Ya nadie va a escuchar tu remera. Pese a que promuevan tu bienvenida, con banderitas y globos, ya nadie va a respetarla. Probablemente los publicistas la leen pero jamás la van a interpretar, menos la darán a entender tal y como ella se quiere hacer oír. Endulzarán el mensaje y lo venderán a su único postor: el mercado. Ahí donde los poderosos mandan, donde las revoluciones se transforman en simples mercancías.
Bajo el slogan: “Vos sos bienvenido” Mauricio Macri dio la orden de empapelar las calles porteñas con el único objetivo de ser reelecto como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Su nueva campaña gráfica tiene como función humanizarlo, hacerlo más tolerante e inclusivo. Además, al parecer, si ganase las elecciones abriría los brazos hacia los jóvenes con raros peinados y remeras rockeras, entre tantos otros perfiles estigmatizados en sus cartelitos amarillos.
Ya muchos se han resignado a la idea de que el rock ha muerto. Entre sus argumentos, ellos expresan que aquella música contracultural dejó de existir cuando los adultos comenzaron a escuchar las mismas melodías que oían sus hijos o viceversa. Dicen que todo se devaluó, que perdió su naturaleza crítica. Y por si eso fuese poco, un alcalde derechoso argentino ayudaría a convalidar dicha teoría. El Jefe de la Ciudad de Buenos Aires no sólo se dio el lujo de parodiar himnos como “We Will Rock You” por la televisión, sino que también utilizó la imagen de una banda de rock para su campaña electoral.
La música rock en los años 60 se unió a la vanguardia para pegarle un puñetazo y disentir con las manifestaciones artísticas que reflejaba la sociedad burguesa de aquellos tiempos. De este modo, dicho movimiento se convirtió en contracultural, pero con el correr de los años entró al circuito comercial perdiendo sus dosis de vanguardia, ahuyentándose de la clandestinidad, la experimentación y recitando poesía beat en los mejores sitios mainstream. Quizá por eso mismo no llame mucho la atención que Mauricio Macri, uno de los cuadros políticos que más se identifica con el mercado, adopte algunas estrategias de marketing para acercarse a los jóvenes.
El mismo jefe de gobierno al que le gusta lucirse pro, cool y refrescante es el mismo que día a día pone su granito de arena para destruir el arte libre en las calles de la ciudad. Macri y su compañero Hernán Lombardi son ingenieros matriculados en silenciar. A lo largo de su gestión se clausuraron diversos espacios culturales para las expresiones underground o de poca convocatoria. Por si eso fuese poco, la cultura Pro pese a tener ciclos como el de “Ciudad Emergente” y la reapertura del teatro Colón como pantallas, carga con una lista negra que avergüenza. En ella figuran: la tragedia del boliche Beara –lugar que desde el gobierno de la Ciudad era catalogado como un lugar seguro-, la encarcelación del músico Diego Abrego por organizar un festival gratuito y solidario en la vía pública, el desmantelamiento del Colón, la sala Alberdi, la falta de pago a los trabajadores del teatro San Martín -y el alquiler del mismo para una fiestita privada-, la absurda clausura de la Usina Cultural, los recortes presupuestarios al sector y las diversas persecuciones políticas a personas comprometidas con el arte libre son, entre tantas otras cosas, las manchas que ni el amarillismo de su partido pueden borrar.
La cultura joven -y en especial el rock- tienen una cualidad elocuente. Son capaces de meterse donde nadie los ve, recoger influencia de diversos estilos y expresiones artísticas, renovarse, influenciarse, retroalimentarse y volver a resurgir para seguir estallando cabezas. Siempre que haya experimentación habrá vida. Siempre que haya unión habrá fuerza y sobre todo ruido, mucho ruido.
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