Esta tarde, la AFA dio a conocer un nuevo listado oficial de todas las competencias nacionales y sus respectivos ganadores. Un reconocimiento a la era Amateur, que muchos prefieren olvidarse que existió y significó el origen del fútbol local. Un reconocimiento que tuvo lugar un 6 de agosto, fecha en que se conmemora el aniversario número 91 del fallecimiento de Jacobo Urso, un prócer del San Lorenzo en la época del Amateurismo. Tal vez la fecha sea casualidad, tal vez obra del destino.
Cuando Rosa Florio y Jacobo Urso padre decidieron dejar Italia para venir a probar suerte a la Argentina, no podían imaginarse qué futuro les deparaba Buenos Aires. San Lorenzo de Almagro se había fundando hacía tan sólo seis años cuando Jacobo y su hermano Antonio se incorporaron a las inferiores del club, en 1914. Sus evidentes cualidades lo llevaron a destacarse por sobre sus compañeros y un año después, a sus 16, Jacobo saltó sin escalas de la sexta a la tercera categoría.
Jacobo Urso no sólo tuvo el orgullo de integrar el equipo que inauguró el Viejo Gasómetro el 7 de mayo de 1916 y que venció 2 a 1 a Estudiantes de La Plata, sino que además representó el primer jugador del club de Boedo en ser citado a la Selección Argentina en 1919 y 1920. En un momento donde en Argentina comenzaba a implementarse el novedoso sistema táctico del Método, con dos zagueros, tres “halfs” y cinco delanteros, Urso se erigía como el “half izquierdo” de mayor categoría a nivel nacional.
En el auge de su breve pero promisoria carrera, que finalmente dejó un saldo de 107 partidos disputados y 6 goles convertidos, llegó el final apresurado la tarde del 31 de julio de 1922. San Lorenzo visitaba a Estudiantes de Buenos Aires en su vieja cancha de Figueroa Alcorta y Dorrego por la 13° fecha del torneo de la Asociación Amateurs de Football. Luego del aburrido 0-0 del primer tiempo, los jugadores de ambos equipos salieron al campo de juego decididos a otorgarle al público un espectáculo digno o por lo menos un mínimo entretenimiento que les hiciera olvidar del frío que reinaba en el Club Palermo.
Fue a los 10 minutos del complemento cuando se produjo el incidente. Urso, esta vez de “centro half”, corrió a disputar una pelota dividida en mitad de cancha y chocó fuertemente con dos rivales. A pesar de su dolor y del consejo de sus compañeros, al futbolista no se le cruzó por la cabeza dejar a su equipo con diez jugadores (en ese momento no se permitían cambios). Se levantó escupiendo sangre y lo único que aceptó del banco de suplentes fue un pañuelo para morder y así palear el inmenso dolor en su espalda. Veinte minutos después de aquél episodio, el mediocampista recorrió la banda izquierda hasta el fondo del campo rival y sacó un centro que su hermano Antonio convirtió en gol. Con el 1-0 puesto y con el pitido final del árbitro, cayó desmayado en la cancha. Una vez internado en el Hospital Ramos Mejía, descubrieron que las dos costillas fracturadas que se habían incrustado en uno de sus riñones y luego de dos intentos fallidos de cirugía, la vida del joven jugador de 23 años se esfumó a las 18 horas del 6 de agosto.
“No lo lamento por mi, sino por mi club que necesita de mis esfuerzos para escalar los puestos que faltan para colocarse a la cabeza del Campeonato”, fueron las últimas palabras de Jacobo Urso a la prensa, ya hospitalizado. Hoy, el mártir de San Lorenzo ya tiene su metro cuadrado del fideicomiso para la Vuelta a Boedo. Y desde el cielo él también espera ansioso el regreso a su hogar.
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