Podemos decir que a un futbolista le llegan sus años, a los treinta y monedas (en casi todos los casos), de ir dejando lo que ama, su oficio, su arte, al menos profesionalmente. Podemos hablar de Ariel Ortega, al que se lo ve sin sus reflejos jóvenes y con gambetas fácilmente adivinables, el que refleja la tristeza de los viejos tiempos y al que cualquier pique de veinte metros se le aplaude –lógico-, pero la magia y la calidad de esa derecha siguen intactas, o así lo demostraron hasta ahora exquisiteces, pases, definiciones o lo que sea.
Así, también, podemos describir el presente de Charly García. Un dejo de tristeza da verlo quedándose sin garganta constantemente, en varias ocasiones hasta ni escuchándole la voz aunque su boca esté gritando a medio centímetro del micrófono, sea todo esto lógico, tanto por su edad por lo que ya sabemos pasó estos años. Sin embargo, la contracara es más fuerte: la emoción, las lágrimas que provoca tenerlo a unos metros siguen ahí, como siempre. Al igual que el pie del crack, las manos de Charly nunca perdieron su calidad: sin voz, sin tantos movimientos –tanto vocales y gestuales como corporales-, sus dedos no pifian ni una nota, como cuando tenía veinte.
El rockero más importante y significativo que parieron estas tierras, en mi opinión, se presentó este fin de semana en el Orfeo Superdomo cordobés para presentar oficialmente Kill Gil, su último disco. Una mezcla de sensaciones se me presentó desde el primer momento. Recuerdos de aquellas veces en las que, desde el momento en el que de pedo caminaba, me sentaba con mi viejo, tío, abuelo o quien sea a escuchar y aprender. Todo esto sumado a que, justo en un recital de él, pude tenerlo al lado a mi viejo, justo en vísperas del día del padre. Eso es lo que provoca el Charly de hoy. Nostalgia, más aún para los “viejos”, sumado a lo que ya dije: el hecho de poder disfrutar de esos dedos que nunca perdieron la magia y siguen haciendo todo a la perfección, es impagable.
Con una puntualidad inglesa, Charly salió a la cancha con sus compañeros desde hace ya tiempo, a excepción de Rosario Ortega, la hermosa y veinteañera hija de Palito, que reemplazó a Hilda Lizarazu en coros. “No habrán traído bengalas, ¿no?”, anticipó antes de empezar a tocar Cerca de la revolución y Fanky, los encargados de dar inicio al concierto, puede decirse que con todo el agite. También, a lo largo del show, tocó temazos de Sui Generis y Serú Girán, como Confesiones de invierno y Eiti leda.
“No creo en vudúes, pero recemos todos a ver si le hace algo a Gustavo”. Esas fueron las palabras con las que Charly anticipó Rezo por vos, en apoyo a Gustavo Cerati, siendo este uno de los momentos cumbres en la fría noche cordobesa. Así lo fue también la trilogía final: Demoliendo hoteles, Canción para mi muerte y Popotitos (con toda la onda y el rocanrol posibles) fueron los encargados de darle fin al show.
La gente la pasó bien, Charly también. Bailó, jodió con su banda y hasta flasheó ser el presidente argentino: “Les habla el presidente de la Nación, a partir de mañana estará permitido el caos. Desde ahora, Córdoba será un país libre”, dijo desde la oscuridad en medio de un intervalo.
Charly, por más viejo y gastado que se lo vea, sigue vivo, y podemos decir que la está pasando bien, según él mismo dijo en más de una entrevista desde que salió de su internación. Disfrutémoslo mientras podamos, ya que, como ya se dijo y es sabido, la magia sigue intacta.
LISTA DE TEMAS
1. Cerca de la revolución
2. Rock and Roll yo
3. Fanky
4. Pasajera en trance
5. Los dinosaurios
6. No toquen
7. Confesiones de invierno
8. No importa
9. Me siento mucho mejor
10. Rezo por vos
11. Yendo de la cama al living
12. Estoy verde
13. El amor espera
14. Hablando a tu corazón
15. No voy en tren
16. Eiti leda
17. Demoliendo hoteles
18. Canción para mi muerte
19. Popotitos
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