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La tarde del adiós al ultimo gambeteador

En una tarde noche emotiva, con un estadio Monumental colmado, Ariel el “Burrito” Ortega recibió su merecido homenaje, que le pone un broche de oro a la excelente carrera que tuvo como jugador.

Recién habían pasado las primeras horas del mediodía de este sábado 13 de julio cuando el Antonio Vespucio Liberti abrió sus puertas una vez más. No había un campeonato por jugar, ni puntos por disputar. En esta ocasión, la casa blanca del fútbol argentino se vestía de gala para rendirle homenaje al eslabón entre Messi y Maradona. Luego de una semana con lluvias, nubes y humedad, en pleno julio, el cielo se abrió y dio paso al sol para que sea el encargado de darle la llama inicial a este histórico evento.

De a poquito la gente se fue aproximando al estadio, con banderas, con afiches, con remeras. En familia y con una felicidad difícil de ocultar, los hinchas de River fueron colmando cada una de las tribunas en las que su ídolo los llenó de futbol. Y con el comienzo del show, la paciencia se agotó. Todos querían verlo a él. Cuando la hora señalada llegó, y los equipos ya habían saltado al campo de juego, el Monumental tronó al unísono  “Orteeeeega, Orteeeeeega, Orteeeeega…” Y ahí se lo vio, saliendo por el túnel una vez más, con la banda roja cruzándole el alma, la vincha sosteniéndole las canas y la 10 en la espalda.

Las primeras palabras de Ariel ante el publico.

Con el partido ya en marcha, solo restaba disfrutar. Disfrutar de verlo a Ariel jugar nuevamente en su casa, su lugar. Disfrutar de ver a esos monstruos que supieron portar el manto sagrado con dignidad. Disfrutar de la magia intacta de Francescoli, el despliegue de “Juampi” Sorin, la sapiencia del “Muñeco” Gallardo, la inteligencia del “Negro” Astrada, la picardía de Hernán Díaz. Símbolos de una época en la que solo valía Ganar, Gustar y Golear. Con Ramón y el “Tolo” Gallego como DT´s, se volvió a reunir toda la gloria riverplatense en un solo lugar. Luego de años de destrato y basureo a la identidad, el ADN “millonario” dijo presente para poner las cosas en su lugar.

Ortega y sus hijos mirando la pantalla. Emoción.
Ortega y sus hijos mirando la pantalla. Emoción.

Con el caer de la noche y el comienzo de la segunda mitad, el “Burro”, que había jugado el primer tiempo para el equipo de “los amigos de Ortega”, se cambió de camiseta  y se dio el gusto de jugar por última vez con la banda puesta en el mismísimo Monumental. Marcelo Gallardo, en el medio de una gran ovación, salió de la cancha y dejó su lugar a Tomás. Y Tomás, ese delantero de las inferiores “millonarias” se dio el gusto de jugar con su papá. Y con la emoción a flor de piel pudo gritar un gol con un pase de Ortega a Ortega.

La irrupción de Andrés Calamaro en el medio del partido, ingresando con el resto de los hijos de Ariel, precipitaba el final. Sosteniéndose en ellos, miró emocionado el video que se proyectó en la pantalla del estadio. Y luego de ese video que hizo llorar a más de uno, se dispuso a dar una  vuelta olímpica caminando y saludando a cada una de las cuatro tribunas del estadio que en un mar de lágrimas despidieron al último ídolo.

El momento tan esperado ya llegó, y ya se consumó. Ariel Arnaldo Ortega tuvo su partido homenaje donde él quiso, con la gente que él quiso, y con los compañeros que él quiso. Y los hinchas, tuvieron la oportunidad de despedirlo del verde césped, aunque a través de los cantos  dejaron bien en claro que “Ortega es de River, de River no se va…”.

Comienza una nueva etapa en la vida del “Chango”, ya no va a jugar más, pero la ligazón con el club seguirá. No solo porque su hijo juega en las inferiores, si no porque el ya avisó “Algún día quiero dirigir a River”.  Y esas puertas, que algunas veces una manga de incrédulos le intentaron cerrar, se mantendrán abiertas gracias al amor y el cariño de la gente, de SU gente. La que en esta inolvidable tarde noche del 13 de julio del año 2013, colmó un estadio entero para despedir para siempre de una cancha al ultimo gambeteador.

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El estadio mas grande del país colmado solo para él.