Anoche, 15/08/2011, Juan Román Riquelme volvió a ser Juan Román Riquelme. Ese de paso cansino, ese que pone la pelota bajo la suela de su botín, ese que la mueve de acá para allá o ese que coloca un pase entrelineas dejando boquiabiertos a todos.
Pero ese Riquelme que tan bien le hace a este Boca de Julio Cesar Falcioni, le hace un mal muy grande. ¿Por qué digo que le hace mal? Respuesta concreta: genera una Riquelme dependencia en todo el funcionamiento del equipo.
El partido contra Unión de Santa Fe se liquido desde el vestuario, al minuto se junto una sociedad que promete mucho, Erviti para Riquelme, Riquelme para Erviti, gran taco de este último y gol de Viatri. Ya desde el minuto de juego, Juan Román se cargaba el equipo al hombro.
Los primeros 15 minutos fueron de apabullante dominio Xeneise, todo desde la suela de Román. Se movía de derecha a izquierda, abasteciendo a Clemente, a Erviti, a Rivero y a los dos puntas, Viatri y Cvitanich. Cuando el 10 bajo el ritmo, Unión emparejo el partido. Sin ideas, pero se emparejo. Cuando Riquelme volvió a conducir a Boca, el conjunto de Falcioni desequilibro de nuevo.
Ni cuando Sebastian Vidal, el 5 de Unión, le hizo sombra en el segundo tiempo, Riquelme dejó de abastecer y generar el buen juego que se vio en la lluviosa Bombonera. La frutilla del postre fue un gol a lo Riquelme, comba justa a un balón resbaladizo, que partió de su pie derecho para colarse en el arco de Bologna.
Todo paso por Román, lo bueno y lo malo. Lo bueno es el juego, lo malo cuando desapareció y Boca sintió un pequeño asedio santafesino.
Si bien el fútbol es un juego colectivo, este Boca esta circunscrito a lo que hace su 10. Esta vez le salio muy bien, goleo, gano y gusto. Pero su rival fue de un calibre inferior. ¿Qué pasara cuando el rival sea de mayor fuste? Ahora el que debe diseñar un plan B es Julio Cesar Falcioni o deberá cuidar su crack para que la magia brille siempre.
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