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Se terminaron los capítulos: Gimnasia volvió a Primera

El 12 de julio del 2009 los dos goles de Franco Niell me habían hecho ilusionar con un Gimnasia distinto, sentía que Dios nos había dado otra oportunidad y llegué a creer que en esa tarde invernal habíamos cambiado la historia para siempre. No fue así. A la temporada siguiente volvimos a jugar otra promoción, la ganamos, pero por algo las jugábamos. En junio del 2011 nos tocó de nuevo, primero mandamos a la B Huracán y luego duramos una semana más, porque finalmente llegó el día fatídico: San Martín de San Juan nos condenó a jugar el Nacional. Nos dolió a todos. Nadie imaginaba que en menos de dos años íbamos a estar de nuevo en el lugar de donde nunca nos tendríamos que haber ido. Creí en un Gimnasia distinto la tarde de los goles de Niell, sentí lo mismo con la vuelta de Guillermo y me ilusioné con Ángel Cappa en el banco de suplentes. Es muy fácil opinar con el diario del lunes, pero dos años después del descenso y a cinco temporadas del 12 de julio del 2009, el único que está festejando conmigo es el enano más grande del mundo. El que nos dio una oportunidad más, el que volvió para devolvernos al lugar donde él nos había dejado. No hay que olvidarse de Fernando Monetti, Oliver Benítez y Matías Garcia, que descendieron hace dos años y hoy fueron parte de la vuelta, como Fabián Rinaudo, Luciano Aued y Lucas Castro, que estuvieron en la tribuna. Pienso en el Expreso de 1933 y en los goles de Arturo Naón, se me para el corazón cuando veo la imagen de Favaloro festejando en la tribuna que lleva su nombre el día del Ascenso en 1984. Timoteo y el “queres salir campeón de la concha de tu hermana”, tirando paredes con los Mellizos en los noventa, acompañados por la magia del Beto Marcico. Pienso en Troglio, a quien tanto critiqué pero hoy le agradezco. Tus lágrimas son las mías. Pienso en él, que se hizo hincha del Lobo porque se enamoró de la gente, igual que yo. Pienso en Troglio, el tipo que vino y nos salvó del descenso, nos hizo salir subcampeón, jugar la sudamericana y la Libertadores. Sí, Troglio es el mismo que estaba sentado en el banco de suplentes la tarde que el rival de siempre nos festejó siete veces. Sí, esas siete razones por las que Pedro se hizo más gimnasista que muchos de nosotros, porque nos vio descender desde afuera y volvió cuando los números decían que el Lobo estaba más cerca de la B Metropolitana que de volver a Primera. Un par de meses después, Troglio nos devolvió al fútbol grande. Es momento de desahogarse. Yo era uno de los que imaginaba un Gimnasia en la B por mucho tiempo, porque la institución estaba devastada, quizás siga igual que antes, pero los resultados a veces tapan muchas cosas. No me animo a afirmar que Gimnasia, como club, armó un equipo para ascender, porque eso es todo mérito del entrenador, que construyó un grupo, creyó en un plantel y en sus limitaciones. Gimnasia volvió a Primera por Troglio y Bernay, por los jugadores, también por la incondicionalidad del hincha, que está siempre, porque casi nunca recibió nada y siempre dio todo. Los 10 Mil Triperos en Mar del Plata no fueron casualidad. Tampoco los 13 Mil en Córdoba. El Lobo volvió a Primera porque estuvimos todos unidos, pero para permanecer en la máxima categoría del fútbol argentino se necesita más que eso, hacen falta dirigentes capaces. De la comisión directiva depende que Gimnasia no caiga más en el abismo. La reconstrucción Mens Sana comenzó la tarde del descenso, se empezaron a poner los cimientos, pero ahora hay que levantar las paredes y poner el techo, eso ya no depende de Troglio ni de los jugadores. No me permito disfrutar de este momento porque siento que queda mucho por hacer. Yo me fui a la B con Gimnasia y hoy vuelvo, pero soy consciente de que, a corto o largo plazo, esto era una obligación. Somos de Primera, teníamos que estar en Primera. Ahora es el momento de empezar a mojarle la oreja de nuevo a los grandes, como en los noventa, cuando River se arrodilló en el Bosque la tarde en que levantamos la Copa Centenario, esa copa que valía si la hubieran ganado ellos. El 12 de julio del 2009 lloré mucho por la permanencia de Gimnasia, me pasó lo mismo el 30 de junio del 2011 cuando nos tocó irnos. Un llanto de alegría, el otro de dolor. No tendríamos que haber vivido ninguno de los dos. Todo lo bueno que habíamos hecho durante una década y media lo tiramos a la basura en cinco temporadas. Qué nos sirva de lección para no volver a caer. El llanto de ahora es de desahogo. Dos años de agonía, de no saber qué iba a pasar con Gimnasia, ahora me queda la tranquilidad de que las cosas están en su lugar, por lo menos desde lo deportivo. Me acuerdo del slogan: “Por un Gimnasia grande y en Primera”. No me da vergüenza escribirlo y llevarlo con orgullo, porque quiero eso. Lanús se fue a la C, resurgió, se reconstruyó y luego salió campeón; Vélez se fue a la B, volvió, se ordenó, priorizó objetivos y en los noventa eran nuestro “clásico”, mientras los vecinos jugaban en la segunda división. Hay que tener modelos, un proyecto de lo que queremos ser, todavía estamos a tiempo. El próximo 3 de junio cumplimos 126 otoños y vamos por muchos más. Fueron dos temporadas en las que no pudimos dormir, la ilusión se transformaba en presión, queríamos Volver. Y Volvimos. Volvimos, como volvimos al Bosque en su momento cuando el gobierno de turno nos quería hacer jugar de local en el Estadio Provincial. Volvimos porque estuvimos unidos, como aquella noche del 21 de junio del 2008 cuando perdimos 2-1 con Lanús y llenamos el Bosque después de tantas noches de tablones vacíos. Volvimos porque es lo que corresponde. Se terminó esta historia, esta sección inventada solo para estar más cerca de Gimnasia. Con el perdón de la expresión, ya me chupa un huevo Sarmiento, que me hizo sufrir durante dos meses. Tampoco me importan las copas que puedan tener los vecinos, porque yo, como todos los hinchas del Lobo, tomo del pico. En este último párrafo no me queda más que agradecer a todos aquellos que se contagiaron de esta enfermedad, especialmente los últimos cuatro meses. Gimnasia me enfermó la cabeza, qué un día la película que te contaba lo que era la pasión y un tiempo después la obra de teatro qué te explicaba lo que era ser  hincha del Lobo. Así fueron estos cinco años. En La Plata siempre había algo para festejar, y no precisamente campeonatos, sino el solo hecho de SER HINCHAS DE GIMNASIA. 

Twitter: @Ibarraguille

El 12 de julio del 2009 los dos goles de Franco Niell me habían hecho ilusionar con un Gimnasia distinto, sentía que Dios nos había dado otra oportunidad y llegué a creer que en esa tarde invernal habíamos cambiado la historia para siempre. No fue así. A la temporada siguiente volvimos a jugar otra promoción, la ganamos, pero por algo las jugábamos. En junio del 2011 nos tocó de nuevo, primero mandamos a la B Huracán y luego duramos una semana más, porque finalmente llegó el día fatídico: San Martín de San Juan nos condenó a jugar el Nacional. Nos dolió a todos. Nadie imaginaba que en menos de dos años íbamos a estar de nuevo en el lugar de donde nunca nos tendríamos que haber ido.

Creí en un Gimnasia distinto la tarde de los goles de Niell, sentí lo mismo con la vuelta de Guillermo y me ilusioné con Ángel Cappa en el banco de suplentes. Es muy fácil opinar con el diario del lunes, pero dos años después del descenso y a cinco temporadas del 12 de julio del 2009, el único que está festejando conmigo es el enano más grande del mundo. El que nos dio una oportunidad más, el que volvió para devolvernos al lugar donde él nos había dejado. No hay que olvidarse de Fernando Monetti, Oliver Benítez y Matías Garcia, que descendieron hace dos años y hoy fueron parte de la vuelta, como Fabián Rinaudo, Luciano Aued y Lucas Castro, que estuvieron en la tribuna.

Pienso en el Expreso de 1933 y en los goles de Arturo Naón, se me para el corazón cuando veo la imagen de Favaloro festejando en la tribuna que lleva su nombre el día del Ascenso en 1984. Timoteo y el “queres salir campeón de la concha de tu hermana”, tirando paredes con los Mellizos en los noventa, acompañados por la magia del Beto Marcico. Pienso en Troglio, a quien tanto critiqué pero hoy le agradezco. Tus lágrimas son las mías. Pienso en él, que se hizo hincha del Lobo porque se enamoró de la gente, igual que yo. Pienso en Troglio, el tipo que vino y nos salvó del descenso, nos hizo salir subcampeón, jugar la sudamericana y la Libertadores. Sí, Troglio es el mismo que estaba sentado en el banco de suplentes la tarde que el rival de siempre nos festejó siete veces. Sí, esas siete razones por las que Pedro se hizo más gimnasista que muchos de nosotros, porque nos vio descender desde afuera y volvió cuando los números decían que el Lobo estaba más cerca de la B Metropolitana que de volver a Primera. Un par de meses después, Troglio nos devolvió al fútbol grande.

Es momento de desahogarse. Yo era uno de los que imaginaba un Gimnasia en la B por mucho tiempo, porque la institución estaba devastada, quizás siga igual que antes, pero los resultados a veces tapan muchas cosas. No me animo a afirmar que Gimnasia, como club, armó un equipo para ascender, porque eso es todo mérito del entrenador, que construyó un grupo, creyó en un plantel y en sus limitaciones. Gimnasia volvió a Primera por Troglio y Bernay, por los jugadores, también por la incondicionalidad del hincha, que está siempre, porque casi nunca recibió nada y siempre dio todo. Los 10 Mil Triperos en Mar del Plata no fueron casualidad. Tampoco los 13 Mil en Córdoba. El Lobo volvió a Primera porque estuvimos todos unidos, pero para permanecer en la máxima categoría del fútbol argentino se necesita más que eso, hacen falta dirigentes capaces. De la comisión directiva depende que Gimnasia no caiga más en el abismo. La reconstrucción Mens Sana comenzó la tarde del descenso, se empezaron a poner los cimientos, pero ahora hay que levantar las paredes y poner el techo, eso ya no depende de Troglio ni de los jugadores.

No me permito disfrutar de este momento porque siento que queda mucho por hacer. Yo me fui a la B con Gimnasia y hoy vuelvo, pero soy consciente de que, a corto o largo plazo, esto era una obligación. Somos de Primera, teníamos que estar en Primera. Ahora es el momento de empezar a mojarle la oreja de nuevo a los grandes, como en los noventa, cuando River se arrodilló en el Bosque la tarde en que levantamos la Copa Centenario, esa copa que valía si la hubieran ganado ellos.

El 12 de julio del 2009 lloré mucho por la permanencia de Gimnasia, me pasó lo mismo el 30 de junio del 2011 cuando nos tocó irnos. Un llanto de alegría, el otro de dolor. No tendríamos que haber vivido ninguno de los dos. Todo lo bueno que habíamos hecho durante una década y media lo tiramos a la basura en cinco temporadas. Qué nos sirva de lección para no volver a caer. El llanto de ahora es de desahogo. Dos años de agonía, de no saber qué iba a pasar con Gimnasia, ahora me queda la tranquilidad de que las cosas están en su lugar, por lo menos desde lo deportivo.

Me acuerdo del slogan: “Por un Gimnasia grande y en Primera”. No me da vergüenza escribirlo y llevarlo con orgullo, porque quiero eso. Lanús se fue a la C, resurgió, se reconstruyó y luego salió campeón; Vélez se fue a la B, volvió, se ordenó, priorizó objetivos y en los noventa eran nuestro “clásico”, mientras los vecinos jugaban en la segunda división. Hay que tener modelos, un proyecto de lo que queremos ser, todavía estamos a tiempo. El próximo 3 de junio cumplimos 126 otoños y vamos por muchos más.

Fueron dos temporadas en las que no pudimos dormir, la ilusión se transformaba en presión, queríamos Volver. Y Volvimos. Volvimos, como volvimos al Bosque en su momento cuando el gobierno de turno nos quería hacer jugar de local en el Estadio Provincial. Volvimos porque estuvimos unidos, como aquella noche del 21 de junio del 2008 cuando perdimos 2-1 con Lanús y llenamos el Bosque después de tantas noches de tablones vacíos. Volvimos porque es lo que corresponde.

Se terminó esta historia, esta sección inventada solo para estar más cerca de Gimnasia. Con el perdón de la expresión, ya me chupa un huevo Sarmiento, que me hizo sufrir durante dos meses. Tampoco me importan las copas que puedan tener los vecinos, porque yo, como todos los hinchas del Lobo, tomo del pico.

En este último párrafo no me queda más que agradecer a todos aquellos que se contagiaron de esta enfermedad, especialmente los últimos cuatro meses. Gimnasia me enfermó la cabeza, qué un día la película que te contaba lo que era la pasión y un tiempo después la obra de teatro qué te explicaba lo que era ser  hincha del Lobo. Así fueron estos cinco años. En La Plata siempre había algo para festejar, y no precisamente campeonatos, sino el solo hecho de SER HINCHAS DE GIMNASIA. 

Twitter: @Ibarraguille