dentro del área para ridiculizar a la defensa germana, sentenciar la goleada por 3-0 y consolidar a la selección balcánica como la gran revelación de Francia 1998. Dos décadas transcurrieron desde aquella campaña y ese equipo todavía tiene su lugar en los libros.
Recién nacido a raíz del desmembramiento de Yugoslavia, el seleccionado croata no contaba con experiencia en grandes torneos, pero sí con una generación de jugadores muy capaz. Al mencionado Suker se sumaban Zvonimir Boban, Robert Prosinecki, Robert Jarni, Mario Stanic y Goran Vlaovic, entre otros. Haber alcanzado el tercer puesto en el último mundial del Siglo XX significó un golpe de impacto tremendo para buena parte del globo terráqueo futbolístico.
El poder croata ya se había dejado ver en la Eurocopa de 1996, disputada en el Reino Unido. En aquel momento, y tras quedar escolta de Portugal en el Grupo D, el cuadro había tocado la línea de los cuartos de final. En dicha instancia se topó con Alemania, a la postre campeón del certamen. Por lo cual, el triunfo de dos años después representó también una suerte de revancha. ¿El entrenador y responsable de esos buenos tiempos? Miroslav Blazevic, quien tomó las riendas de la selección de los cuadrados en 1994, después de haber marcado un hito al mando del tradicional Dínamo Zagreb.
Justamente fue el Dínamo Zagreb el conjunto que más aportó a la causa de Croacia en Francia ’98: seis de los 23 jugadores citados para el torneo militaban en ese momento en el club más laureado del país. En la nómina, en total, se encontraban representadas siete ligas, entre las cuales figuraban las cinco grandes de Europa (Serie A, La Liga, Premier League, Ligue 1 y Bundesliga).
LAS CLAVES DE CROACIA Y CÓMO PENSABA BLAZEVIC
Para llegar al Mundial, y en el marco de las eliminatorias de la UEFA, el elenco vatreni batalló en el mismo grupo con Dinamarca, Grecia, Eslovenia y Bosnia y Herzegovina. El segundo lugar garantizó un sitio en el repechaje, que fue ganado frente a Ucrania. Dato llamativo: la campaña de Croacia en condición de local en su zona no fue nada deslumbrante, con apenas una victoria sobre cuatro presentaciones.
Lo dicho: Blazevic había cosechado varios títulos en el Dínamo Zagreb. Y lo primero que hizo al mando del equipo nacional fue confeccionar un mediocampo repleto de talento. ¿Conformado por quién? Conformado por Aljosa Asanovic, Prosinecki y Boban. El periodista británico Jonathan Wilson, en su libro “La pirámide invertida”, rescató una precisa definición sobre aquella línea media, proporcionada por Slaven Bilic, defensor de la selección: “Fue el medio más creativo de la historia en ese momento”.
Amén de las presencias de Asanovic, Prosinecki y Boban, había dos jugadores que se sumaban a ese sector del campo cuando Croacia se veía sobrepasada, Darío Simic y Zvonimir Soldo. La fiereza estaba proporcionada por los defensores centrales, Bilic e Igor Stimac. Todos los reflectores, de cualquier manera, apuntaban al final sobre Davor Suker, entonces superestrella del Real Madrid y que finalizó como máximo goleador del certamen (seis tantos).
EL ANDAR DE CROACIA EN LA COPA DEL MUNDO
Segundos de Argentina en el Grupo H, los hombres de Ciro Blazevic tuvieron que medir fuerzas con Rumania en octavos de final. El conjunto capitaneado por Gheorghe Hagi, de gran antecedente previo por lo hecho en Estados Unidos 1994, se perfilaba como ligero favorito a sortear la ronda, debido a que había tenido un mejor papel en la llave inicial. Croacia, no obstante, no tuvo que hacer mucho para sacarse a este obstáculo de encima: un penal anotado por Suker alcanzó para decretar el triunfo (1-0).
Enfrentar a Alemania habrá generado algo muy especial en un sector de los hinchas croatas, por el choque producido en la Eurocopa de Inglaterra. Envejecida y carente de recursos como rara vez se la haya visto, la escuadra teutona no tuvo ni la más mínima posibilidad. El punto de quiebre del encuentro fue la expulsión del zaguero Christian Wörns: hasta su salida por roja directa, el marcador se encontraba igualado sin goles. Luego, Jarni, Vlaovic y Suker liquidaron a los campeones del Viejo Continente.
La versatilidad táctica de Croacia resultó fundamental para la victoria: en 90 minutos, utilizó un 4-4-2, 3-3-2-2 y 3-5-2. Berti Vogts, entrenador de los germanos, no encontró la manera de resolver la sabiduría expuesta por Blazevic. Aquella goleada, a su vez, se gozó muchísimo más ya que se obtuvo con la ausencia de Prosinecki.
En semifinales, Francia puso freno a los sueños de la joven selección de Europa del Este. Croacia buscó ocupar bien los espacios y meter a los dueños de casa en un embudo, con el objetivo de que pisen el palito de la desesperación. Las cosas comenzaron bien por un gol del siempre temible Suker, pero un doblete de Lilian Thuram certificó el 2-1. Pese al dolor, la frutilla del postre para la gesta croata llegó con la obtención del tercer puesto sobre Holanda, otra vez con Prosinecki y el Mago de Osijek como figuras estelares.
LA HUELLA Y EL PESO DE ESA GENERACIÓN
Zvonimir Boban, en una entrevista con el sitio institucional de la FIFA, consideró que la huella marcada por ese equipo permanecerá ad eternum en la historia balompédica de su país: “Es posible que 1998 haya sido un año especial e irrepetible”. También señaló que ese tercer lugar afectó mentalmente a las camadas subsiguientes: “Lamentablemente, ese éxito pesa como una losa sobre el equipo, lo que es injusto porque cada generación vive su propia era. No se le puede pedir al grupo actual que iguale los logros de una generación anterior que consiguió cierto éxito”.
Es probable que tenga razón. La Croacia de hoy, rival de Argentina y con Luka Modric, Ivan Rakitic y Mario Mandzukic, buscará hacer pedazos esas palabras y que el mundo vuelva a hablar de ella.
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