Nada es lo que parece en la antesala de la Copa Confederaciones que es un preparativo para lo que va a ser la próxima Copa del Mundo en Brasil. Detrás de la majestuosa organización y de estadios renovados asoma una fuerte protesta de carácter social que muestra las fallas de un gobierno que tiene como prioridad la cita máxima del fútbol y parece olvidar las necesidades de la gente.
Pero la peor escena la representó una vez más la policía, los que supuestamente están encargados de mantener la paz y el orden. En un verdadero rati horror show a la brasileña, reprimieron sin piedad a los manifestantes que protestaban tanto en las inmediaciones del estadio Mané Garrincha en Brasilia y en varios puntos de la cuidad de San Pablo. Un siniestro deja vú con lo que paso acá hace una semana con el asesinato del hincha de Lanús en el Estadio Único de La Plata.
“No a la Copa del Mundo, dinero para salud y educación”, decían varios carteles. Y en un parecido escalofriante con Argentina, hubo balas de goma y gases lacrimógenos para acallar las voces de la discordia. Hubo 27 heridos y 16 detenidos.
Mientras la selección de Brasil festejaba el triunfo inaugural ante Japón en varios puntos del país la gente protestaba contra el aumento de tarifa en el transporte público. Al mismo tiempo que el gobierno quiere vender la imagen de que están preparados para recibir la Copa del Mundo la policía reprime violentamente a los manifestantes.
El Estadio Mané Garrincha también es foco de polémicas, porque su inmensidad no coincide con la poca cantidad de público que asiste a los partidos en Brasilia. El promedio de hinchas que asisten a la cancha es de 2000 por encuentro. El ex jugador de la selección brasileña Romario, lo menciona como el “elefante blanco”, ya que después de esta Copa y del Mundial en Brasilia no existe más el fútbol.
Las protestas de la gente empezaron por el aumento de tarifa y en cuatro días de manifestaciones ya se convirtió en una lucha por los derechos ante la fuerte represión policial, sumándose varias organizaciones como los Sin Techo, que reclaman la adjudicación de viviendas ahí en Brasilia.
Al grito de “Sin Violencia” de los manifestantes, la policía respondió con una violencia atroz, que nos hermana tristemente con Brasil. La pregunta no es si alcanzaran los efectivos policiales para garantizar la seguridad, sino si la misma policía está capacitada para brindar un ambiente seguro y pacífico. Mientras soñamos con estar en el Mundial, habría que cuidarse del mayor peligro, que es paradójicamente la policía. El rati horror show también llegó a Brasil.
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