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A 35 años de “aquel” mundial*

El mundial de fútbol disputado en nuestro país en el año 1978, se llevo a cabo en el marco de un gobierno de facto. Un gobierno militar que había provocado un golpe de estado para tomar el poder por la fuerza (armada). La sociedad argentina vivía momentos de mucha confrontación, con altos niveles de violencia. La gente quería que se acabara con “la guerrilla”, pero no le importaba saber cómo. Y fue en este contexto en el que la dictadura militar se estableció como aquel “Proceso de Reorganización Nacional”.

Este proceso incluía variadas cuestiones. Desde un liberalismo económico sin precedentes, donde fueron vendidos a precio vil distintos recursos estatales, donde se privatizaron empresas públicas y se estatizó deuda privada; hasta la más sangrienta y brutal represión militar sufrida en la historia del país, que acabó con la vida de 30 mil seres humanos. Pasando por otros aspectos que apuntaban a la construcción de un ideal del “ser argentino”, como una persona “hecha y derecha”. Y, aunque cueste decirlo, el mundial de fútbol realizado en nuestro territorio vino a sumar, a este último aspecto señalado, de una forma fundamental.

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Hablamos de un mundial que corrió peligro de realizarse en el país. Las denuncias, que tenían más resonancia en los medios extranjeros que en los locales, sobre la desaparición de personas, las torturas y demás prácticas ilegales llevadas a cabo por el estado, pusieron en peligro al mundial argentino de futbol. Los dirigentes de la FIFA de aquel entonces creían un error apoyar “ciegamente” la postulación de Argentina como sede.

En nuestra nación, se encontraba detenido el brasilero Paulo Antonio Paranaguá, un militante político de la alta sociedad paulista que había sido apresado  junto a su novia. Su abuelo materno, Antonio Leite, era allegado al en esos momentos presidente de la FIFA Joâo Havelange (si, otro que se mantuvo unos añitos en su cargo.) A la familia, que ya había intentado por todos los medios posibles pedir la liberación de Paulo Antonio al gobierno argentino, pero no había encontrado buenos resultados,  no le quedo otra que tener en cuenta la opción de pedirle al mandamás del futbol que sea él el encargado de reclamarle a Videla que libere a su nieto. La respuesta de Videla fue clara y precisa, “Esta bien, los sacaremos del país a Francia. Probablemente serán expulsados, pero a cambio de ello necesitamos la confirmación de que la FIFA respaldará a la Argentina como sede del campeonato del mundo para poner punto final a todo lo que se está diciendo en Europa” A lo que Havelange contestó, “General, usted tiene mi palabra. La FIFA no pondrá en duda a la Argentina como organizadora y tendrán todo nuestro respaldo”.

¿Cuál era la imperiosa necesidad de realizar dicho mundial en el país? ¿Traer un evento masivo a una sociedad convulsionada? ¿Entregarle al pueblo un espectáculo deportivo de elite? Hay que decir que la dictadura no nació, ni se mantuvo, gracias a un mundial de fútbol, pero que le fue de gran importancia para la búsqueda de consenso social, es innegable.

mostremos_al_mundo_como_somos_mundial

A través todo un aparato propagandístico, se intentaba convencer a la sociedad argentina de que con el mundial había que mostrarse como una sociedad avanzada, civilizada. “Los argentinos somos derechos, y humanos” rezaba uno de los slogans, haciendo una clara referencia  a lo que reclamaban para sí mismos aquellos que se resistían a ese orden establecido, los derechos humanos. El pueblo debía recibir al mundo de la “mejor manera”, y la “mejor manera” era mostrarse como un pueblo civilizado, sin conflictos sociales, que aceptara el estado de las cosas. El objetivo era  construir un “falso nacionalismo” basado en los valores éticos y morales que los sectores dominantes imponían. Para de esta manera, conformar una sociedad que, no sólo no cuestione las prácticas llevadas a cabo por ese gobierno, sino que también las apoye.

Muchos creen que el objetivo del mundial era funcionar como un opio. Que corriera el centro de atención de la sociedad, que la gente “adormecida” por el efecto de un mundial de fútbol, deje de prestar atención a las cosas que ocurrían en el país. Esto es cierto, en parte funciono así. Se endulzó a la gente con la construcción de ídolos, se la llevó a estar pendiente todo el día de lo que ocurría con el seleccionado nacional. Se buscó que el pueblo viva el mundial “a pleno”, siguiendo no solo la participación de Argentina, sino toda la competición.  Pero no fue sólo eso. El mundial vino a funcionar también, y esta es para mí la principal causa, como un aval para este gobierno que no había sido elegido por el pueblo.

De esta manera, el mundial se erigió como el primer símbolo de apoyo masivo al gobierno militar. Rafael Videla, quien hoy es recordado como el peor dictador de la historia del país, recibió la ovación de estadios repletos en varias oportunidades. Fue así como millones de personas suscribieron a esta idea publicitaria y oficialista de que la victoria deportiva “era el triunfo de un pueblo en paz”. Cuando este pueblo, lo que menos tenía por aquel entonces, era paz.

*Citas, datos, informaciones, y demás. Extraídas del libro de Pablo Llonto "La vergüenza de todos". Ediciones Madres de Plaza de Mayo (Año 2005.)

El mundial de fútbol disputado en nuestro país en el año 1978, se llevo a cabo en el marco de un gobierno de facto. Un gobierno militar que había provocado un golpe de estado para tomar el poder por la fuerza (armada). La sociedad argentina vivía momentos de mucha confrontación, con altos niveles de violencia. La gente quería que se acabara con “la guerrilla”, pero no le importaba saber cómo. Y fue en este contexto en el que la dictadura militar se estableció como aquel “Proceso de Reorganización Nacional”.

Este proceso incluía variadas cuestiones. Desde un liberalismo económico sin precedentes, donde fueron vendidos a precio vil distintos recursos estatales, donde se privatizaron empresas públicas y se estatizó deuda privada; hasta la más sangrienta y brutal represión militar sufrida en la historia del país, que acabó con la vida de 30 mil seres humanos. Pasando por otros aspectos que apuntaban a la construcción de un ideal del “ser argentino”, como una persona “hecha y derecha”. Y, aunque cueste decirlo, el mundial de fútbol realizado en nuestro territorio vino a sumar, a este último aspecto señalado, de una forma fundamental.

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Hablamos de un mundial que corrió peligro de realizarse en el país. Las denuncias, que tenían más resonancia en los medios extranjeros que en los locales, sobre la desaparición de personas, las torturas y demás prácticas ilegales llevadas a cabo por el estado, pusieron en peligro al mundial argentino de futbol. Los dirigentes de la FIFA de aquel entonces creían un error apoyar “ciegamente” la postulación de Argentina como sede.

En nuestra nación, se encontraba detenido el brasilero Paulo Antonio Paranaguá, un militante político de la alta sociedad paulista que había sido apresado  junto a su novia. Su abuelo materno, Antonio Leite, era allegado al en esos momentos presidente de la FIFA Joâo Havelange (si, otro que se mantuvo unos añitos en su cargo.) A la familia, que ya había intentado por todos los medios posibles pedir la liberación de Paulo Antonio al gobierno argentino, pero no había encontrado buenos resultados,  no le quedo otra que tener en cuenta la opción de pedirle al mandamás del futbol que sea él el encargado de reclamarle a Videla que libere a su nieto. La respuesta de Videla fue clara y precisa, “Esta bien, los sacaremos del país a Francia. Probablemente serán expulsados, pero a cambio de ello necesitamos la confirmación de que la FIFA respaldará a la Argentina como sede del campeonato del mundo para poner punto final a todo lo que se está diciendo en Europa” A lo que Havelange contestó, “General, usted tiene mi palabra. La FIFA no pondrá en duda a la Argentina como organizadora y tendrán todo nuestro respaldo”.

¿Cuál era la imperiosa necesidad de realizar dicho mundial en el país? ¿Traer un evento masivo a una sociedad convulsionada? ¿Entregarle al pueblo un espectáculo deportivo de elite? Hay que decir que la dictadura no nació, ni se mantuvo, gracias a un mundial de fútbol, pero que le fue de gran importancia para la búsqueda de consenso social, es innegable.

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A través todo un aparato propagandístico, se intentaba convencer a la sociedad argentina de que con el mundial había que mostrarse como una sociedad avanzada, civilizada. “Los argentinos somos derechos, y humanos” rezaba uno de los slogans, haciendo una clara referencia  a lo que reclamaban para sí mismos aquellos que se resistían a ese orden establecido, los derechos humanos. El pueblo debía recibir al mundo de la “mejor manera”, y la “mejor manera” era mostrarse como un pueblo civilizado, sin conflictos sociales, que aceptara el estado de las cosas. El objetivo era  construir un “falso nacionalismo” basado en los valores éticos y morales que los sectores dominantes imponían. Para de esta manera, conformar una sociedad que, no sólo no cuestione las prácticas llevadas a cabo por ese gobierno, sino que también las apoye.

Muchos creen que el objetivo del mundial era funcionar como un opio. Que corriera el centro de atención de la sociedad, que la gente “adormecida” por el efecto de un mundial de fútbol, deje de prestar atención a las cosas que ocurrían en el país. Esto es cierto, en parte funciono así. Se endulzó a la gente con la construcción de ídolos, se la llevó a estar pendiente todo el día de lo que ocurría con el seleccionado nacional. Se buscó que el pueblo viva el mundial “a pleno”, siguiendo no solo la participación de Argentina, sino toda la competición.  Pero no fue sólo eso. El mundial vino a funcionar también, y esta es para mí la principal causa, como un aval para este gobierno que no había sido elegido por el pueblo.

De esta manera, el mundial se erigió como el primer símbolo de apoyo masivo al gobierno militar. Rafael Videla, quien hoy es recordado como el peor dictador de la historia del país, recibió la ovación de estadios repletos en varias oportunidades. Fue así como millones de personas suscribieron a esta idea publicitaria y oficialista de que la victoria deportiva “era el triunfo de un pueblo en paz”. Cuando este pueblo, lo que menos tenía por aquel entonces, era paz.

*Citas, datos, informaciones, y demás. Extraídas del libro de Pablo Llonto “La vergüenza de todos”. Ediciones Madres de Plaza de Mayo (Año 2005.)