El hincha está solo, no tiene quién cuide de él. Los que deberían hacerlo rinden cuentas a otros, a los que generan violencia. Ayer quedó demostrado esto, cuando el diario Clarín anunciaba un posible enfrentamiento entre dos facciones de la barra de Boca el cual, finalmente, sucedió. En medio de la balacera hinchas, niños, gente que nada tiene que ver con el fútbol. Y nos acostumbramos a esto.
El hincha se preguntaba por qué ninguno de los dos partidos del triangular de Invierno entre Boca, Estudiantes y San Lorenzo se jugaba en La Bombonera. Ningún dirigente ni nadie del club salió a dar explicaciones. El hincha Xeneize se quedaba sin poder ver a su equipo de local y sin saber la verdadera razón. Al jugarse con público visitante, al menos podrían ir a ver al club de sus amores unos pocos. Esos pocos correrían peligro y políticos, dirigentes y policías lo sabían.
El hincha se acostumbró a que esto pase. La historia entre la barra de Boca oficial y la que se le opone tenían un antecedente cercano. El 14 de julio en el primer partido de la Copa de Invierno contra Estudiantes, el grupo disidente intentó copar la tribuna pero la barra oficial rompió dos de sus autos con la intención de frenar la avanzada. Un aviso de lo que iba a pasar. Y pasó.
El hincha ante San Lorenzo tuvo que sacar su entrada por el sistema de ranking. El problema fue que en la página oficial de Boca Juniors, encargada por desinformar más que por informar al socio, no publicó quién podía canjear su ticket. Había que llamar para saberlo. La consecuencia fue obvia: quedó un remanente. Esas entradas sobrantes se pusieron a la venta hoy sin aviso oficial en la cancha de San Lorenzo, solo los medios se encargaron de informarlo. Sospechoso.
El hincha de Boca fue entregado por la dirigencia de Boca. Ni Daniel Angelici ni ningún dirigente sabía sobre este enfrentamiento pero un periodista de Clarín si. El presidente de Boca dice “la mayor parte de la culpa la tiene el Estado”, el Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, dice que “fue algo organizado y pesado” y concluye con que “es inclaudicable mi decisión de que se juegue sin visitantes”. Otra vez el perjudicado es el hincha. Otra vez el hincha pierde.
El hincha vive dormido. Canta, baila, ríe, llora por su equipo pero ante estos hechos no hace nada. Hasta que no se una el hincha dejando atrás la rivalidad barrial, los colores, y piense en un sentimiento en común, el amor incondicional a la camiseta, sea azul y amarilla, roja y blanca, azul y roja, celeste y blanca, basta tan solo con unir eso, unir esa pasión y despertar, no quedarse más quieto viendo como se incrementan las muertes en una cancha de fútbol. Porque es cierto esa frase que dice que “el fútbol es el reflejo del país” y, como tal, si uno no se queja, no sale a la calle a decir “basta”, la gente seguirá muriendo, los violentos seguirán ganando, el hincha seguirá perdiendo. Mientras tanto, ayer quedó otra vez demostrado que el hincha está solo, contra todos.
Comentarios