Desde Estados Unidos y con mucha tranquilidad, Mario Alberto Kempes, gloria del Mundial de 1978, disfruta de hablar de fútbol y recuerda con nostalgia cómo jugaba el equipo de César Menotti. Sus equipos más destacados fueron Instituto, Rosario Central, Valencia (España) y River. En el ’78 fue el máximo goleador y recibió el premio al mejor jugador del torneo.
¿Qué es lo que más te pedía César Luis Menotti?
Específicamente nos pedía que hiciéramos las cosas por las cuales le habíamos dado los motivos para llevarnos a la Selección. Él nos trajo por lo que había visto. Nos pedía que trabajáramos para el equipo, nos exigía profesionalismo y eso se veía adentro de la cancha.
¿Con qué jugadores te llevabas mejor?
Si bien yo me aparté porque estuve dos años en Valencia, yo había jugado con casi todos, así como también en contra de muchos. Con el que mejor me llevaba era con Osvaldo Ardiles, con quien había estado en Córdoba, pero también me llevaba con el Loco Killer. Con todos los muchachos de Rosario porque habíamos pasado casi dos años jugando en contra. El recibimiento de los chicos cuando volví fue espectacular.
¿En algún momento sentiste presión interna o externa por salir campeón del mundo?
Mirá, lo que nosotros pensábamos es que las oportunidades se tenían que ir dando partido a partido. Si bien es cierto que el primer encuentro quizás fue el más complicado por los nervios, también lo fue el último. En el medio, Francia nos costó un poquito, Italia nos mandó a Rosario, con Brasil se dio uno de esos partidos perros, nunca salían lindos partidos. Creo que hicimos todos los merecimientos para llegar a la final y ganarla. ¿Presión? No te digo divertirme un cien por cien, porque la obligación era grande, pero la satisfacción de jugar un Mundial en tu casa y salir campeón tapaba todos los posibles agujeros de presión que hubiesen existido o que existieron.
¿Hay equipos en la actualidad que tengan conceptos similares a los de Argentina ’78?
Todos los equipos son diferentes. Cada uno adopta el sistema que quiere. Nosotros adoptamos el esquema del equipo. Un equipo donde no había figuras. Todo nos salió bien porque nunca nos creímos que íbamos a llegar a la final ni nos creímos que éramos los mejores. Éramos todos caballitos del comisario que queríamos llegar a la meta pero todos juntos.
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