Adaptarse para sobrevivir. Reinventarse para vivir. Ese parece ser el lema de No Guerra, banda de trash, metalcore, y varios subgéneros más que se entremezclan en sus discos, siempre llenos de furia y verdades que precisan ser gritadas. Una vida de lucha, de transformación constante, y de inevitable evolución.
El grupo viene batallando en el metal argentino desde hace muchos años. Son una de las propuestas más novedosas del género, que suele ser demasiado tradicionalista. Y dentro de su estilo, en el 2019 el grupo de Zona Sur decidió renovarse. Se viene lo nuevo, y las ¿puteadas? Rock’n’Ball habló con Jair Rodríguez, miembro fundador, guitarrista y cantante de No Guerra, que cuenta cómo se prepara para la primera fecha del año, que tendrá lugar en El Teatrito, el 16 de marzo.
ROCK’N’BALL: Esta fecha es importante para ustedes, porque finalmente llegan nuevas canciones. ¿Cómo se preparan?
JAIR RODRÍGUEZ: Vamos a presentar dos temas nuevos, que estamos vendiendo como si fuesen dos discos. Vamos a laburar de esa manera. No vamos a sacar un disco por ahora, sí lo vamos a ir sacando en cuotas. Hicimos dos videos, uno para cada tema.
Nos preparamos para las puteadas, estoy más para eso, como cuando los punkies te escupían, pero mala onda… Seguramente habrá mucha gente que nos sigue que se va a enoja porque hay un cambio importante, es muy diferente lo que hicimos. A la gente de nuestro entorno se lo hicimos escuchar y nos dicen que no se esperaban ni de casualidad esto. Pero lo positivo es que les gustó, a pesar de la sorpresa. Eso me deja más tranquilo. Pero está el que seguro no le va a encantar.
RNB: ¿Por qué el cambio?
JR: Necesitábamos cambiar. Ya no nos motivaba seguir haciendo lo que ya sabemos hacer, lo que nos sale de taquito. Queríamos hacer algo diferente para no aburrirnos. Hacer dos canciones, y estamos mostrando el cambio que decidimos hacer con respeto a la línea musical que teníamos.
Tengo mi socio musical, con el que llevo la banda desde que arrancó es mi hermano. Y mi socio musical es Gustavo, el violero, que con él componemos las canciones. Con él, más que nada que no nos motivaba seguir con lo mismo, no nos seducía. Y queríamos buscar alguna alternativa dentro del metal, y abrir un poco la cancha. Ya estuvimos experimentando y amagando con sacar algunas cosas que quedaron ahí porque no nos convencía.
RNB: En qué sentís que hay más cambios?
JR: Bajamos la afinación, más grave, capaz eso hizo que al cantar no tenga que gritar y esforzarme tanto. En los discos anteriores era ir y gritar, en una sola nota. Y grababa tres canciones en una sesión. Al otro día lo mismo, y así, un disco entero en una semana. Ahora para grabar un tema estuve tres meses. Yendo y viniendo porque no me convencía. Me sentí cómodo. Eso nos fue seduciendo a seguir por ese camino. Le pusimos también que nunca habíamos puesto a canciones. Uno de los objetivos era sorprender, que tenga impacto. Si dicen “esto no es No Guerra”. No queremos ir a lo obvio, y que sea todo repetitivo. Yo me imagino cuál podría ser el resultado si nosotros seguíamos con la línea de siempre. Uno, o dos discos, está bien hacerlo en la misma. Hay bandas que hacen diez discos y no cambiaron, y está bien si no sintieron que tenían que hacerlo. Pero nosotros ya veíamos que el resultado iba a ser el mismo, y es como entrar en esa bola de un montón de música que hay millones de bandas, que capaz siguen haciendo lo mismo. Vamos a seguir en esa bola? Necesitábamos abrir la cancha un poco. Nos sentimos de esa manera, si acertamos o no, no sabemos pero me siento cómodo, estoy satisfecho y contento.
RNB: Podría decirse que es una nueva bisagra, luego del 2014, otro año muy importante para No Guerra.
JR: Ese año, dos de los chicos, el baterista y el guitarrista decidieron irse. Me senté con el bajista, el violero y mi hermano y les dije que si querían irse estaba todo bien, ya estaba resignado. Sentía que ya estaba. Me daba mucha pena porque fueron 14 años de mi vida. Empecé con la música en el 2000 y en el 2005 pude establecer la banda como una realidad. De ahí en más en 2008 empezamos con el proyecto de primer disco, que se editó en 2010. Y sentí que se había terminado, porque fue muy rápido todo, muy intensamente. Y era obvio que iba a ver un quiebre, mal, interno. Yo me hago cargo de que debería haber parado, o haber bajado un cambio en algún momento. Pero sentía que el tren no podía parar. Casi pago muy caro, con la disolución de la banda. Decidimos seguir pero cambiando algunas cosas. Llegamos a esta altura y pudimos seguir creciendo.
RNB: ¿Y cómo fue ese crecimiento?
JR: No es mucho pero tampoco es poco. Pero sé que si yo no le hubiese puesto esa intensidad, quizás no hubiésemos grabado el primer disco todavía. Lo importante es que nos sobrepusimos y salimos adelante siempre con el proyecto. Son cinco personas, llevar una banda es re complicado. Ahora me cruzo con gente que nos veía en los primeros shows y no puede creer que hayamos llegado al Vorterix, y seguir tocando tanto tiempo. Un pibe me dijo que éramos un desastre y que no apostaba ni una moneda por nosotros. Hoy quizás seguimos siendo un desastre, pero en el escenario lo disimulamos muy bien.
RNB: ¿cómo se hace para seguir en ese contexto?
JR: Tenés que tener suerte, de estar en la misma sintonía todos los integrante, no solo musicalmente, en todo sentido. Sino no funciona nunca. Tuve la suerte de encontrar las personas juntas para poder hacer estas locuras. A nosotros no nos banca nadie, lo sustentamos nosotros, y no vivimos de la banda, la banda vive de nosotros. Para eso hay que tener mucha paciencia y dedicación, amor por lo que uno hace. Y hacer un buen producto, que la gente lo acepte. Por más que tengas una banda muchos años, pero no podés tocar en un garage todo el tiempo. Si la gente no te la acepta, para que te motive a seguir haciéndola, sería también un fracaso. Cuando se te acerca gente es emotivo. Hay veces que estás tocando y ves a alguien en la valla que está llorando porque se identifican. Te cuentan historias terribles, y te dicen que escuchando tu música los ayudaste a atravesar un momento de mierda. Te da responsabilidad, te comprometés. Caes y decís ‘algo está pasando’. Un día un pibe cantaba a los gritos, llorando y yo me puse a llorar con él, fue un momento en el que sentí lo mismo que él. Siento que la música a mí me salvó la vida.
RNB: ¿Por qué?
JR: Por lo que me tocó pasar. Junto con mi hermano. Si no hubiese hecho esto, no sé si estaría acá. Ni siquiera vivo. O vivo pero dado vuelta. Porque el entorno que yo tenía en mi infancia, mi juventud, era complicado. Es complicado hoy también. Pero estoy tan acostumbrado que para mí es algo normal escuchar el zumbido de unas balas, que haya una balacera mientras nosotros jugábamos a las bolitas en la vereda era algo común. Y nosotros nos enojábamos porque nos cagaban el juego. Se sentían como avispones que se cruzaban. Y decíamos “nadie toca nada”, nos acercábamos a la reja para que pase la secuencia. Situaciones de mierda. Hoy tengo un hijo y si bien se crió en el mismo barrio no las tiene que pasar. Esas cosas nos hicieron llevar una vida de esa manera, sabemos lo que es pisar el barro y cuando no tenés nada, no tenés nada en serio. Siempre fuimos los raros en el barrio. Pero siempre la mejor. Mi hermano sigue viviendo, la gente está acostumbrada al ruido. Una sola vez nos tiraron un cascotazo. Ensayábamos en la sala, y mi vieja tenía una vitrina con vasos, cristales. Y por la vibración se rompían un montón de cosas. Un día llego de laburar y veo en la calle la batería, la guitarra. Mi vieja me dijo “no quiero más esta basura acá”. Mi vieja fue al show de Vorterix y no la podía creer. Me dijo que le hubiese gustado acompañarnos más. Mi vieja fue muy rústica. Nos bancó, pero nos pedía que no le rompamos las bolas. Siempre estuvo, nunca nos pagó nada,porque estaba preocupada en que podamos comer. Para ella era sagrado su laburo para traer la comida a casa. Es la vida que nos tocó. Con mi hermano empezamos a laburar a los 13 años. Y de ahí en más, estudiar, laburar al mismo tiempo y ayudarla a mi vieja. Mi hermano me compró mi primera guitarra, porque siempre tocaba con violas prestadas.
RNB: Pero ahora la banda no es solo de gente del mismo barrio…
JR: Una vez estábamos buscando un violero y me daba vergüenza que vengan a nuestra sala, a nuestro barrio. Nos citamos en otro lado, y era un día que había llovido un montón. Nos embarramos hasta el paladar. Y cuando nos encontramos el chabón nos vio de pies a cabeza, corte juzgándonos por nuestra apariencia. Después me di cuenta que no tenía que avergonzarme, tenés que mostrarle a la gente como sos. Cuando entró Gustavo a la banda le expliqué todo, que el barrio era así. El chabón nunca renegó de nada, llegando a la sala en días de lluvia, ensuciarse todo. Con esa gente yo voy hasta el final. Encontré los compañeros juntos como para que la banda pueda seguir con sus locuras. No les importa nada, y para hacer música no te tiene que importar nada. Ahí está la clave.
Vivir este sueño con mi hermano, y con estos locos, es hermoso. Conocer lugares, viajar y tocar, que a la gente le guste lo que hacés. Todos vivimos de otras cosas, yo soy empleado textil, y tengo mi marca de ropa, que es la que hace el merchandising de la banda. Gustavo tiene un negocio familiar, y hace cerveza artesanal, mi hermano es tatuador y albañil, Dani es técnico en una empresa. Por eso hoy, más grandes, con sus familias y sus cosas, no tenemos el tiempo que teníamos antes. Pero le dedicamos todo el tiempo al máximo para concretar las cosas. Por suerte la banda demanda compromiso. No queremos perder la chance de seguir creciendo.
RNB: Tuvieron una fecha muy importante en 2018, en el Vorterix. ¿Cómo lo recuerdan?
JR: No suelo hablar de lo que pasó en Vorterix. Me costó mucho digerir eso. Disfruté mucho, dentro de lo que pude. Era un logro personal, y un objetivo de todos los integrantes. No quisimos hacer mucho alarde de ese show para dejar que la gente lo sienta. Necesito redondear algo, cuando puedo hacerlo, en mi cabeza, puedo decirlo. Trato de mantener el perfil bajo, y no andar promocionando con esas cosas. Me gusta seguir haciendo en el escenario. También nos mantenemos al margen de muchas cosas.
RNB: ¿Tiene que ver con sus letras más políticas y su cercanía con la lucha mapuche y de Pueblos Originarios?
JR: A veces nos invitan a programas y no nos gusta meternos en ciertos debates. En los discos hablamos de los pueblos originarios y mucha gente nos reclamaba por qué no nos manifestábamos en nuestras redes sociales, cuando pasaban algunas cosas. Como el caso de Santiago Maldonado. Alguna vez publicamos algo, repudiamos un ataque de los carabineros contra mapuches. En realidad estamos en contra de la violencia, en todo sentido. De que una persona con más poder se aproveche de otra. Se empiezan a dividir las cosas, se tergiversa y distorsiona lo que uno quiere decir. Si querés lo debatimos bien, pero si empiezan a agredir o decir que yo soy un inglés por estar a favor de un mapuche, como se decía que estaban pagados por ingleses. Los utilizan a ellos, se relaciona. Uno no está en ese lugar, te gustaría estar, pero tampoco sos de esa comunidad. Mi rutina es salir al trabajo, ir al barrio. Cuando puedo me interiorizo. Pero aporto mi granito de arena tirando un mensaje con mi música. Decidí manifestarme solo con la música, con mis canciones. Creo que no es poco. La gente quizás quiere que vayamos a tirarnos cascotes con la Gendarmería, y si lo tendría que hacer, lo haría, defendiendo los derechos que se están violando. Eso se cae de maduro. No solo pasa ahí, sino en todos lados, en la política. Y también con otras cosas, nosotros nos manifestamos, hicimos nuestro descargo y seguimos con lo nuestro. No nos casamos con nadie por eso. Supimos mantenernos haciendo las cosas independientemente, más que con ayuda de amigos y medios que nos cedían algún espacio.
No Guerra se presentará el 16 de marzo en El Teatrito (Sarmiento 1752, CABA), y luego irá de gira por el país: El 10 de mayo en Neuquén, 11 de mayo en Bariloche, el 7 de junio en Tucumán, el 8 en Catamarca y el 9 en La Rioja.
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