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Mou, el de siempre

Seis años después, José Mourinho regresa al Chelsea. El técnico más ganador de los Blues, con dos Premier League y otros cuatro títulos locales regresa a un equipo que se parece en casi nada al que dejó en 2007. Pero Mou es el mismo. Con lo mucho bueno y lo poco malo. Su estilo de juego camaleónico dificulta la tarea de encasillarlo. No se le caen los anillos por plasmar una idea ultraconservadora cuando el partido lo requiere. Ejemplo ilustre de su pragmatismo es la recordada vuelta de Champions al mando del Inter contra el Barcelona. Partido por el que muchos se aferran para tildarlo de “defensivo”, “antifútbol” o “tacticista”, su versión paganista. Si hubiera alguna necesidad de etiquetar, sin dudas esa etiqueta no lo define. Hay ciertos patrones que se repiten en sus equipos. Suelen ser directos y preferir el vértigo en el mediocampo, en vez de la elaboración lenta y pausada. La línea de 4 en el fondo también es una marca registrada mourinhista.  Casi siempre con dos laterales criteriosos a la hora de la salida y proyección. Del mediocampo para adelante, prefiere ir de afuera hacia adentro con jugadores desequilibrantes en el uno contra uno. Para ese propósito, la inversión de perfiles es un recurso preeminente. Por ejemplo, Cristiano (diestro) por izquierda y Di María (zurdo) por derecha. Pienso en, por ejemplo, Mata y Hazard para esas funciones. Durante la semana, en el entrenamiento diario, responde a un concepto que en Europa llaman “periodización táctica”. Implica supeditar cada ejercicio al tipo de juego que el entrenador pretende que su equipo desarrolle. O más simple: la idea futbolística determina toda metodología de entrenamiento implementada. El propio Mou, además, agrega que su método involucra los cuatro planos del juego. “Interligación de todos los factores”, lo denomina. Tanto la faceta táctica, como la técnica, la física y la psicológica intervienen en cada ejercicio. Ninguna queda afuera. El Mourinho personaje (fuera de la cancha) despierta menos amor que odio. Arrogante en cada actitud, provocador en cada declaración, sobrador en cada gesto. Ante la derrota se excusa en el arbitraje, lo haya perjudicado o no. Ese es un Mourinho. Puertas para adentro hay otro. Su liderazgo paternalista lo transforma en una figura sobre la cual el jugador puede apoyarse y hasta llegar a formar un vínculo estrecho, siempre guardando las distancias necesarias entre técnico-futbolista. El abrazo de telenovela mexicana con el que se despide de Materazzi al dejar Inter lo grafica a la perfección. Rudo por un lado; comprensivo por el otro. Clave para comandar con éxito un plantel repleto de jóvenes como el actual Chelsea.

Seis años después, José Mourinho regresa al Chelsea. El técnico más ganador de los Blues, con dos Premier League y otros cuatro títulos locales regresa a un equipo que se parece en casi nada al que dejó en 2007. Pero Mou es el mismo. Con lo mucho bueno y lo poco malo.

Su estilo de juego camaleónico dificulta la tarea de encasillarlo. No se le caen los anillos por plasmar una idea ultraconservadora cuando el partido lo requiere. Ejemplo ilustre de su pragmatismo es la recordada vuelta de Champions al mando del Inter contra el Barcelona. Partido por el que muchos se aferran para tildarlo de “defensivo”, “antifútbol” o “tacticista”, su versión paganista. Si hubiera alguna necesidad de etiquetar, sin dudas esa etiqueta no lo define.

Hay ciertos patrones que se repiten en sus equipos. Suelen ser directos y preferir el vértigo en el mediocampo, en vez de la elaboración lenta y pausada. La línea de 4 en el fondo también es una marca registrada mourinhista.  Casi siempre con dos laterales criteriosos a la hora de la salida y proyección. Del mediocampo para adelante, prefiere ir de afuera hacia adentro con jugadores desequilibrantes en el uno contra uno. Para ese propósito, la inversión de perfiles es un recurso preeminente. Por ejemplo, Cristiano (diestro) por izquierda y Di María (zurdo) por derecha. Pienso en, por ejemplo, Mata y Hazard para esas funciones.

Durante la semana, en el entrenamiento diario, responde a un concepto que en Europa llaman “periodización táctica”. Implica supeditar cada ejercicio al tipo de juego que el entrenador pretende que su equipo desarrolle. O más simple: la idea futbolística determina toda metodología de entrenamiento implementada. El propio Mou, además, agrega que su método involucra los cuatro planos del juego. “Interligación de todos los factores”, lo denomina. Tanto la faceta táctica, como la técnica, la física y la psicológica intervienen en cada ejercicio. Ninguna queda afuera.

El Mourinho personaje (fuera de la cancha) despierta menos amor que odio. Arrogante en cada actitud, provocador en cada declaración, sobrador en cada gesto. Ante la derrota se excusa en el arbitraje, lo haya perjudicado o no. Ese es un Mourinho. Puertas para adentro hay otro. Su liderazgo paternalista lo transforma en una figura sobre la cual el jugador puede apoyarse y hasta llegar a formar un vínculo estrecho, siempre guardando las distancias necesarias entre técnico-futbolista. El abrazo de telenovela mexicana con el que se despide de Materazzi al dejar Inter lo grafica a la perfección. Rudo por un lado; comprensivo por el otro. Clave para comandar con éxito un plantel repleto de jóvenes como el actual Chelsea.