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¿Quién quiere ser presidente?

Como cada cuatro años, Estados Unidos vive un proceso electoral larguísimo que culminará el 8 de noviembre con un nuevo presidente. ¿Cómo funciona? ¿Quiénes tienen más chances de ganar? ¿Afecta a Argentina? Mecanismos, personajes y perspectivas, en esta nota de Rock N´Ball.

Los mecanismos que tienen los países para elegir mandatarios ejecutivos o legislativos se llaman sistemas electorales y son, en general, difíciles de entender. Inclusive, muchas veces es complejo terminar de comprender todos los alcances del sistema electoral del propio país en el que uno vive (y vota). Ni hablar, entonces, si se trata del de otro, y mucho menos si ese otro es Estados Unidos, famoso por tener una de las “carreras” a la presidencia más largas del planeta.

Concretamente, esa carrera tiene varios pasos. Salvo la última etapa – la más importante: la elección general -, es una competencia que se corre en dos pistas paralelas que son los dos partidos políticos relevantes de EE.UU.: el Partido Republicano y el Partido Demócrata. Generalizando, el primero es más conservador en lo social y neoliberal en lo económico, y el segundo es lo opuesto (un poco más liberal en lo social y más proteccionista en lo económico).

En las dos líneas de largada se encuentran los precandidatos de cada partido, que pueden ser tantos como se presenten en tanto consigan determinada cantidad de apoyos. Esos competidores enfrentarán elecciones primarias (una por cada Estado más territorios asociados). El objetivo de esas elecciones es repartir “delegados” para la anteúltima etapa: la convención nacional de cada partido.

foo fighters
Foo Fighters, en la Convención Nacional Demócrata de 2012.

Claro que cada Estado puede repartirlos de modo diferente, por lo que los mecanismos van desde elecciones en las que el ganador se lleva todo a otras en las que la repartija es proporcional o, incluso, a complejas asambleas llamadas caucus en las que pequeños grupos deliberan en distintas sedes hasta votar para que luego esos votos (uno por sede) se sumen. Tampoco pueden votar las mismas categorías de personas en cada Estado: hay primarias abiertas – vota cualquiera -, semiabiertas – cualquiera que no esté afiliado al partido contrario -, cerradas – solo afiliados – o incluso supercerradas – con algún otro criterio, como haber estado afiliado por los últimos seis meses -.

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¿Cómo funciona un caucus? Nos lo explican los muñecos de Lego.

En la convención nacional de cada partido (18 de julio para los republicanos, 25 de julio para los demócratas), el total de los delegados votarán para elegir al candidato de la fuerza política en cuestión, que será ungido una vez que obtenga la mitad más uno de los sufragios. En la etapa final (8 de noviembre), en tanto, las pistas se unificarán, y los dos contendientes que hayan ganado el derecho de consagrarse como candidatos republicano y demócrata respectivamente competirán entre sí por la presidencia en una elección general.

Existen dos curiosidades que es necesario tener en cuenta sobre esta carrera. Por un lado, tanto en las elecciones primarias como en las generales el voto es optativo, de modo que el trabajo que hagan las “campañas” de los precandidatos (y, luego, de los candidatos) para captar el voto indeciso es crucial. Por otra parte, los delegados electos para votar a un precandidato determinado en la convención están obligados a hacerlo solo en la primera votación y – a veces – en la segunda,  por lo que si no se llegara a un acuerdo en esas instancias podrían elegir a cualquiera como candidato (incluso a alguien que no compitió en las primarias). No suele suceder, pero la posibilidad existe.

No a todos los competidores que comienzan la carrera les da la nafta para terminarla. Muchas veces, por falta de apoyo o de dinero, terminan bajándose y dando su voto de confianza a otro con más posibilidades o simplemente haciendo silencio. De hecho, en la recta final se mantienen solo dos precandidatos demócratas y… ¡Uno! republicano.

Partido Republicano

Hasta ahora, el partido repartió 1765 delegados de los 2472 totales, pero el único precandidato en pie es…

Donald Trump – 1047.

Trump

69 años. Empresario de bienes raíces. Multimillonario, declara una fortuna de más de 10.000 millones de dólares, aunque la revista Forbes le atribuye 4.100. Ha ganado notoriedad por sus comentarios xenófobos, sobre todo hacia el Islam y hacia México, y su retórica “populista”. Es de destacar que, en EE.UU., el populismo tiene que ver con la agenda de los campesinos del sur llamados red-neck y  es, en general, de derecha, contrariamente a lo que sucede en Latinoamérica.

Otros dos precandidatos lograron sumar delegados para la convención en cantidades significativas, aunque decidieron desistir de la carrera antes del final. Ellos son…

Ted Cruz – 565.

Cruz

45 años. Senador por Texas, uno de los Estados más conservadores de EE.UU. Es hijo de padre cubano y evangelista. Tenía el apoyo del Tea Party, sector ultra-conservador del partido republicano. Trabajó para el equipo legal de George W. Bush y su retórica estuvo enfocada en la deportación de los inmigrantes y la tenencia de armas como derecho constitucional. Era el único precandidato que había develado el nombre de su potencial candidata a vicepresidente: Carly Fiorina (ex CEO de Hewlett Packard que declinó su precandidatura el comienzo de la carrera).

John Kasich – 153.

63 años. Gobernador de Ohio, Estado clave para las aspiraciones republicanas (nunca ganaron una presidencial sin ganar allí). Fue, además, miembro de la Cámara Baja durante 18 años. En esa época, era visto como un conservador recalcitrante, pero al día de hoy se considera como la alternativa más moderada y reformista que presenta el partido republicano.

 

Ambos declinaron sus candidaturas después de la holgada victoria de Trump en la primaria del 3 de mayo en Indiana. Sin embargo, aunque ya no compitan, sus delegados siguen siendo “suyos”. Pero… ¿Cómo van a comportarse en la convención? Como para todo en este juego, cada Estado tiene diferentes reglas. Eso puede dar lugar a que Cruz y Kasich puedan dar libertad de acción a sus delegados de algunos Estados, a que necesariamente se reasignen a Trump por ser el único candidato en pie e, incluso, a que algunos se vean obligados a votar por el candidato que apoyaron inicialmente (Cruz o Kasich) en una primera instancia, a pesar de que ya no estén en competencia.

Aún si todos ellos entraran en rebeldía, es prácticamente una certeza que Trump – sumando sus delegados y los de los Estados que aún no tuvieron primarias – llegará al “número mágico” de 1237 delegados y enfrentará al Partido Demócrata.

Partido Demócrata

Es necesario aclarar que los simpatizantes demócratas solo eligen el 85% de sus delegados (4049 sobre 4761). El 15% restante (712) son líderes prominentes del partido popularmente llamados “superdelegados” que son libres de apoyar al candidato que consideren más idóneo. Incluyendo a estos últimos, al día de hoy el partido repartió 3602 delegados de 4761 totales, entre…

Hillary Clinton – 2202 (1682 delegados y 520 superdelegados).

68 años. Fue Secretaria de Estado (relaciones exteriores) durante cuatro años de la administración de Barack Obama y es esposa de un ex-presidente, Bill Clinton. Durante los períodos de su marido, tuvo mucha incidencia en la puesta en marcha de diversos programas sociales. Es más moderada que Sanders (tiene buena relación, por caso, con Wall Street). Fue la primera mujer electa Senadora por New York y también sería la primera en llegar a la Casa Blanca.

Bernie Sanders – 1400 (1361 y 39 superdelegados).

Sanders

74 años. Senador por Vermont desde 2007. Antes, fue miembro de la Cámara Baja durante 16 años. Es considerado “socialista” por sus ideas respecto del rol del Estado en la economía y por su postura liberal en lo social. No tiene buena relación con las multinacionales ni con Wall Street. De hecho, propone cobrar un impuesto justamente al sector financiero para financiar el ingreso a las Universidades Públicas. Sería el primer presidente judío de EE.UU.

No es necesario ser matemático para poder observar que es notoria la diferencia que hace a favor de Hillary Clinton la existencia de superdelegados. Teniendo en consideración eso, es muy poco probable que Sanders pueda impedir que Clinton llegue a los 2383 delegados necesarios para conseguir la candidatura. Ella está prácticamente consagrada para enfrentar a Donald Trump.

¿Y Argentina?

La política exterior estadounidense no está, en general, enfocada en Latinoamérica. Sus conflictos en medio oriente, sus relaciones comerciales con Asia, Europa y Norteamérica e incluso la ayuda a África tienen un lugar más argentinarelevante en los discursos de los precandidatos. Sin embargo, la reciente visita de Barack Obama deja la puerta abierta para una potencial muy buena relación entre Mauricio Macri y Hillary Clinton, en caso de que ella gane la elección general. De hecho, antes de que él fuera Presidente, solía cenar con el matrimonio Clinton en sus viajes a EE.UU. Inversamente, el discurso xenófobo de Trump no invita a pensar en relaciones amistosas con el cono sur si alguno de ellos ganara, aunque los intentos de Macri podrían ser fructíferos, sobre todo para la faceta económica de la situación.

Rafael Correa, presidente de Ecuador, sostuvo hace poco tiempo que “lo mejor que puede pasarle” a Latinoamérica es “que gane Donald Trump”. De ese modo, según él, los líderes latinoamericanos se unirían en rechazo a su discurso. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que Argentina ya cambió de gobierno, de modo que una victoria de Trump y un eventual intento de Macri por generar buenas relaciones con él podría, si Correa hace realidad su vaticinio, profundizar la brecha que separa al presidente argentino de sus pares latinoamericanos.

Pero a no adelantarse: mejor comprar pochoclos, disfrutar el largo proceso electoral y – con el resultado puesto – contar los porotos argentinos.

El autor agradece la colaboración de Martín Dieguez.

Politólogo por vocación, futuro economista por curiosidad, periodista por elección. Hincha de Alvarado de Mar del Plata y de alma menottista. El mundo es redondo y de ricota. Si por mí fuera, haría asado todos los días.