Por Mauricio Carranza (@mauricarranza)
Esta nota, al igual que la aclamada novela de Gabriel García Márquez, también está llena de amor, tristezas y sinsabores. Habla de un pequeño joven que fue muy querido, sobre el que se tejieron esperanzas, y en el cual se depositó el sueño, el deseo, de volver a verlo, ya hombre hecho y derecho, demostrando todo lo que sabe.
Hace exactamente 16 años Argentina debutaba en la Copa Mundial Juvenil disputada en Malasia y vencía 3 a 0 a Hungría. Semanas después, el conjunto albiceleste se consagró campeón y su figura fue Pablo César Aimar, quien se llevó el Balón de Bronce.
Pasaron los años y el “Payaso” se destacó en River y luego partió a Europa, donde estuvo más de doce años entre España y Portugal. Muy pocas veces pudo tener ahí el nivel que llegó a tener en River y el que le permitió destacarse en Malasia, ese país ignoto del continente asiático, ese país que lo atrajo tanto, pero tanto, que lo puede llegar a elegir por encima de River, el club donde nació y en el que logró la fama.
La pregunta es ¿es obligación de un jugador retornar al club donde debutó? La respuesta es no, un enorme no con signos de admiración. Un jugador se debe a si mismo, a su familia, y a nadie más; porque es un trabajador, pero también es una parte del club, un pedazo de historia (grande o pequeña), y es un poco del hincha también.
El hincha de River, con una historia reciente de enorme sufrimiento, ha tenido el agrado de ver el retorno de dos ex jugadores, Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez, que más allá de las diversas opiniones, vinieron a ayudar a devolver al equipo a Primera División. Y lo lograron. Quedando en el agradecimiento eterno de una buena parte de los que lo vieron.
Durante la década pasada también se dieron los retornos de ídolos como Ariel Ortega, Marcelo Gallardo y Marcelo Salas, pero aún quedaron, y quedan, otros en Europa que tal vez nunca retornen, dejando un sentimiento mezcla de bronca y amargura en el fanático.
Ellos son Hernán Crespo, ya retirado, Javier Saviola y Pablo Aimar. Los tres marcaron una época en los 90, pero desde que partieron se los escuchó muy pocas veces hablar de posibles retornos, sobre todo de los últimos dos jugadores, quienes con el correr de los años se acostumbraron a sentarse en el banco de diferentes equipos mientras la cuenta bancaria seguía creciendo y creciendo.
¿Cuáles son las excusas? Las de siempre: Quiero un lugar seguro para mi familia; no tengo pensado volver por ahora; no coincido con esta dirigencia; etc., etc. y más etc.
Repito, ¿está obligado a volver? Jamás. ¿Está salvado económicamente? Sin dudas. No van a tener problemas sus hijos ni sus nietos. Pero no los mueve la pasión por volver, el retirarse con la camiseta que lo vio nacer y estar con toda esa gente que los extraña.
Hoy se habla de que Aimar podría llegar al Johor Darul Takzim de Malasia, el cual le ofrecería un vagón de dólares para pasar sus últimos años en el fútbol.
Iría a una liga fuera de toda trascendencia mediática y con poquísimos jugadores de habla hispana; o tal vez no acepte la oferta y termine en Qatar o en Bahamas, todo depende de quien lo tiente de la mejor manera, lo cierto es que se aleja cada vez más de River y también de sus hinchas.
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