Como siempre en Rock ‘N Ball, pese a ser un sitio de Rock y Fútbol, no queremos que la realidad nos gambeteé o nos haga desafinar. Menos cuando pasan cosas tan escalofriantes como la que como sociedad, en conjunto, vivimos está tarde.
Candela Sol Rodríguez, la chica desaparecida en Hurlingham el pasado 22 de agosto fue asesinada. Su cuerpito, desnudo, y con signos de asfixia y violencia apareció en un descampado de Villa Tessei. Estaba dentro de una bolsa de residuos y una cartonera fue quien realizó el macabro descubrimiento.
La madre, Carola Labrador, esa mujer que conmovía con su fuerza, con su entereza y con sus ganas la reconoció y el mundo se le derrumbó. Ahí vio a Candela, con apenas 11 añitos, con tanta vida por delante, vida que un hijo de re mil puta, vaya a saber uno con qué fin, en venganza de qué o para satisfacer que retorcido deseo, truncó de manera cobarde, vil y aberrante.
La nena, tan bonita que era, tenía el rostro desfigurado. Una familia destrozada por culpa de gente enferma, que no le carbura bien la cabeza o que es hija de puta, lisa y llanamente. ¿Qué nos pasa, sociedad?
35 cuadras separaron al cuerpo de Candela del lugar donde desapareció. Ríos y ríos de tinta separaran el Caso Candela de ser una leyenda de la frondosa historia criminal argentina y años, años y años luz de raciocio separan lo que hizo quien la mató con una conducta humana.
Se habla mucho de los derechos humanos. ¿Y los de Candela? ¿Vale aplicar derechos humanos sobre alguien que no lo es? Porque el que asesina a una chiquita de 11 años no es humano. No es de este mundo. Tanta maldad, tanta crueldad no puede ser real. Pero es.
Carola gritó, desgarrada “¡Me Mataron a mi hija, por Dios!”. Como sociedad, nos mataron a Candela. Nos volvieron a “matar” y nos mostraron una vez más que no hay un puto lugar donde se pueda estar seguro: seas rico, pobre, anciano, chico, empleado, empleador, negro, blanco, gordo, feo, rubio, morocho. La crueldad, el crimen, la maldad no distinguen.
Hubo varias marchas y manifestaciones en apoyo a la familia de la niña. Vecinos y amigos se mostraron con total apoyo por la tremenda situación. Sin embargo, todo finalizó de la peor manera. Uno o varios dementes se hicieron cargo de destruir la vida de los seres queridos de Candela.
No es algo más de las tantas cosas feas que ocurren en la Argentina. ¿Sirve preguntarse hasta cuando? La verdad que no. Porque, pase lo que pase, esto parece una historia de nunca acabar. Desde este espacio, integrado por periodistas jóvenes y otros en vías de serlo, lo único que podemos pedir es Justicia para Candela, Paz para su familia y castigo divino para quienes la asesinaron de una manera tan baja, absurda y cobarde.
Hoy decidimos desenchufar la guitarra y parar la pelota. Mataron a Candela. Asesinaron a una nena. ¿Por qué? ¡Hijos de mil puta!
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