En el diccionario de José Mourinho no existe la palabra perder, no se la permite, no va con sus principios. Para él, el triunfo es todo, es su manera de vivir, de acercarse a la felicidad. Amante de la táctica y del jugador que le puede dar más que un gol. Le gusta ser el líder del equipo y del vestuario, no permite que un jugador pase por arriba suyo. Ambicioso. Organizado. Espontáneo. Ganador.
La carrera futbolística del actual entrenador del Real Madrid no existió. No llegó a destacarse como jugador, pero si a recibirse de profesor de educación física en la Universidad de Lisboa, y cuando su madre quiso que siguiera estudiando él prefirió especializarse en lo suyo, por eso hizo un curso en la UEFA y comenzó su carrera como entrenador en el equipo juvenil del Vitória de Setúbal, que era propiedad de su abuelo. Los resultados fueron positivos, es por eso que el entrenador del Estrela da Amadora, Manuel Fernandes, lo eligió como ayudante, pero después de que el equipo descendiera a la Liga de Honra fueron despedidos.
Mou siguió su camino y asumió en el Sporting Lisboa como traductor de Bobby Robson, quien era inglés y no entendía nada del idioma. Tan bien cumplió su rol, que desde allí pasó a ser la mano derecha del entrenador. Desde 1992 a 1997 fue el asistente técnico de Robson, siendo su hombre de consulta en tres equipos diferentes: Sporting; Porto; y Barcelona. Bicampeón de Portugal con los Dragones azules y campeón de la Copa de Rey, de la Supercopa de España y de la Recopa europea con el conjunto Culé. Los malos resultados, en su segunda temporada, alejaron a Robson del Barça, pero Mourinho ya le había tomado el gusto al triunfo y prefirió quedarse, para pasar a ser el ayudante de Louis van Gaal, con quien se sintió más útil, porque este le hacía hacer los informes de los rivales y lo obligaba a anotar todos los datos de los partidos en una libreta. Esa libreta, la lleva hasta el día de hoy con él.
Pasó su romance con el Barcelona, con quien obtuvo cinco campeonatos oficiales a nivel local e internacional, además de haber dirigido y ganado la Copa de Catulaña en el 2000, porque van Gaal le dejó el lugar. En julio del 2000 rescindió su contrato. Lo esperaba el Benfica, de su Portugal natal. Era su gran oportunidad. Dejaría de ser el segundo, el asistente, el ayudante, para empezar a ser el número uno, la cara visible. Le duró poco la alegría, porque después de ganar cinco partidos, de los nueve que jugó, el club cambió de presidente y a Mourinho lo invitaron a irse. Vendrían cosas mejores.
Mourinho ya empezaba demostrar para que estaba y que era lo que quería. En Barcelona le molestó que los futbolistas le coparan el vestuario, y con Pep Guardiola a la cabeza, los jugadores dejaron de darle bola a él y al entrenador, pero sin embargo ganaron la Supercopa de España. Eso marcó la carrera del portugués, porque más allá de haber seguido cuatro temporadas más en su puesto, había algo que no le gustaba. Con el tiempo lo pudo manejar, y así dejar en claro, que el único líder es él. Dentro y fuera de la cancha.
Con su primera experiencia como técnico hecha realidad, se empezaron a abrir otras puertas, pero no las que él esperaba, porque se tuvo que conformar con dirigir al Leiria, a quien lo transformó en un equipo revelación, ya que en tan solo seis meses lo llevó al quinto puesto de la Liga de Portugal. Después de una media temporada muy buena (9 PG; 7 PE; 3 PP), pasó al Porto, que venía a los tumbos, pero sin embargo terminó saliendo tercero y clasificó a la UEFA. Le dieron el poder de contratar a quien quiera y eligió a Carvalho, Maniche, Nuno Valente y Deco. Con el tiempo, serían más que cinco incorporaciones.
Los títulos llegaron. Consiguió dos Ligas de Portugal seguidas (2002/03-2003/04); además ganó la Copa y la Supercopa de su país; en el 2003 ganó la UEFA; y para que no digan que lo del año anterior había sido casualidad, se encargó de levantar la Copa de Europa en el 2004. En meses cambió la moral del equipo y en menos de tres años ya estaban en la cima del mundo. Le transmitió su ambición a sus jugadores. Los llenó de hambre de gloria. Los dejó bien arriba, y cuando todos pensaban que se iba a quedar ahí, porque era lo más fácil, prefirió ser el entrenador mejor pago del mundo y armó las valijas, se fue a Inglaterra, más bien a Chelsea.
A esta altura, Mourinho ya estaba convencido de que era el mejor entrenador del planeta, por arriba de cualquiera. Había llevado a un equipo de Portugal a la punta del Everest. Podían criticarlo por su egocentrismo, pero lo de él era convencimiento. Sabía lo que hacía y no aceptaba consejos de nadie, era él. O Rey. Ahora en Inglaterra, para seguir demostrando. La prensa lo trataba de arrogante, pero él respondía con un “soy campeón europeo, soy un tipo especial“. Poco a poco, fue marcando el camino. Lo empezaron a entender a la fuerza.
La primera determinación de Mou en suelo inglés, fue sacar del equipo a los argentinos Hernán Crespo y Juan Verón, quienes fueron reemplazados por Didier Drogba, Mateja Kezman, Ricardo Carvalho, Paulo Ferreira y Tiago Mendes. Tan mal no le fue, porque en tres temporadas ganó dos ligas, dos copa de liga, una FA cup y una Community shield. No pudo hacerse fuerte fuera de casa, pero en Stamford Bridge solo perdió una vez, fue ante el Barcelona. Le quedó la espina de no levantar otra vez la Orejona.
Querer que Mourinho dirija un equipo, es entregarle la llave del club, y el dueño del Chelsea, Roman Abramovich, lo hizo, pero hasta donde pudo. El portugués quería ser más que todos. Necesitaba el poder absoluto, y a ese poder no se lo dieron. Comenzaron los cortocircuitos. El problema no era el dinero, sino que el entrenador siempre quería tener la razón, pero aunque haya sido el técnico más ganador de la historia del club, a veces no la tenía. La historia terminó en medio de una confusión, porque nadie sabe porque Mou no siguió en Inglaterra, pero lo que dice el banco, es que se fue a Italia, a dirigir al Inter, por nueve millones de euros. Un número difícil de despreciar.
El entrenador mejor pago de Europa llegó a Milán desmintiendo rumores, porque Barcelona, Real Madrid y el Valencia, entre otros, tenían su nombre en carpeta. Ahora sí, volvió a ser él. Todos hablaban de Mourinho. Cinco campeonatos, entre ellos dos ligas y la tan preciada Copa de Europa. Impuso su estilo en el Camp Nou, en una semifinal agónica. Calló al mundo, pasó a ser el centro del universo. Todo lo que necesitaba lo tenía. Endulzaba sus oídos escuchando ofertas del Madrid, pero mientras tanto seguía haciendo de las suyas en la Península Itálica.
Mourinho es católico y los hinchas pedían la beatificación de su mujer, Matilde, quien era “la mejor entrenador del mundo“, según las palabras del portugués, porque era la única que podía mandarlo a su casa. Es un hombre que está comprometido con la inclusión de los niños palestinos e israelíes a través del fútbol. Antes de un partido por la Liga de campeones llevó a todos los jugadores del Inter a rezar a la Capilla Sixtina, después de hacerlo le compró una rosario a cada integrante del plantel.
Con la Liga inglesa y la italiana entre sus palmares, el entrenador más ganador de los últimos tiempos se tenía que proponer una meta más, porque él no solo se quiere superar así mismo, sino a todos. Debía tomar la decisión de dirigir en el fútbol español, para ganar un campeonato y convertirse en el único técnico del planeta en conseguir las tres ligas más importantes del planeta. No le costó mucho cambiar de casa, se fue a Madrid, para ganar más de diez millones de euros por año, para pasar a ser el entrenador mejor pago de la actualidad y de la historia. La capital española lo esperaba ansiosa. El entrenador más ganador llegó al equipo más grande del mundo.
Sí, Mourinho va camino a ser el único entrenador en ganar las tres ligas más importantes del planeta, esta vez en España, y con el Real Madrid. El hombre récord, tiene en la Casa Blanca todo el poder que necesita. La presión está puesta en él, como así también la visión. Todas las cámaras apuntan al portugués. Por ahora, solo ganó la Copa del Rey, en menos de dos temporada, pero es el dueño de la institución deportiva más grande del mundo. Lo que dice Mourinho puertas para adentro es lo que sea hace. Se pelea con los medios y no le tiembla el pulso para sacar, pelearse y discutir, con las estrellas Merengues. Tiene un niño mimado, a quien pondría en su mesa de luz, ese es Cristiano Ronaldo. Fue excluyente la contratación del delantero para que él firmara con el Madrid.
Ganó todos los títulos que el quería, a su manera, pero lo hizo. No hay formar de sacarle de la cabeza la palabra ganar, y él mismo se denominó como “el peor perdedor del mundo“. No va en su esencia. Aceptar una derrota no harían de Mourinho un tipo auténtico. Es así. Quiere ser protagonista, a base de triunfos, y si se considera perjudicado, irá con todo su enojo contra quien corresponda, porque así es él. Así es José Mourinho.
Una cuenta pendiente. La selección de Portugal todavía deberá esperar. Su sueño es dirigirla, pero ahora no es el momento, porque quiere seguir fomentado su ego, hasta ser indestructible. La única camiseta que no negocia, es la verde y roja. Recorrió Europa, por querer ser el más ganador de la historia, pero el día que tenga que elegir, lo hará con el corazón, por eso elegirá a su país. No se imagina enfrentándolo.
The special One, como lo apodó la prensa británica. Soñó con serlo. Lo es. Podrán discutirlo. Pocos coincidirán con sus modos, pero sin embargo lo aceptan. No va a perdonar nunca a un jugador que no corra, que no presione, que no se sacrifique por un compañero. Trabaja siempre con pelota. Entrena. Vuelve a entrenar. A su manera, busca la perfección. Siempre será así: “Ambicioso. Organizado. Espontáneo. El peor perdedor“. Siempre será Mourinho.
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