El rock es la obsesión de Dorian Gray. Huele a espíritu joven, alberga rebeldía. En su adn tiene la fórmula de ser pegadiza, enérgica, frenética, simple, con onda. Los chicos la bailan, se copan, mientras que los viejos al escucharla recuerdan sus años de andanza, aventuras o porque no, reafirman su actitud ante la vida. En cierto punto el rock es eso: actitud. Es enfrentarse con melodías rabiosas a la guerra de Vietnam o al terror de los fantasmas.
La música rock tiene la versatilidad de conquistar a jóvenes de todas las edades. La banda Papando Moscas es una prueba fehaciente de eso. Con Gustavo Libedinsky en voz, Eduardo Cimino en guitarras, Pablo Zagare en bajo, Mabel Salerno en voces y personajes, Leandro Baltaian en teclados y Martín Paladino en batería entonan su rabia contra el miedo a las vacunas y el síndrome del “comprame-comprame” y demás clichés típicos de los “locos bajitos”.
Bajo el slogan de “la banda más poderosa de rock para chicos”, Papando Moscas lleva 10 largos años en el mundo de las caries y los peloteros. Sus conciertos no solo están marcado por la música en vivo, sino por la aparición de múltiples personajes, la puesta en escena y la libre comunicación con su público infante.
Otra opción que tienen los padres para escaparle al mundo Disney y a los mensajes racistas, xenófobos y materialistas de algunas series para teens es escuchar a Los Tutú. Esta banda de rock conformada por docentes tiene dos discos editados con su viejo nombre: Tutú Marambá. Además de realizar rock para nenitos, en sus espectáculos, desarrollan algunas obras teatrales.
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