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Racing y Lacan: Merlo como Nombre del Padre

Mostaza Merlo ha generado un clima de alivio en un Racing que venía covulsionado. Explicamos desde una mirada psicoanalítica el por qué del fracaso de un plantel que prometía tanto y la esperanza que ahora resurge con la llegada del entrenador.

Por cuestiones que tienen que ver más con el azar en Racing se armó un plantel que unió a jugadores ya experimentados por arriba de los 30 años con futbolistas muy jóvenes, apenas horneados de la cantera y con toda la atracción de la fama rápida. Pero lo que no fue un acontecimiento azaroso fue el fracaso de ese Racing de Luis Zubeldía sino que puede ser interpretado como un síntoma, como la expresión de un conflicto que en este caso fue principalmente generacional. Brecha que se formó tanto en el plantel como en la cúpula dirigencial, donde la diferencias entre Cogorno y Molina, separados también en cuanto a la edad, se hicieron cada vez más violentas hasta llegar al explosivo final.

Entre los jugadores, por un lado estaban los amantes del pop y del rock de los 80-90 Saja, Camoranesi, Ortiz, Villar, Pelletieri. Por otro los que adoran el reaggeton Centurión, Vietto, Fariña, De Paul. No había conexión entre ellos. Y esa distancia que se fue agrandando con el tiempo, terminó por trasladarse drásticamente al campo de juego.

El fracaso de ese Racing que prometía el oro y el moro, puede ser reexaminado bajo la lupa psicoanalítica.

Primero hagamos una breve reseña de qué significa el Nombre del Padre en la Teoría Lacaniana. Cualquier grado de bienestar psíquico requiere que el niño corte su temprano lazo simbiótico con el objeto primordial (la madre), que de algún modo se deshaga de esa ilusión. El niño aprende, al percibir la intervención de otro, cualquier portador adecuado del significante del Nombre del Padre( a veces puede ser el padre real pero también una figura sustituta), que en realidad su vida no es co-extensiva con el ser y el deseo de su madre, sino que se trata de una entidad separada. La esencia de la crisis edípica consiste en internalizar, dada la mediación de un tercer término, que lo que falsamente se concebía como uno, en realidad, incluye dos seres distintos. El impacto de este descubrimiento es llamado por Lacan como Castración, que no es otra cosa que el desafío a diferenciarse de la madre. Si el Nombre del Padre no funciona el sujeto puede caer en un goce desmedido que se traduce en adicciones y conductas autodestructivas.

Los jugadores más experimentados del plantel, que ya tenían en su prontuario el espectáculo atroz con Psychological process e dpharmacy cialis of the corpora cavernosa to 20 percent men sex pill to buy Tadalafil buy a essay generic paypal buy of blood in the penis to the buy Teo Gutiérrez que tuvo como principal protagonista a Buy Indocin Online ! order Indocin online ! Indocin vs Indocin generic cost Indocin and barretts esophagus litigation st louis Indocin lawyer order Indocin canadaВ  Sebastián Saja, no estuvieron a la altura de las circunstancias en cuanto a rendimiento futbolístico. Solo se salvó de la mediocridad justamente el uno de la Academia. Pero después ni Villar, ni Camoranesi, ni Ortiz, ni Pelletieri se pusieron el equipo al hombro. Luis Zubeldía pasó de ubicar a Sand en el lugar de Dios a endiosar de manera desmedida a los chicos de la cantera. Lo que a primera vista parecía un recurso sano terminó convirtiéndose en una pelea generacional.

Mi argumento es que los jugadores más experimentados, por bajo rendimiento, por lesiones o por problemas contractuales, al no estar a la altura de las demandas y  los desafíos que exigía ese momento de Racing, perdió la estima y el respeto de la generación siguiente. En términos Lacanianos el Nombre del Padre había sido denigrado. Zubeldía tampoco estuvo a la altura para ocupar ese lugar, quizás pecando de su corta edad para el cargo. Esta denigración del Nombre del Padre se experimenta de manera inconciente. Pero se muestran en la conciencia con faltas de respeto, actitudes egoístas, falta de compromiso, bajones en el rendimiento. Así el nivel de las joyas juveniles de Racing fue decayendo partido tras partido. Desde un punto de vista psicoanalítico,  comenzaron a manifestar conductas desmedidas y autodestructivas.

El mundo de la ropa de marca, el auto de lujo y la chica de la revista, es el deseo, a veces desmedido, de los pibes que sueñan con llegar a primera, para dar luego el salto a Europa.  Los chicos de Racing no tuvieron a nadie que les ponga el grito en el cielo, algo de coto a la vida nocturna.

Cierta rebeldía juvenil es necesaria para generar cambios en lo ya estructurado. Sin embargo en este caso fue una rebeldía sin causa, destructiva, obstinada que no condujo a la Academia al éxito, sino todo lo contrario, la dejó envuelto en un furioso caos.

El arribo de Carlos Ischia solo retroalimentó el conflicto generacional. Llegó con un discurso ambivalente, al comienzo dictatorial, y después dejando a los pibes a merced del ambiente cada vez más caldeado. Tampoco ocupó ese lugar del Nombre del Padre vacío, acéfalo. Y el descontrol en el plantel se agudizó.

Mostaza Merlo volvió a Racing , en cambio, con todo su carisma inspirador, más su inconmensurable sabiduría en cuanto a manejo de grupo se trate. Supo en donde debía atacar primero, la enfermedad del grupo, la brecha generacional que estaba destruyendo un plantel que prometía el oro para Racing.  Merlo fue el puente que unió esas dos generaciones tan distanciadas, con un mensaje simple, los experimentados tienen que ayudar a los más jóvenes, aconsejarlos, desde un lugar sano. Les llegó a los juveniles, quizás por esa imagen de padre moderno, entre la experiencia de los años y ese espíritu juvenil que se expresa en su melena dorada. Y algo comenzó a cambiar, en la cancha se mostraron más unidos. Y esto para el estado comatoso en que se encontraba el equipo,  tiene un valor tan importante como lograr un buen rendimiento futbolístico.

Esa misma muñeca y sabiduría con la que manejó el plantel campeón del 2001, los reiterados conflictos que muchas veces llegaron hasta las manos entre el Polaco Bastía y José Chatruc, su paso a paso con el que descomprimió tantas presiones acumuladas durante 35 años. O aquella tarde del empate con Banfield, en la que se terminó el paso a paso y asumió toda la presión al decir que iban a ser campeones.

Como dijo el Presidente Víctor Blanco: “Mostaza descomprimió la tensión que había en el club y en el grupo de jugadores”. Fue el puente motivacional, el Nombre del Padre desde el Psicoanálisis,  que unió la brecha generacional, que intermedió en los conflictos. Fue la voz que funcionó como límite al goce autodestructivo tan característico y tan arraigado a la historia de Racing.