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Joe Louis vs Max Schmeling: La pelea del siglo

Hace casi 80 años, dos pilares del boxeo de principios de siglo serían protagonistas de la pelea más instrumentalizada que jamás se haya visto. Política, guerra y racismo detrás de un deporte.

Era el mes de junio del año 1936, el hasta entonces  invicto Joe Louis recibía en el Yankee Stadium de Nueva York al alemán Max Schmeling. “El bombardero de Detroit”, como le decían a Louis, se había transformado en ídolo de las multitudes, sobre todo en los jóvenes hombres y mujeres de color que veían en él una esperanza para acabar con el racismo existente por ese entonces en Estados Unidos. Década del 30`, hablamos de una sociedad norteamericana con un grado de discriminación inimaginable para quienes no vivieron esos días. Baños para negros, colectivos para negros, calles para negros, barrios para negros, una “vida para negros” opuesta completamente en todos sus aspectos a la “vida para blancos”.

El alemán, único campeón mundial de boxeo de su país, venia en representación de un régimen dictatorial que se encontraba en su punto de ebullición. Adolf Hitler había comenzado con su política expansionista y su plan siniestro ya estaba en marcha. Es por eso que el Káiser y todo su aparato propagandístico no podían dejar pasar la oportunidad. Además de organizar los Juegos Olímpicos en Berlín en ese mismo año, esta pelea era una excelente oportunidad para demostrar la superioridad de la raza aria.

En el 12do round, Schmeling noqueó a Louis dejando a todo el estadio enmudecido, era la primera vez que el local perdía, en pleno conflicto político y encima contra un alemán. Con o sin su consentimiento, la victoria de Max fue utilizada como propaganda política del nazismo a través de la representación de la misma como “un triunfo de la raza aria sobre los negros” y el pugilista fue elevado a la categoría de héroe nacional. “¡¿Pueden mostrarme algo mejor que Schmeling?!”, gritaba el Fuhrer.

El afiche de la pelea. (Fuente: Internet)
El afiche de la pelea. (Fuente: Internet)

Al año siguiente, mientras Hitler firmaba el acuerdo que formalizaría el grupo de “las potencias del eje”, Louis obtenía el titulo de campeón del mundo tras vencer por nock out en el 8vo asalto a James Braddock, convirtiéndose en el primer negro en ser campeón mundial desde  que Jack Johnson lo había sido en 1915. Joe dijo que no se sentiría un verdadero campeón, hasta tanto no derrote al único boxeador que le había hecho conocer la lona. Y luego de dos peleas menores, firmó el contrato  para llevar a cabo “la gran revancha”.

La fecha fue pactada para el 22 de junio de 1938. En los días previos a la pelea, Joseph (su nombre original) visito al por entonces presidente Franklin Delano Roosevelt. Según el New York Times las palabras textuales del primer mandatario para con el boxeador fueron  “Joe, necesitamos músculos como los tuyos para derrotar a Alemania. Recuerda que cuando una causa es justa un americano nunca pierde”, cargando aun mas de connotaciones políticas al combate. Los norteamericanos estaban desesperados, tenían sed de venganza. Para ellos la revancha no era más que el bueno contra el malo de la película, los Estados Unidos libres frente a la Alemania nazi, la libertad frente al fascismo. Era la lucha del bien contra el mal.

La llegada de Max al continente del norte para la revancha fue un escándalo, cientos de personas se juntaron en la puerta del hotel donde concentraría abucheándolo al grito de “nazi, nazi, nazi”. Junto con Schmeling, viajaba un agente del departamento propagandístico del régimen que se encargaba de fogonear la pelea en los medios de comunicación a través de declaraciones como “Un negro nunca puede vencer a un blanco”, o esgrimiendo que lo recaudado por el “Perro Nazi” (como lo apodo la prensa norteamericana a Schmeling) sería utilizado por Alemania para la compra de mas armamento.

La primera noche del verano norteamericano del 38´ quedará para siempre en la historia. Con 24 años y una balanza que arrojó 90,3 Kg.,  Joseph Louis Barrows recibía nuevamente en el Yankee Stadium a quien fuera su único vencedor dos años atrás. Maximillian Adolph Otto Siegfried (nombre original de Max), con 32 años  y una balanza que dio 87,7 Kg. subía al ring en los Estados Unidos, quiera él o no,  con el cartel del “héroe de la raza superior”. Más de setenta mil personas habían comprado su ubicación. Fue transmitido por radio en cuatro idiomas distintos (inglés, alemán, portugués y español) y se estima que fue escuchado por un número no inferior a las 70 millones de personas en todo el mundo.

Increíblemente, la pelea duró tan solo 124 segundos. Fueron dos minutos y un poquito más en los que Louis se devoró al alemán. Al sonar la campana Joe salió disparado de su rincón y puso contra las cuerdas a su rival. Tras una gran combinación, Max, a punto de caer, quedó sostenido de las cuerdas. La lluvia de golpes de Louis no cesaba, Schmeling solo levantaba los puños mostrando una tibia defensa. Cayó al suelo por primera vez y se levantó. Ya reincorporado se abalanzó sobre norteamericano, quien lo esperó con un derechazo que lo depositó directamente en la lona. Cuando el teutón intentaba recomponerse, desde su rincón cayó la toalla blanca que marcaba el final.

 (Video de la pelea completa)

El bien había triunfado sobre el mal y una persona de color era tapa de los principales diarios deportivos del mundo. Finalmente, Joe Louis se había podido desquitar con quien había sido el único que lo había hecho conocer el polvo de la derrota. ¡Y de qué manera! Solo dos minutos y cuatro segundos bastaron para que Schmeling cayera definitivamente en un combate en el que solo pudo tirar dos golpes.

Fue una pelea bisagra para los dos. Luego de eso, Max no volvió a pelear nunca más por un titulo mundial. Tuvo solo seis presentaciones posteriores que fueron todas  en Alemania y contra rivales de menor fuste. En cambio Louis, por su parte, defendió la corona hasta 1949 acumulando un record de 25 defensas.

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En coincidencia, tras la pelea, los dos fueron enlistados en los ejércitos de sus países para la Segunda Guerra Mundial.  El “Perro Nazi” entró como paracaidista y fue herido en Creta en el 41`. Luego de eso, solo dio algunas exhibiciones para las tropas alemanas. Por su parte, Louis formó parte del ejército durante esos 4 años en los que no se subió a un solo ring. Posteriormente, organizó exposiciones para las tropas y llegó a donar más de 100 mil dólares al Fondo de Ayuda para el Ejército.

Joe y Max. Con el paso del tiempo, se hicieron grandes amigos.
Joe y Max. Con el paso del tiempo, se hicieron grandes amigos.

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“Mirando atrás, soy casi feliz de perder aquella pelea. Sólo imagino si hubiera regresado a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis, pero ellos me habrían dado una medalla. Tras la guerra, pude haber sido considerado un criminal de guerra” declaró Schmeling años más tarde, refiriéndose al combate con quien terminaría siendo su “gran amigo Joe”.  A quien ayudó económicamente en sus peores momentos y hasta se dice que financió gran parte de los gastos de su funeral en el 81`. Max, a pesar de ser usado por el régimen dictatorial de Hitler, siempre se negó a formar parte del partido nazi. E incluso, además de pedirle expresamente al Fuhrer que “cuide especialmente” de los deportistas norteamericanos en las Olimpíadas de Berlín, se dice que dio refugio a judíos en su propia casa y ha salvado a otros de distintos campos de concentración.

Fue una velada boxística excitante, que paralizó al mundo entero y significó mucho más que una noche de box. Contextualizada en 1930, la lucha interna de Louis para a través de su victoria posicionar la gente de color oscuro en un lugar poco frecuente, y lograr que el mundo comience a cambiar su forma de pensar; y el trasfondo político impuesto por los gobernantes de los dos países implicados que vieron la oportunidad de utilizar a este deporte con otro fines son, sin dudas, argumentos suficientes para catalogar a este evento como la pelea del siglo.