Leo Ponzio parece ser el único indiscutido en el once inicial de River. Lleva la cinta cuando Trezeguet no está. El hincha lo ovaciona domingo a domingo. El periodismo se deshace en elogios. Sabella lo incluyó en la última convocatoria para la Selección. Y hasta jugó varios minutos en la Paz contra Bolivia. Todos indicios que sostienen esa presunta titularidad irrevocable.
El error reside justamente en nublarse con los indicios y soslayar su pobre rendimiento desde que arrancó el Torneo Final. Aunque también quedarse con su producción individual sería insuficiente. El análisis, además, debe atender la influencia que ejerce Ponzio en el funcionamiento colectivo.
El mejor partido oficial del tercer ciclo de Ramón Díaz fue el último con Racing. Sobre todo la primera parte, mostró a un River con dinámica y precisión en la mitad de cancha como nunca antes. Ledesma se transformó en eje y fue primer pase claro. Rojas abandonó la izquierda para combinar con el Lobo y Sánchez, quien también flotó por el centro. Hubo triangulaciones, toques de primera y movimientos sin pelota; un ítem imprescindible que River menosprecia hace años. Contra Racing, Ponzio no jugó. En materia colectiva, a su vez, sobresale el primer tiempo frente a Estudiantes, con el mejor gol del campeonato incluido. Contra Estudiantes, Ponzio tampoco jugó.
No es casualidad que las producciones colectivas de mayor relieve hayan tenido a Ponzio fuera del equipo. Entorpece el despliegue del juego asociado que River exhibió en los primeros tiempos contra Estudiantes y Racing. Tarda en desprenderse de la pelota; traslada más de lo que debería; intenta gambetear en lugares inaccesibles en vez de simplificar con un toque; tira pelotazos y cambios de frente de 40 metros que rara vez llegan a destino. Se toma licencias que escapan sus posibilidades técnicas. Y un jugador que desconoce sus limitaciones no sirve. A veces, distrae con la espectacularidad de una corrida o un quite, cuando debería ser lo menos importante para el análisis global.
En el torneo pasado fue de los puntos altos (o de lo menos malo) de River. Ninguna maravilla. Se exageró bastante, pero en ese equipo sí era necesario porque al menos se rebelaba ante la escasez de ideas. Tomaba las riendas y con dos o tres corridas por partido podía torcer el rumbo. Ahora, además de la baja en su nivel, emergió la figura de Rojas como factor esencial en la creación y en las últimas fechas Ledesma levantó mucho. Habrá que ver si ese espejismo se transforma en realidad.
Entonces surge la duda de si Ponzio tiene que volver al primer equipo. Y si vuelve, por quién. Pero antes resta definir una cuestión clave: su función dentro de la cancha. Para cinco de creación, pierde demasiadas pelotas por partido. Para cinco de marca, es desordenado y despreocupado; termina lejos de la jugada y le mira el número al rival. Si Ramón decide devolverle la titularidad, primero tiene que bajarlo a tierra y hacerlo jugar simple y concentrado. Queda en Ponzio saber asimilarlo o seguir en ese papel de crack que tan mal le sienta. Por el momento, el tándem Ledesma-Rojas pasó una prueba de fuego.
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