Pareciera que no fue hace tanto, incluso cuesta aceptar la idea de que uno de los máximos referentes de la escena punk nacional haya dejado de existir terrenalmente.
El 30 de mayo de 2002 en un confuso episodio para algunos, una desgracia para otros, Manuel Ricardo Espinosa falleció al impactar su cuerpo contra el asfalto proveniente del quinto piso de un monoblock de Avellaneda.
Muchas fueron las versiones e historias que se tejieron en torno a la muerte de “Ricky”, que quiso volar, que amenazo con tirarse si perdía un partido al winning eleven, hasta se manejo la idea de un suicidio. La realidad la explicó muy claramente su padre Orlando Espinosa: “Ricardo no se quitó la vida, fue un accidente, nadie elige su destino ni su enfermedad, el alcohol lo afectaba terriblemente, lo golpeaba muy fuerte”.
“Si yo soy así no es por culpa de la droga, si yo soy así no es por culpa del alcohol”, pero ¿cómo era “Ricky” en verdad?, nuevamente se escuchan mil versiones que van desde un genio a un hijo de puta.
Lamentablemente, la inmadures producto de la adolescencia no me dio el valor para acercarme a hablarle y poder hoy expresar cómo era en primera persona. Sólo puedo decir que hasta tiempo antes de su muerte era común cruzarlo por algunos puntos de avellaneda, el primero que se me viene a la mente el kiosco que atendía el último baterista de Flema, Diego Piazza.
Lejos de ser un rock star, como se lo quiere pintar, “Ricky” era un pibe de barrio de familia laburadora, que hasta su último día vivió en la casa de sus viejos. Si hubiese que definirlo en pocas palabras seguramente serían la sencillez y la solidaridad.
Sencillez, porque tenía el don de poder expresar con letras simples cuestiones complejas de la vida, y solidaridad porque desde siempre se encargó de promover y ayudar a las bandas más chicas que Flema.
Flemita, fue el nombre que dio a una de sus bandas paralelas, con esta grabo dos discos, “Underpunk” y “¿Raro? Raro tenés el orto”. El primero, el más importante, tuvo como objetivo dar a conocer grupos de la escena punk nacional, Bulldog, Sin Ley, Embajada Boliviana, entre otros tantos que fueron homenajeados.
“Mantu” de Bulldog no duda en definirlo como “un amigo a quien apreció y admira muchísimo”, lo mismo ocurre al preguntarle a cuanta persona, músico o no, que haya compartido algún tiempo con él.
Volviendo al día de hoy, los seguidores lo idolatran cual si fuera un Dios, la prensa lo tilda de falopero y bardero, los que lo conocieron lo admiran y respetan. En Rock ´N Ball nos quedamos con esta última definición, porque “Ricky” dejó un legado no con sus anécdotas aspirables sino con sus letras.
Para cerrar, mientras en algún barrio de la argentina se repitan “tres sucios tonos”, el punk seguirá sonando, y mientras que el punk suene “Ricky” seguirá vivo.
Salve “Ricky”, salve “Flema”.
Twitter: @bugallomatias
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