Guillermo Barros Schelotto es mucho más que un jugador-hincha que llegó a Gimnasia para “poner la cara” en el momento más duro de la historia del club, sino que también es el corazón de un equipo que parecía muerto, pero sin embargo sigue vivo gracias a su coraje, su amor propio, e inclusive, su fútbol.
Siempre supo a que volvía al club de sus amores. Nada de ganar campeonatos, ni grandes logros. Sabía lo que se iba a encontrar más allá de la ilusión del hinchas. Guillermo llegó a Gimnasia por su viejo, sus hermanos, sus hijos y sus amigos, ellos se lo pidieron, soñaban con la despedida del mejor jugador de la historia del club con su camiseta, con la azul y blanca. La decisión final la tomó él, pero mucho tuvieron que ver los de afuera.
“El vine a poner la cara”, no es una frase hecha del Mellizo, es la realidad, asumió las consecuencias de años de malos resultados. En su momento volvieron todos los históricos, pero como volvieron se fueron, muchos por la puertas de atrás, unos pocos por la de adelante. El ahora volvió sólo, con un Gimnasia destruido, sin refuerzos de jerarquía, con jugadores que no estaban a la altura de las circunstancias, pero sin embargo no se quejó y la peleó como si no tuviera una historia que lo respalde.
En Boca se fue ídolo, más allá de sus logros, por nunca haber tirado “mierda” a nadie, por bancarse ser suplente más allá de lo que el pensara. Para algunos se fue por la puerta de atrás, relegado de los titulares, pero para la inmensa mayoría se fue cómo el máximo ídolo de la historia del club, hoy lo puede llegar a superar Martín Palermo o Juan Román Riquelme, pero en el podio entra. Como en Boca, en Gimnasia estuvo para sumar, nunca una queja, siempre fue para adelante, y cuando le tocó salir nunca se lo reprochó al técnico. Un señor, nunca hizo pesar su apellido. Un gesto de grandeza.
De ante mano estaba decidido que Guillermo jugaba seis meses más y se retiraba, 19 partidos con suerte. El destino de Gimnasia era una incógnita que parecía no tener un final no muy feliz, y mucho menos la despedida que el ídolo máximo se merecía.
Los partidos pasaron, muchos decían que el Mellizo no era determinante, que ya estaba viejo, que no podía jugar más, sin embargo el siguió demostrando para que volvió. Un gol a Arsenal en el empate 1-1 en Sarandí, podemos decir que por ese punto Gimnasia sigue en primera. Otro gol a Newell’s, lo gritó con el alma, el Lobo perdió un partido increíble esa tarde contra uno de los peores equipos del campeonato y ese día Ángel Cappa dejó de dirigir al equipo platense. Parecía un final oscuro. Todo estaba terminado. El proyecto de Héctor Delmar, presidente, el regreso y despedida del ídolo parecía llegar a su fin, por la puerta de atrás. Tras un paso intrascendente.
Los partidos pasaron, asumió el Indio Darío Ortiz como entrenador, ex compañero de Guillermo, y fue el momento, el Mellizo llegó a su máxima expresión, fue mucho más que un jugador de fútbol, fue un hincha con botines, un Lobo hambriento.
Guillermo sufría más que nadie estos partidos definitorios, dejaba la vida en cada pelota y por momento contagiaba al resto. A excepción de Fabián Rinaudo y Fernando Monetti, nadie estaba a la altura.
A la última fecha el Lobo llegó descendido al Bosque, Boca estaba enfrente, justo Boca, la tercera casa de Guillermo, ahí había Ganado todo.
Justamente a Boca le marcó su tercer gol desde su vuelta a Gimnasia, y se lo gritó con la vida, hacia años que no lo veía gritar tanto un gol, se sacó la mufa, y dejó la garganta en el festejo, lo gritó con su vida, por que Gimnasia es su vida. No importó ese famoso respeto que se les tiene a los ex clubes, para Guillermo lo más importante es el Lobo, lo gritó por él y su familia. Los resultado se daban y Gimnasia tenía una vida más. Jugaba directamente la promoción.
Segundo tiempo. Pelotazo de Luciano Monzon y el Mellizo cae desmayado, inconsciente es sacado del campo de juego y junto con él se fue la esperanza de Gimnasia, el corazón del equipo ya no estaba en cancha y sin corazón no se puede vivir.
Boca empató 2-2 ese partido y Gimnasia quedó condenado a un partido desempate frente a Huracán, en La Bombonera, donde Guillermo había ganado todo.
38 pirulos tiene Barros Schelotto y corrió y jugó como si tuviera veinte y recién estuviera dando sus primero pasos en primera. Fue el mejor del partido, el más inteligente, el único que hacía las cosas simples cuando todo era muy difícil. Gimnasia ganó 2-0 y tuvo dos jugadores más casi todo el partido, pero eso no es parámetro, Gimnasia nació para sufrir.
Presionó, metió, habló, designaba hasta quien debía hacer los laterales. Se hizo cargo de la responsabilidad de todos. Bajaba hasta su propia área a pedir tranquilidad. El sabe que Gimnasia se puede ir al descenso y asume absolutamente toda la responsabilidad, pero el rol lo cumple a la perfección. Está en todos lados. A veces la toca, a veces no. Pero que un tipo de casi cuarenta años corra a todas y encare a defensores de veinte como si nada, contagia, y a eso volvió, para contagiar y cargar la mochila más pesada, la de la presión.
En principio iban a ser 19 partidos, se transformaron en 16 porque se lesionó. Soñando de 19 se podía pasar a 21, ya que con eso Gimnasia jugaba la promoción, pero a todo esto se le agregó un partido desempate, un total de 22 partidos.
Dios es grande, en la camiseta del Indio es gigante, y sabe lo que hace. No quiere que Guillermo se retire, porque el Mellizo es sinónimo de fútbol, de picardía, de potrero, de lo que le gusta a la gente. Muchos lo odian, otros tantos lo respetan, pero la mayoría lo adora (hinchas de Boca y Gimnasia). Todos, pero todos, quisieran a un Guillermo Barros Schelotto en su equipo, los mismos que lo putean, son los mismso que sueñan con que cada jugador de su equipo sienta la camiseta como el Mellizo, más allá de lo que ganen o de la personalidad.
Gimnasia, Guillermo y compañía ya jugaron en San Juan la primera promoción, el Lobo cayó 1-0 con gol en contra del Oliver Benítez. Lo primero que dijo el Mellizo post partido: “Lo vamos a revertir”. Barros Schelotto transmite optimismo, ese optimismo que el hincha y los jugadores necesitan ante la adversidad. Descender es una posibilidad, pero al hijo prodigo nada ni nadie lo va a manchar. Su verdadera gloria es dejar a Gimnasia en primera, es lo único que quiere antes de retirarse.
Lo que hizo Guillermo Barros Schelotto por Gimnasia será recordado siempre, de por vida.
El anteúltimo partido de Guillermo
San Martín 1-0 Gimnasia
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