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Los lugares del genio (III): Ariel Ortega

Ledesma, Nuñez, La Boca, Estados Unidos, Valencia, Génova, Parma, Turquía y Floresta son algunos de los lugares del genio, esos puntitos negros en el planisferio donde Ortega dejó su sello.

Todos alguna vez soñamos con ser Ortega. Ser ese pibe que nació en Cheapest Cialis Soft Tabs 20 mg Generic Free Viagra Samples Tadalafil From Canadian Pharmacies Fast Shipping Online Pharmacy In Canada buy Cialis Soft Ledesma, a cien kilómetros de la Capital de Jujuy, y que después terminó siendo  uno de los máximos ídolos contemporáneos de la historia de valtrex 1000 mg dose valtrex price euro cost valacyclovir valtrex cost for valtrex in canada discount levitra 20 mg tablet buy cheap Valtrex no prescription River. El Burrito nació en un pueblo que hoy se llama Libertador San Martín y de ahí, de repente, casi sin pensarlo, terminó dando su primera vuelta olímpica con la Banda el mismo año en el que había debutado en Primera división. Ortega nunca pensó que iba a ser Ortega, pero sí lo soñó, como cada purrete que se queda pateando hasta que se apague la última luz en su Jujuy natal.

En 1994 Ariel Arnaldo Ortega se transformó en ídolo de River, porque le faltaba una actuación sublime ante Boca y la consiguió en 30 de abril en La Bombonera, cuando se vistió de héroe, marcó un golazo y con el 2-0 el Millo le volvió a ganar al rival de siempre en su casa después de ocho años. El Burrito fue el principal protagonista de esa tarde, que le valió por un triunfo, por un campeonato al final del semestre y por la tan ansiada convocatoria a la Selección. Ortega ya caminaba solo.

A base de gambetas y con solo veinte años se ganó su lugar en la convocatoria de Alfio Basile para jugar la Copa del Mundo en essays helpers Estados Unidos, allí terminó reemplazando a Maradona, sin embargo cuatro años después, salvando las distancias con Diego, se hizo expulsar de manera absurda y con él se fueron las ilusiones de llegar a la semifinal de un Mundial. En Corea-Japón también fue protagonista de una de las Copas del Mundo más lamentables de la historia argentina, con una eliminación en primera ronda que todavía duele.

Después de jugar su primer mundial y de ser el reemplazante de Diego Maradona se dio el gusto de empezar a construir paredes con Enzo Francescoli. Juntos hicieron que la década del noventa sea la de River, porque en 1996 ganaron la Copa Libertadores, después de perder 1-0 en Cali llegó el tan ansiado 2-0 en Buenos Aires que le dio el pase para jugar en Japón la final de la Copa Intercontinental ante la Juventus.

En Valencia no se vio el mejor Ortega de todos, sin embargo todavía se recuerda en los pasillos del Camp Nou su cuarto gol ante Barcelona, cuando su equipo ganó 4-3 en el último minuto e invitó a irse antes a los aficionados catalanes. No solo fue histórico el partido, sino su festejo, que después de una corrida memorable terminó con la camiseta tirada al viento ante la mirada atónita de setenta mil blaugranas.

El paso por Italia de Ortega no fue el que él hubiera soñado, pero en Sampdoria todavía festejan su vaselina el día del 4-0 al Inter de Milán.  Después de un año en Génova se fue a probar suerte a Parma, donde consiguió su primer y único título en Europa. Después de tres temporadas afuera y más de veinte millones de dólares en traspasos volvió a River. Ortega no estaba hecho para la formalidad europea, él necesitaba sentir el potrero argentino.

Después de volver al club de sus amores y ser un galáctico al lado de Aimar, Saviola y Ángel, fue a Europa por su revancha, el destino era Turquía y allí se vio lo peor del ídolo de River. Llegó y se dio cuenta de su error, allí no era feliz, estaba solo, no entendía el idioma y nunca se adaptó. Se escapó, regresó a Argentina y su querido River no estuvo para darle la mano, se sintió defraudado y arribó a Rosario. En Newell’s fue campeón, le hizo goles al club de su vida y se los gritó, después aparecieron banderas dadas vueltas con su nombre en el Monumental. Ortega no lo merecía, se confundieron los intereses políticos con la pasión.  El tiempo tapó las heridas y el Burrito volvió a River en el 2006 para dar una vuelta olímpica más, pero después le volvieron a soltar la mano y no lo dejaron volver. Simeone en vez de agradecerle lo echó y ahí comenzó la racha deportiva más nefasta de la institución, porque mientras Ortega deambulaba por Mendoza, Floresta y Nuñez, el Millonario descendía a la segunda visión del fútbol argentino.

El Monumental es su lugar y allí se vivieron todos los vaivenes de Ortega, porque siempre que se fue volvió, porque él necesitaba de River y River lo necesitaba a él. Se fue en 1996 y en el 2000 estaba de nuevo, se volvió a ir en el 2002, para pegar la vuelta en el 2006. En el 2011 lo obligaron a irse y ya no lo dejaron volver, probó suerte en diferentes barrios de la Capital Federal, pero no tuvo suerte, el retiro anunciado se hizo realidad después de un paso casi en silencio por Defensores de Belgrano, a pocas cuadras de su querido estadio Monumental en Nuñez.

Twitter: @Ibarraguille