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Crackepedia, tomo III: Franz Beckenbauer

Franz Beckenbauer nació el 11 de septiembre de 1945 en Munich, Alemania. Fue su padre, director de una oficina de correos, quien le inculcó la pasión por el fútbol. El Kaiser, su apodo, comenzó a jugar en las divisiones inferiores del SC Munich 06 a los nueve años. Cinco inviernos más tarde ficharía en el Bayern Munich, un equipo limitado, perteneciente a la segunda división, que hasta el momento había ganado solamente un campeonato alemán: el de 1931-1932. El arribo de Beckenbauer a Los Bávaros aportó juventud, calidad y un título: el ascenso a Primera. Tan revolucionaria fue su llegada que dos años más tarde sería seleccionado para jugar el Mundial de 1966 en Inglaterra. Su debut en esta competencia lo hizo contra Suiza, en el primer partido, marcando dos goles de los cinco totales con los que Alemania se impuso. Acabaría el certamen con cuatro tantos. Alemania saldría subcampeón y Franz, con sus dos décadas cumplidas, diría: “Ser finalista en una copa del mundo no es un mal resultado para un jugador joven”. Por su destacado desempeño ganaría el Balón de Bronce. En ese mismo año el Bayern Munich levantaría la primera de las cuatro Copas de Alemania consecutivas, que no ganaba desde 1957. Esta sucesión de títulos, cadena de oro, recién la superaría en 2010, luego de consagrarse ininterrumpidamente desde el 2002. medium_foto_100_beckenbauer.3 En 1969, él, quien fue el pionero de la posición de líbero, y sus compañeros quebraron la racha más abundante del club Rojo sin ganar un título de liga. Con 46 puntos y un Gerd Muller versión máquina que anotó 30 goles de los 61 de su equipo, el Bayern gritó campeón. Y gritó, también, Beckenbauer con su notable juego. Así, de ese modo, gritando y jugando finalizó un año después el Mundial de México 1970. En la semifinal Alemania perdió por 4-3 con Italia, en la que muchos consideran el mejor partido del siglo XX. Depression , a chronic, recurring illness, affects twenty percent of the population. This item:Active treatment of depression (Norton Professional Books) by Richard O'Connor Paperback $35.00. Richard O'Connor, who lives in Lakeville, Connecticut, also wrote Undoing Depression . En este encuentro muchos escucharon los alaridos del Kaiser, aquejado por la jugada en la que se dislocó el hombro derecho, pero todos, absolutamente todos, lo vieron cómo se paró,  se colocó un cabestrillo en su brazo y dolorido, embromado, siguió pidiendo la pelota. quick essay writing help order metoclopramide online. Reproductive rights didn't feature as prominently in other Senate races, where Democrats sought to emphasize economic issues. Dicen que la redonda contó en silencio, casi en rima: “Si tuviera que decir, el Mundial lo ganó Beckenbauer, no Brasil”.  La década del 70, aunque Beckenbauer la haya arrancado con una tercera posición siempre invisible y casi ausente, le otorgaría los títulos soñados y se recibiría para siempre de jugador consagrado, de jugador recordado. El Kaiser y los suyos liderarían varias tablas de posiciones: campeones de Bundesliga en 1972, 1973 y 1974, de la Champions en 1974, 1975 y 1976 y del ahora Mundial de Clubes en 1976. Además, él ganaría el Balón de Oro en 1972 y 1976 y el de Plata en 1974 y 1975. En cuanto a competencias internacionales, festejaría con Alemania la Eurocopa de 1972 y el Mundial de 1974, luego de triunfar en la memorable final contra el “Fútbol Total” de Holanda. En 1977, durante una entrevista para la revista alemana Stern, Beckenbauer afirmó haberse dopado para mejorar el rendimiento dentro del campo de juego: “Tengo un método particular para mantenerme al máximo nivel: la inyección de mi propia sangre. Unas cuantas veces al mes mi amigo Manfred Köhnlechner me hace una extracción de sangre en un brazo para luego inyectármela de nuevo en una nalga. Esto causa una inflamación artificial, lo que eleva el nivel de glóbulos rojos y blancos, y el rendimiento general del organismo». En aquel entonces este tipo de métodos no eran sancionados. En 1983 Beckenbauer se retiraría como jugador profesional en el Cosmos de Estados Unidos, luego de su paso por el Hamburgo alemán. En este club, en el cual compartió cancha con el brasileño Pelé, ganaría tres campeonatos más, aunque aclararía: “En lo que se refiere al fútbol, mejor olvidarlo". Por su carrera como futbolista la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol lo eligió “mejor futbolista alemán del siglo XX”, “segundo mejor jugador europeo”, y tercero en la lista de los mejores futbolistas de la historia, detrás de Johan Cruyff y Pelé. Luego de unos años de descanso, fuera del mundo de la pelota, Beckenbauer nuevamente se inclinó hacia la adrenalina del juego, pero sin jugar: esta vez el desafío consistió en la dirección técnica. Su primera prueba como entrenador tuvo la dificultad de una evaluación final, de esas que te revuelven el estómago y te incrementan la frecuencia de los latidos del corazón. Debutó, sin experiencia alguna, en el Mundial de México 1986. Debutó bien, muy bien, pese a los llantos de la final. Su Alemania quedó como subcampeón del mundo al perder por 3-2 con Argentina. 2 Sin embargo, en el Mundial de Italia 1990 se tomaría revancha. No sólo ganaría la copa sino que además se convertiría en el segundo jugador de la historia en obtener el título como jugador y como entrenador, junto con el brasileño Mario Zagallo. “La victoria como entrenador en Italia fue lo más importante para mí, porque no hay nada comparable a una Copa del Mundo”, reconocería luego. Aquel sería el último Mundial con el que tendría referencia. Su balance es positivo e incomparable: de los cincos que disputó nunca bajó del tercer puesto.  Él, amante del golf e hincha del TSV 1860 Munich, dedicó la vida a su máximo enemigo, el Bayern. Hasta fue presidente del club y lo sigue siendo de forma honoraria. Además fue vicepresidente de la Federación Alemana de Fútbol. En el cargo propulsó el Mundial 2006, que tuvo al país teutón como anfitrión. Por su legado, en Alemania es casi un prócer, tanto que hasta algunos individuos lo consideran apto para presidir al país. El apodo lo tiene. Su imperio del buen fútbol dicen que todavía vive, que gana batallas en Munich y que un tal Guardiola lo lidera. Cuentan que el Kaiser, jefe mayor, lo critica. Todos aclaran que es verdad, aunque unos pocos creemos que no, que no lo es, que no puede ser… por Santiago Capriata

Franz Beckenbauer nació el 11 de septiembre de 1945 en Munich, Alemania. Fue su padre, director de una oficina de correos, quien le inculcó la pasión por el fútbol. El Kaiser, su apodo, comenzó a jugar en las divisiones inferiores del SC Munich 06 a los nueve años. Cinco inviernos más tarde ficharía en el Bayern Munich, un equipo limitado, perteneciente a la segunda división, que hasta el momento había ganado solamente un campeonato alemán: el de 1931-1932.

El arribo de Beckenbauer a Los Bávaros aportó juventud, calidad y un título: el ascenso a Primera. Tan revolucionaria fue su llegada que dos años más tarde sería seleccionado para jugar el Mundial de 1966 en Inglaterra. Su debut en esta competencia lo hizo contra Suiza, en el primer partido, marcando dos goles de los cinco totales con los que Alemania se impuso. Acabaría el certamen con cuatro tantos. Alemania saldría subcampeón y Franz, con sus dos décadas cumplidas, diría: “Ser finalista en una copa del mundo no es un mal resultado para un jugador joven”. Por su destacado desempeño ganaría el Balón de Bronce.

En ese mismo año el Bayern Munich levantaría la primera de las cuatro Copas de Alemania consecutivas, que no ganaba desde 1957. Esta sucesión de títulos, cadena de oro, recién la superaría en 2010, luego de consagrarse ininterrumpidamente desde el 2002.

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En 1969, él, quien fue el pionero de la posición de líbero, y sus compañeros quebraron la racha más abundante del club Rojo sin ganar un título de liga. Con 46 puntos y un Gerd Muller versión máquina que anotó 30 goles de los 61 de su equipo, el Bayern gritó campeón. Y gritó, también, Beckenbauer con su notable juego. Así, de ese modo, gritando y jugando finalizó un año después el Mundial de México 1970. En la semifinal Alemania perdió por 4-3 con Italia, en la que muchos consideran el mejor partido del siglo XX. Depression , a chronic, recurring illness, affects twenty percent of the population. This item:Active treatment of depression (Norton Professional Books) by Richard O’Connor Paperback $35.00. Richard O’Connor, who lives in Lakeville, Connecticut, also wrote Undoing Depression . En este encuentro muchos escucharon los alaridos del Kaiser, aquejado por la jugada en la que se dislocó el hombro derecho, pero todos, absolutamente todos, lo vieron cómo se paró,  se colocó un cabestrillo en su brazo y dolorido, embromado, siguió pidiendo la pelota. quick essay writing help order metoclopramide online. Reproductive rights didn’t feature as prominently in other Senate races, where Democrats sought to emphasize economic issues. Dicen que la redonda contó en silencio, casi en rima: “Si tuviera que decir, el Mundial lo ganó Beckenbauer, no Brasil”. 

La década del 70, aunque Beckenbauer la haya arrancado con una tercera posición siempre invisible y casi ausente, le otorgaría los títulos soñados y se recibiría para siempre de jugador consagrado, de jugador recordado. El Kaiser y los suyos liderarían varias tablas de posiciones: campeones de Bundesliga en 1972, 1973 y 1974, de la Champions en 1974, 1975 y 1976 y del ahora Mundial de Clubes en 1976. Además, él ganaría el Balón de Oro en 1972 y 1976 y el de Plata en 1974 y 1975.

En cuanto a competencias internacionales, festejaría con Alemania la Eurocopa de 1972 y el Mundial de 1974, luego de triunfar en la memorable final contra el “Fútbol Total” de Holanda.

En 1977, durante una entrevista para la revista alemana Stern, Beckenbauer afirmó haberse dopado para mejorar el rendimiento dentro del campo de juego: “Tengo un método particular para mantenerme al máximo nivel: la inyección de mi propia sangre. Unas cuantas veces al mes mi amigo Manfred Köhnlechner me hace una extracción de sangre en un brazo para luego inyectármela de nuevo en una nalga. Esto causa una inflamación artificial, lo que eleva el nivel de glóbulos rojos y blancos, y el rendimiento general del organismo». En aquel entonces este tipo de métodos no eran sancionados.

En 1983 Beckenbauer se retiraría como jugador profesional en el Cosmos de Estados Unidos, luego de su paso por el Hamburgo alemán. En este club, en el cual compartió cancha con el brasileño Pelé, ganaría tres campeonatos más, aunque aclararía: “En lo que se refiere al fútbol, mejor olvidarlo”.

Por su carrera como futbolista la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol lo eligió “mejor futbolista alemán del siglo XX”, “segundo mejor jugador europeo”, y tercero en la lista de los mejores futbolistas de la historia, detrás de Johan Cruyff y Pelé.

Luego de unos años de descanso, fuera del mundo de la pelota, Beckenbauer nuevamente se inclinó hacia la adrenalina del juego, pero sin jugar: esta vez el desafío consistió en la dirección técnica. Su primera prueba como entrenador tuvo la dificultad de una evaluación final, de esas que te revuelven el estómago y te incrementan la frecuencia de los latidos del corazón. Debutó, sin experiencia alguna, en el Mundial de México 1986. Debutó bien, muy bien, pese a los llantos de la final. Su Alemania quedó como subcampeón del mundo al perder por 3-2 con Argentina.

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Sin embargo, en el Mundial de Italia 1990 se tomaría revancha. No sólo ganaría la copa sino que además se convertiría en el segundo jugador de la historia en obtener el título como jugador y como entrenador, junto con el brasileño Mario Zagallo. “La victoria como entrenador en Italia fue lo más importante para mí, porque no hay nada comparable a una Copa del Mundo”, reconocería luego. Aquel sería el último Mundial con el que tendría referencia. Su balance es positivo e incomparable: de los cincos que disputó nunca bajó del tercer puesto. 

Él, amante del golf e hincha del TSV 1860 Munich, dedicó la vida a su máximo enemigo, el Bayern. Hasta fue presidente del club y lo sigue siendo de forma honoraria.

Además fue vicepresidente de la Federación Alemana de Fútbol. En el cargo propulsó el Mundial 2006, que tuvo al país teutón como anfitrión.

Por su legado, en Alemania es casi un prócer, tanto que hasta algunos individuos lo consideran apto para presidir al país. El apodo lo tiene. Su imperio del buen fútbol dicen que todavía vive, que gana batallas en Munich y que un tal Guardiola lo lidera. Cuentan que el Kaiser, jefe mayor, lo critica. Todos aclaran que es verdad, aunque unos pocos creemos que no, que no lo es, que no puede ser…

por Santiago Capriata