El espectro de exigencias que se concentran bajo el lema de “Ni Una Menos” rompe con el estereotipo de mujer que la sociedad construye porque éste se basa en la homogeneización y reducción del rol femenino. Claro está que la morbidez que rodea el número de asesinatos perpetrados hacia la mujer por cuestiones de género visibilizó un conflicto que lleva siglos, llevándolo de la esfera privada a la pública y de allí a la institucional, con la implantación de la categoría penal de “femicidio”.
Lo urgente no deja tiempo para lo importante, reflexionó Quino alguna vez; en este contexto el asesinato y la violencia física que a veces no llega, pero roza la fatalidad, revisten de un carácter urgente la deconstrucción de las relaciones entre hombres y mujeres. Detrás del slogan (Ni Una Menos con la adición de este año: Vivas Nos Queremos) que remite al maltrato y vejación del cuerpo de la mujer se esconden las bases de las relaciones patriarcales: la violencia simbólica o “micromachismo”, términos acuñados para denominar un accionar desigual social en detrimento de la mujer.
La mujer es madre, es esposa, es novia, su gama de colores va del rosa al lila, es maquillaje, es coqueta, es pollera, es camisa, es tacos, es pelo largo. La mujer es hétero. El espectro laboral y visual que la mujer abarca ha ido transformándose a lo largo del tiempo: en algunas cuestiones, la sociedad (tanto hombres como mujeres, que quede claro) fue más permisiva u opuso menor resistencia, por ejemplo a trabajos asociados a lo “inherente” a la mujer: la maternidad. Las maestras y profesoras suelen ser mayoría, al menos en los ámbitos de relación con niños más pequeños. Esto significa que la división social del trabajo esconde la dimensión sexual del mismo, asignando a los diferentes géneros roles funcionales a la estructura social: el varón se identifica con el trabajo público y la mujer, con el doméstico. En Argentina, en 1980 se dio una integración de la mujer al trabajo: en parte por el deterioro y fragmentación que experimentó la clase media y obrera durante esa época, que quedó demostrada en el aumento del PBI femenino en momentos de depresión económica; sólo en esa década la porción de mujeres trabajadoras aumentó del 27% al 40%.
Señorita Bimbo, o Virginia Godoy, es una referente de género que desde su posición en el escenario haciendo stand-up o como conductora de radio, propaga un discurso de igualdad. Respecto a esto, analiza: “La igualdad de género en algunas cosas es posible, en otras no es necesario. Hay cosas en las que hombres y mujeres no somos iguales, pero frente a las oportunidades o frente a como ser tratada en una denuncia sí, creo que son dos cosas que van separadas. La conciencia de género es fundamental en las mujeres para empezar a evidenciar dónde somos violentadas, en qué nos viven quitando cosas o no tenemos las mismas oportunidades. Para algunos la igualdad ya existe, pero damos por hecho cosas que se consiguieron antes desde el feminismo. Ahora es obvio que una chica puede estudiar, votar, salir a la calle con sus amigas y tener una familia, pero seguimos teniendo techo de cristal para los sueldos, no ganamos lo mismo, vale menos nuestro tiempo, no es total la igualdad para nada”.
El género es una construcción, como tal, es modificable aunque remite a patrones que tienen permanencia por un consenso que nos es dado, que aprendemos y reproducimos. Es más sencillo visibilizar la situación actual si se recorre el sentido que ordena el deber ser de la mujer y del hombre a lo largo de algunas décadas: a mediados del siglo pasado, el lugar originario de la mujer era el cuidado de la casa, de los hijos y del marido. Y el del hombre, el trabajo. En la actualidad ese esquema tradicional se rompió y cada vez más las tareas del hogar son repartidas y las mujeres se profesionalizan y trabajan. Esa tradición que invalida y reduce a la mujer aparece, cuando, por ejemplo, hay discusiones en torno a quién decide sobre el sueldo (trabaje en la casa la mujer, o no). Aparece también cuando se escucha por ahí que una mujer abandonó a sus hijos y por tanto, es tildada de “inhumana”, en cambio cuando un hombre los abandona, en el mejor de los casos es una mala persona. ¿Cuál es la diferencia? Que la maternidad está asociada a una cualidad propia e inherente a la mujer. La mujer no es si no es madre. El padre puede prescindir de ello, no lo parió, por tanto si decide abandonarlo no deja de ser un ser humano. Aun hoy hace ruido que ese mandato no se cumpla, que esa posibilidad que la biología nos permite no sea usada, que quiera abortar o que por el contrario, alguna descarriada elija ser madre sin tener marido. ¿Cómo va a crecer ese chico sin padre? El sentido común dicta que va a tener poca atención, que va a tener peor crianza que un chico con padre y madre, o que capaz que sin figura paterna se “convierte en un homosexual” (para algunos, aún hoy en día, es un problemón).
Lo inherente a la mujer es el ámbito privado. Es la casa, son los hijos, es el marido. El fiel contraste de esto es la baja porción de mujeres en los medios de comunicación masiva, en la publicidad (no en los comerciales), en el ámbito público. Son las pocas mujeres en la política, de hecho es remarcable que hubiera una mujer presidenta, y este fenómeno, al menos en Latinoamérica, se dio a nivel regional como condensación de un movimiento que fue funcional a una mayor distribución de los roles sociales.
Belén López, estudiante de Antropología Social y asistente del Programa contra la violencia de género de la Universidad Nacional de San Martín, explica que la violencia simbólica “Son estructuras sociales, relaciones sociales, desde la sociología se llama contrato social, que es un contrato social patriarcal, pero también desde sostenerse de lo que se entiende como sentido común, de lo dado. Para visibilizarlo hay que deconstruir todas esas cuestiones. Nosotros en el Programa tenemos tres ejes para la deconstrucción, pero lo que atraviesa a esos tres es la sensibilización, de hecho tenemos una persona que se encarga específicamente de todo lo que es la sensibilización, porque es una pata fundamental tanto para dar a conocer el programa y que se entienda que la universidad también está teniendo una acción respecto a estas cuestiones, como para dar cuenta de las problematicas y de las construcciones que hay que desandar para tener un mundo más vivible y una universidad que sea un espacio que se pueda atravesar tranquilo y estudiar tranquilo sin tener ninguna de estas complicaciones”.
¿Qué se condensa detrás de Ni Una Menos? Bimbo reflexiona: “Principalmente muchos años de silencio masivo. Los encuentros de mujeres tienen montones de años, el feminismo también, mucha gente activa. Pero había un silencio masivo y hegemónico con respecto al tema y a darle la entidad que necesitaba. La violencia doméstica estaba en policiales y de repente se hizo muy notorio. Creo que condensa mucho dolor, mucho malestar, mucha incomodidad, falta de justicia, justicia machista, medios machistas, fue un gran hartazgo”.
Otra gran punta que ha dado a la reflexión en el periodismo y en las ciencias sociales fue no sólo el contenido, sino la forma de dar a conocer un tema. Ni Una Menos fue una reacción espontánea que por su masividad (y ser políticamente correcto), logró que gente tan masiva como Tinelli, entre otros, levante el cartel. Belén, desde su lugar como cientista social, analiza: “En cuanto a Ni Una Menos, nosotras vemos a grandes rasgos como dos efectos. Los positivos son en cuanto a que hubo una respuesta, se amplió la línea del 144; pero por otro lado ocultó las políticas que se estaban aplicando. Y en cuanto a la banalización, si bien hay una mayor sensibilidad en Ni Una Menos, es un arma de doble filo porque aparece esta banalización que genera que no se entienda que cierta gente aparece con un cartel de Ni Una Menos, teniendo en cuenta todo el discurso que tiene detrás: lo patriarcal, lo violento. Pero también aparece algo que quizás habría que estudiarlo más, no puedo dar cuenta de esto sin un estudio que lo avale, pero habría que preguntarse si Ni Una Menos no genera cuestiones como que por ejemplo que ahora todo es violencia de género. Esos son efectos de la banalización de un fenómeno puntual como en este caso es el femicidio, entender la violencia de género como femicidio nomás y no entender todas las cuestiones que sostienen y que favorecen y entretejen una cantidad de pautas que dan la oportunidad que sucedan estas cosas”.
Decir que el femicidio es la punta del iceberg es comenzar a tirar del hilo que lleva a la centralidad de la problemática de género. Las conquistas que hasta el día de hoy han logrando todos los grupos (tanto los sectores populares como en este caso las mujeres) que de una u otra manera fueron sometidos desde la construcción de una república no han sido gratuitas, y mantenerlas es un trabajo constante. El voto femenino, el divorcio, la universalidad de la educación, la inserción laboral femenina y su regulación en cuestiones como la maternidad, son conquistas que han llevado mucho trabajo, mucha movilización y previa concientización.
Estas conquistas, como todo tironeo que devenga en distribuir un poder acumulado en un eje, no están ajenas a las voluntades políticas y están supeditadas, en un nivel mayor, al capitalismo. Es un tema que tiene agenda de la boca para afuera, porque el presupuesto que recibe el Consejo Nacional de las Mujeres es del 0,0055% de la partida nacional. Uno de los mayores interrogantes es cuál será el destino de las políticas asociadas a la mujer en un contexto regional de avance neoliberal, para lo cual Belén apunta: “Hay un poco de esta cuestión de qué pasa en un pos-neo-liberalismo (todavía no sabemos cómo nombrarlo) y las políticas feministas, contra la violencia de género, que tiene que ver con luchar contra las estructuras patriarcales, reconstruirlas y demás, hay una autora Nancy Fraser que habla de estas cuestiones, de la redistribución y de tener en cuenta que las políticas económicas condicionan a las mujeres a poder acceder a esas políticas feministas, en una entrevista ella habla de la figura de Hilary Clinton y de sus políticas que a favor de la mujer y cómo esas políticas excluyen a las que no están insertadas en los sistemas más favorecidos. Esas políticas feministas o de género no llegan, entonces hay una relación feminismo-capital que no hay que dejar de obviar”.
Nena, nunca voy a ser tu superhombre
El modelo que plantea el feminismo es contrarrestar la coyuntura relacional actual. De ninguna manera es la supremacía de la mujer respecto al hombre, es alcanzar la igualdad en un futuro. La estructura actual oprime tanto a los varones como a las mujeres, en diferente grado. A modo de sintetizar un análisis, Bimbo dispara: “Lo más importante de esta cuestión es que no es algo que viene de los varones hacia nosotras, sino de una estructura, de un contexto. No es en contra nuestro solamente porque nadie sale beneficiado de esto. Lo que debe ser un varón para esta realidad machista es un bajón; no lo pueden hacer, no lo pueden sostener. Nadie puede ser, ni varón ni mujer, ese ideal que se plantea. Eso de lo que sos víctima y es desigual es machismo, que no me tengas que pagar nada, ni abrir la puerta, ni coger 60 horas ni a todas, ni ser el macho de América, basta de todo eso. Si bien los beneficiarios son varones, que tienen más privilegios que nosotras, igual no la pasan bien”.
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