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Federer 2.0

La pasión puede más, por algo Roger Federer no desiste. Desde 2003, que el helvetico no salía del top 5 en el Ranking de la ATP y, sin embargo esto no parece afectarle. Con el US Open a la vuelta de la esquina, Roger intenta renovarse e innovar para no quedar afuera de la pelea. Ni sus problemas en la espalda ni sus derrotas inesperadas parecen detenerlo. El lunes, cuando empiece el último torneo grande de la temporada, el tenista más grande de la historia irá por todo.

Los años no vienen solos, ni siquiera para Federer. El jugador más estilista del circuito, el menos propenso a las lesiones por su técnica perfecta, los está empezando a sentir. Es normal. Tenistas de su edad, por desgaste mental o lesiones, ya se empiezan a retirar y, los que la siguen peleando, por lo general están muy abajo en el ranking. Tal es así, que dentro del top 20, se encuentran solo tres jugadores mayores de 30 años. Solo el mismo Roger, Ferrer y Haas, se salen de la regla.

Por esta misma razón, no es extraño que el mejor jugador de la historia cambié su forma de juego. Su espalda lo tiene a mal traer y ya no puede trabajar tanto los puntos. Se nota, sobre todo, en puntos intensos y en peloteos largos. El físico lo hace pagar y le faltan pasos de ajuste antes del golpe, que, por lo general, son suplantados por una zancada más larga o el intento desesperado de un manotazo salvador o un golpe mágico.

Sin embargo, en la búsqueda de no cambiar la esencia de su juego, Roger cambió su raqueta. Optó por una más grande, de 98 pulgadas de diámetro en vez de la de 90 que usaba, para intentar encontrar más fácil el centro y añadirle un poco más de potencia a su juego mermado por lo físico. De esta manera disputó El ATP 500 de Hamburgo, donde, como tantas veces en el año, fue sorprendido. aquella vez, por el argentino Delbonis.

El experimento duró poco, Federer se dio cuenta que no estaba para un cambio tan brusco a esa altura de su carrera y volvió a su vieja raqueta, Orta vez la de 90 pulgadas. Pero ese no fue lo único que varió. En Cincinnati, el último torneo que disputó previo al US Open, se vio un Roger más lanzado, jugando con más top, buscando aperturas tempranas, arriesgando más y cerrando en la red lo más rápido posible. Su saque se convirtió en una de las armas más importantes. En otras palabras, se vio un Federer de puntos cortos. Y, a pesar que sufrió algunos vaivenes en su juego, perdió el primer set de los octavos de final 1-6 frente a Haas, se repuso y mostró una cara completamente distinta en cuartos frente a Rafael Nadal, jugando de manera impresionante el primer set y medio para luego ser sobrepasado por el físico y el juego desgastador que propone el español. “Di un paso adelante, voy en la dirección correcta”, declaró “Su Majestad” después de la derrota.

El lunes arranca el US Open y es un desafío completamente distinto para este nuevo Federer. Los partidos van a ser indefectiblemente más largos y los jugadores siempre para estos torneos están más motivados. Además, como si fuera poco, tiene altísimas chances de cruzarse en cuartos otra vez con Rafa, el Amo y señor de este tipo de partidos. ¿Será un renacer para Roger? ¿O el fin de la era más gloriosa de la historia del circuito?