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Morosini: el apellido de la muerte

Piermario Morosini falleció en pleno partido el 14 de abril del 2012. Su madre se murió cuando él tenía 15 años y su padre cuando cumplió los 17. Tenía dos hermanos discapacitados. Uno se suicidó.

El árbitro del partido entre el Pescara y el Livorno, correspondiente a la Serie B de Italia, hace sonar el silbato y para el encuentro. Van 31 minutos de la primera parte. Hay un futbolista caído en el suelo. Se cayó sólo. No reacciona, no se mueve. No tiene pulso, está inconsciente. La incertidumbre desborda en los médicos, en los mismos jugadores y en todo el estadio. Muchos de los que pisan el césped se toman la cabeza con sus dos manos. Hay desesperación. Quien está fulminado en el césped es el italiano Piermario Morosini, fallecido ese mismo día, 14 de abril de 2012, en el hospital Santo Spirito de Pescara, a causa de un paro cardíaco.

Morosini, antes de arribar al conjunto Amaranto –así se apoda al Livorno en el país italiano- había jugado en el Udinese, en el Bologna, en el Vicenza, en el Reggina y en el Pádova. Además, defendió los colores de Italia en la Eurocopa Sub 21 de 2009, disputada en Suecia y ganada por Alemania, verdugo de la Azzurra en Semifinales.

Sin embargo, lo curioso no tiene que ver con el fútbol en sí, sino con el karma familiar del centrocampista, plagado de tragedias y oscuridad. Una sucesión de hechos que derivaron en muerte hace novedosa, y lamentable, la historia que rodea a Morosini.

Camila, su madre, falleció cuando él tenía 15 años. Incluso, para acrecentar las penas y el sufrimiento, dos años más tarde quedó huérfano, a consecuencia de la muerte de su padre Aldo. El futbolista soportó lo insoportable del dolor. Quien no logró aguantarlo fue uno de sus dos hermanos discapacitados, que optó suicidarse. Morosini, hasta el día de su muerte, se hizo cargo de Carla María, su hermana mayor, también discapacitada.

“Son cosas que te marcan y te cambian la vida, pero al mismo tiempo te llenan de rabia y te ayudan a darlo todo para lograr aquello que también era un sueño de mis padres”, explicaba el propio jugador cuando se le preguntaba acerca de la constante presencia de la parca.

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Antonio Di Natale, compañero de Morosini en Udinese, tuvo un acto grandísimo de solidaridad, de esos que se merecen el cielo y mucho más y de esos, también, que son más meritorios que alzar una Copa del Mundo. Cuando se enteró de la muerte de su amigo, tomó la decisión de cuidar a la hermana mayor del fallecido: “Perdí a mi madre hace cuatro años y como él ya había pasado por eso me sentí muy cerca. Fue un excepcional compañero, lleno de vida. A pesar de todos los problemas que tenía, siempre estaba a disposición del equipo. Su hermana lo era todo para él, por eso he pedido a todos los capitanes de la Serie A y de la Serie B que ayuden a la muchacha”. El llamado al apoyo a Carla María por parte del delantero fue escuchado y el Udinese abrió, en su momento, una cuenta bancaria para recaudar fondos a través de su fundación para ayudarla de por vida. Casi al mismo tiempo, el presidente del Atalanta explicó a través de un comunicado que el club se haría cargo de la hermana del futbolista.

Tres meses antes de la muerte de Morosini, el ex futbolista congoleño Fabrice Muamba casi pierde la vida en pleno partido contra el Tottenham, cuando jugaba para el Bolton, debido a un paro cardiorrespiratorio. Hoy, el mundo sigue consternado por la tragedia del ecuatoriano Chucho Benítez, fallecido por la misma causa que la de Muamba y que la de Morosini. Algunas veces la muerte quiere sentir los verdes de las canchas, pisar las pelotas y convertir los goles. Dice que se siente excluida del fútbol. Nosotros le decimos que no sabe jugar, le repetimos que hace goles en contra y le aclaramos que los goles en contra que mete, matan. Ella nos contesta que no le importa.

@santicapriata