Uno de los discos más importantes en la historia de la banda uruguaya está de festejo. La Vela Puerca siempre sorprende, y esta no es la excepción.
El mes de noviembre se reservó muchas sorpresas para el final, y una de ellas fue, indudablemente, la reedición de una las obras más importantes de La Vela Puerca. El disco A Contraluz (2004) cumple nada menos que una veintena de años, y no podían menos que celebrarlo con de todo. Con un cierre de año a la altura de una de las mejores bandas de rock de habla hispana.
Esta inesperada -pero muy necesaria- reedición bautizada Vivo A Contraluz (2004-2024), fue grabada en abril de 2024 en el estudio ¨Mi Semilla¨ (Montevideo, Uruguay). Fue coproducido por Alejandro Vázquez y La Vela Puerca, grabado y mezclado por Alejandro Vázquez, y masterizado por Daniel Osorio en estudio “El Ángel”. Y si bien está compuesto por reversiones, estas son 100% fieles a las originales.

Con una demoledora lista de canciones, A Contraluz nos mostraba -en aquel entonces y quizás también hoy día- una banda más madura, más sólida en cuanto al sonido y la búsqueda artística. Éxitos tales como Zafar, Va a escampar o Llenos de magia son las pruebas cabales de que el conjunto charrúa estaba pisando fuerte en la escena latinoamericana, y no tenía intenciones de dejar de hacerlo.
Cabe destacar que este fue el tercer CD de una trilogía que marcaría a fuego la trayectoria de La Vela, un prolífico trío de placas conformado además por Deskarado (1998) y De Bichos y Flores (2001). Un disco que combina a la perfección potencia y ternura, dichos y hechos. Con producción de Gustavo Santaolalla y publicado por Del Cielito Records, A Contraluz ha logrado envejecer muy pero muy bien.

Por supuesto, el Enano (Sebastián Teysera) y Cebolla (Sebastián Cebreiro) pusieron las voces, pero A Contraluz suena del modo que suena, gracias a la participación de: Nicolás Lieutier (bajo), Lucas De Azevedo (batería), Rafael Di Bello (guitarras), Santiago Butler (guitarras), Carlos Quijano (saxofón) y Alejandro Piccone (trompeta). Y suena así, también, gracias al mítico ingeniero de sonido Jorge “Portugués” Da Silva.

En un año muy particular para la banda (cumplen treinta pirulos), estos regalos son tanto para los seguidores como para ellos mismos. Algo así como un mimo, una licencia, que se permiten a esta altura. La Vela podría quedarse quieta, apagarse. Pero La Vela sigue, La Vela va (y arriba, arriba), La Vela no negocia su esencia: ser normalmente anormales.
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