Y un día volvieron los problemas a San Lorenzo. Nada, si se compara con lo que supo vivir el Cuervo mientras peleaba el descenso o cuando institucionalmente coqueteaba con el abismo, pero el malestar se instaló nuevamente en el Bajo Flores. Tres caídas consecutivas, inesperadas dadas las expectativas generadas por el equipo, hacen un combo perfecto con algunas determinaciones del entrenador, que en las redes sociales es cada vez más castigado.
Todo empezó en el partido con Argentinos. Duelo de estilos y de enemigos, parada importante para un Pizzi que se enfrentaba no sólo a los vicios de Caruso, sino a dos “cucos” desde que dirige el Ciclón: los partidos de local y contra rivales que defienden más de lo que atacan. 0-3, un rendimiento muy pobre que desnudó falencias para generar juego, frenar contragolpes y, principalmente, para marcar en las pelotas paradas.
El mal de los centros con pelota detenida se extendió, primero, por un error de Álvarez que costó otra derrota contra River; luego, con otros dos goles en contra, una nueva caída, y un parto en cada centro que caía al arco de Torrico. San Lorenzo marca en zona, sin ningún jugador para el rebote ni para el contragolpe. Ante Quilmes, por ejemplo, Ortigoza quedó en dos pelotas tomando al lungo Boghossian; en otra, una de las pocas que despejó el equipo, Ariel González capturó cómodo un rebote en la medialuna e hizo el gol de su vida. San Lorenzo volvió a perder.
Parecían olvidadas algunas de las raras insistencias que tuvo el DT, insistencias que alguna vez pusieron en duda su continuidad. Sucedió que el hincha se hartó de las muchísimas chances que tuvieron Jara y Stracqualursi, a pesar de lo poco que entregaban en cancha. Tampoco quedaba claro porqué Kannemann, que nuevamente está relegado, tenía tan pocos minutos, cuando Gentiletti ocupaba un puesto que no era el suyo y hacía aguas por todos lados.
Pizzi corrigió esos reproches, el equipo dejó de perder y, si tuvo otros errores, el éxito los tapó. Ahora tendrá que lidiar con tres dolorosas caídas, que le valdrán cuestionamientos a todas sus decisiones, sean estas acertadas o erróneas. Encima, la posible partida de Buffarini, el único volante derecho en un plantel que tiene cinco enganches, tampoco ayuda a la cuestión. Esto excede a JAP, pero también caldea el ánimo de los hinchas.
San Lorenzo choca con un momento inesperado. Por el plantel que armó, pero la forma en que comenzó el semestre. Se le vienen dos partidos con River, claves en el ánimo de la gente, que en buena parte agotó la poquísima paciencia que tiene. Una a favor: contra el Cervecero el Ciclón tuvo gol, reacción, vértigo y juego asociado. Pero claro, jugaba fuera de su casa, donde mejor le va desde que está Pizzi, y sin hinchas murmurando en cada jugada.
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