Hiperclimático. Delicado. Elegante. Ultra pop. Así suena el undécimo disco de los Red Hot Chili Peppers, que a sus 33 años de vida, decidieron dejar a un lado a Rick Rubin, productor de los últimos seis discos desde el legendario “Blood Sugar Sex Magik” en 1991, y convocaron a Danger Mouse para que se hiciera cargo de esta nueva producción, como lo hizo con otros artistas tales como Gnarls Barkley, Gorillaz, U2, Beck o Norah Jones, entre otros.
Y su mano se nota desde los primeros segundos, ya que el sucesor de “I’m With You” ingresa a los oídos como pidiendo permiso, sutil y correcto, sin despeinar, en contraste a lo que sucedía hace más de 15 años, cuando el ya mítico “Californication” ingresaba en cualquier reproductor y el mega distorsionado bajo de “Around The World” atravesaba a las patadas la puerta de la habitación para dejar un surco a lo largo de toda la pared.
No. Evidentemente la banda liderada por Anthony Kiedis y Michael “Flea” Balzary hoy anhela explorar otra dimensión. Otra energía. Bueno, digámoslo: Otro estilo. De otra manera no hubieran aceptado que el flamante productor tome la drástica decisión de rechazarles más de de 20 canciones que ya tenían terminadas a la hora de iniciar el proceso de grabación para empezar desde cero.
Y es que en la lógica con la que se engendró este álbum, parece que nada es tan valioso como componer dentro del estudio de grabación, sin nada de práctica, construyendo capa por capa, por separado. Fue todo un experimento para la mayoría de los integrantes (probablemente a excepción de Josh) y hasta el propio Flea reveló que tuvo sus dudas durante los primeros encuentros:“Pensé que podíamos perder la magia que tenemos” declaró en una entrevista para la tv argentina. Desde Rock ´n Ball le decimos: Tranquilo Miguelito: La magia está intacta.
Comenzando a desasnar el disco uno puede dilucidar que la ordenada y prolija The Getaway constituye un acertado augurio: Durante varios pasajes el oyente podría sentir que en los momentos clímax de determinadas canciones, hay una especie de instinto contenido. De sin sabor. De falta de explosión. Pero será necesario evitar de aquí en más las comparaciones contra otras épocas, etapas o guitarristas (¡Hola John Frusciante!) si realmente se quiere valorar está intensa búsqueda que tuvo al mando de la consola de sonido al ingeniero Niel Godrich, “sexto miembro” de Radiohead.
Es cierto también que gracias al lanzamiento de Dark Necessities como primer corte oficial, era factible sospechar que la banda adicta a cantarle a California apuntaría a empatizar con un discurso más emocional. Volvió el slap rabioso. Pero también hay piano. Y un estribillo algo genérico pero comprador, que se funde con los celestiales coros del último miembro en entrar a la banda, el guitarrista Josh Klinghoffer. Apa ¿Y esos aplausos? Sí, el joven multiinstrumentista tomó notoriamente más protagonismo en este segundo material discográfico del que participa de lleno desde que quedó como violero estable en 2009, tras haber ingresado en 2007 como músico adicional en los shows para tocar en canciones cuya versión de estudio tenía más guitarras o teclados.
El tercer corte que salió a la cancha para calmar un poco las aguas de los que no reconocían la esencia Pepper en los dos temas lanzados anteriormente tiene un preludio a puro golpe seco de bombo y redoblante, hi hat mediante, con el que Chad Smith se luce durante todo We turn Red. La adorable y única sincronización entre bajo guitarra y batería signa esta pegadiza canción que refleja puro oficio. El Groove intacto. Y un estribillo que baja tres cambios y se reviste lleno de dulzura con un slide acaramelado más el golpe de los palillos contra el aro del redoblante varios planos más lejano. Si usted añora un solo de guitarra, no está sólo.
Con los Chili Peppers las gratas sorpresas siempre tienen lugar y son bienvenidas. Y desde hace un largo tiempo, las canciones melosas también: Josh le da forma a lo que será una balada perfecta, delineando el comienzo de The Longest Wave con una huella de Frusciante. El cuarto track es una canción invernal con un estribillo que abriga y te agarra las manos cruzadas para dar vueltas y coexistir con la nostalgia. Los ecos de cualquier romance desean bailar endulzados con esta canción de fondo, deleitados por la armoniosa compatibilidad entre las voces de Anthony y Josh.
Ya situados en el inicio de una tríada de los temas con más identidad de todo el disco, estamos a punto de toparnos con el primer (¿y único?) estribillo “vuela pelucas” que además tendrá un final con forma de torbellino que requiere agarrarse fuerte de lo que uno tenga a mano para no salir volando sin saber donde se puede terminar. Goodbye Angels tiene drama. Y mucha contundencia. Flea y Josh arrancan a preparar el terreno más propicio en simultáneo para que el histórico vocalista se luzca en lo que definitivamente pasará ser uno de los trabajos en los que su voz más resalte su color y nitidez. Una bola de energía se va acumulando y Chad es el encargado de aguantarla hasta no poder más Y aquí sí, por fin explota el estribillo. Lo que viene después es vehemencia ya domada, y es aún mejor. La técnica de Flea en combinación con el parche de bombo y redoblante que ya son una ecuación a esta altura insuperable. El cuello del oyente no se controla. La potencia del estribillo en combinación con los coros de Josh y su guitarra melódica te trasladan a otro lugar. Pero atención: Llegan las estrictas órdenes del nuevo productor, y hay que bajar por un momento. Tony en primer plano. Vuelve la intensidad in crescendo. ¡Silencio! Un slap salvaje y animal se avecina. Es la definitiva invitación a la vorágine. ¡Vamos todos! Comienza a expandirse la indomable bola de energía. Y de pronto, el bajo demostrará qué es lo que sucede cuando se transforma en ausencia. Un hueco en el alma. Angustia en la garganta. ¿Lo extrañaron? Vuelve acompañado con un efecto tan roto como soberbio que se acopla sobre un fraseo de Josh que le aporta sentimiento trágico a un orgásmico final que te lleva puesto. Por si no se nota. Es el mejor tema del disco.
Y después de tamaño final caótico, lo más conveniente es relajar. Pero con estilo. Mucho estilo. Llamémoslo a Elthon John que de esto sabe un rato. Sick Love es relax puro. Mucho groove en el que, además del pianista británico, contribuye también como invitado el percusionista brasileño Mauro Refosco, quien participó de la gira del disco anterior. Una canción positiva. Otra pieza en la que Kiedis sobresale. Los aplausos en el estribillo destilan esperanza. Y también cierta melancólica alegría. Si cerras los ojos es bastante inevitable imaginarte contemplando el atardecer en la playa más tranquila que puedas crear. Aunque también puede ser la foto de una simple mañana tranquila en la que se impone una conmovedora sonrisa que denota fragilidad y aprende a valorar las cosas simples. Lo que tiene. Y no lo que falta. Es una canción que protege. Y un estribillo que abraza. Probablemente esta composición también tenga su anclaje en la ruptura del frontman con Helena Vestergaard. La modelo fue pareja del cantante y él mismo reconoció que esa tormentosa relación se vio reflejada en algunas letras. Un impecable y más que agradable sólo de Josh acompañado por una línea de bajo sumamente placentera. Las letras mas maduras ya son una realidad. Y un amor enfermo merece un final abrupto.
La tríada cierra la mitad del disco con lo que, din dudas, será un verdadero hit. Un viaje en el tiempo a cualquier Sábado a la noche empapado de swing y glamour. Vestite con lo mejor que tengas: Go Robot te transporta a la pista disco sin escalas con una intro de bajo y batería que te hace despegar el talón del suelo una y otra vez con la ayudita del no por típico poco efectivo handclapping y una cortina estrellada con la que Josh hace descender la infaltable bola de boliche. La rimas de Anthony se lucen, el estribillo es envolvente y en el puente, el bajo se enciende ochentoso en corcheas y semicorcheas. Pero el final deja sabor a poco con un Fade out insulso que seguramente en las presentaciones en vivo se convierta en un poderoso jam.
“Feasting On The Flower” es una canción agradable, en la que se vuelve a destacar la línea melódica que atraviesa la lírica de Kiedis y un aporte del piano que junto a los coros de Klinghoffer colorean un tema al que igualmente le cuesta no parecer desabrido. “D por su parte, es una de las canciones más rockeras del disco. Cruda. Antipática. Josh comienza un rasgueo suelto y desaliñado sobre una guitarra que suena rústica y oxidada, a la que la destreza de Flea se acopla y de paso testifica que, de la quebradura que sufrió su brazo a principios de 2015, no quedan rastros. Chad define el ritmo de la rudeza de este noveno tema que posee cierto aire pendenciero, y cuyo juego vocal remite a la oscuridad propia de la época de “One Hot Minute” por la grotesca deformación sufrida por las vocales que van enredándose y hundiéndose hacia el final para volver a emerger antes de que termine.
Por allí pasa su personalidad, y junto a This Ticonderoga, son las más agresivas. Aunque este décimo track tiene un sonido más rotoso: Una especie de punk vintage conformado por un sólido ataque de bajo y guitarra paralelos a la batería, que dejan un silencio donde el parche del redoblante replica y luego los deja en libertad para que sigan cada uno su camino. Aún así, no convence, ya que la distorsión en busca del lado salvaje carece de naturalidad y, en medio de unos admirables arreglos de cuerdas, queda fingida. Esto se confirma con el cambio de clima que a esta altura ya parece marca registrada de nuestro amigo Danger, y resulta un verdadero freno de mano para el impulso que viene tomando esta canción batalladora. Buen cierre con un áspero grito que hace rato no le escuchábamos a Kiedis.
Llegando a la parte final, hallamos una placentera sorpresa llena de magia llamada Encore, surgida a partir de varios jams que fueron tocando durante los shows. La interpretación de Anthony es impecable y los arreglos de Josh se aúnan junto a la ternura de sus coros para fundir en un abrazo a aquel que esté escuchando esta dulce canción, que lamentablemente termina con un parco Fade out después de haber instalado una densa y profunda atmósfera.
Y si durante otro pasaje del este disco vimos reflejada la claridad de una mañana, con la llegada de The Hunter la sombría noche caerá espesa y fría para representarnos el más puro desamparo. También se esfumará de manera abrupta. Pero no sin antes acercar la tristeza a nuestro corazón con una ambiente revestido de pianos y slides, cuya esencia y estética lograrán figurarnos el desconsuelo gracias a la especial aparición de la trompeta a cargo de Flea.
“The Getaway” comienza a ensayar su despedida y es preciso saber que, históricamente los Red Hot acostumbran a culminar sus trabajos discográficos con un tema que suele desobedecer a la línea general que sostuvieron durante el disco. Dreams of a Samurai es dibujada por unas teclas etéreas a las que rodea un coro angelical femenino que viene desde el más allá. Pero de inmediato una línea de bajo más que característica del dueño de los graves nacido en Melbourne le pone suspenso a la enorme perspectiva que le abre a Josh para que se divierta sin perderse en la síncopa propuesta por Chad. La sensación es que sobre el final se levantó la barrera y hubo vía libre para que el batero padre de 6 hijos se saque las ganas y con su enorme capacidad desestructure un poco este interesante experimento que el piano y las coros dotan de cierto espíritu onírico.
Todo sabemos que los Peppers podrían haber recurrido a aplicar una receta de fórmulas viejas que, en teoría, garantizarían un repercusión multitudinaria. Pero resulta que, según sus propias declaraciones, buscaron una evolución. Y hoy las inspiraciones son otras. Por eso pegaron el volantazo. Asumieron el riesgo una vez más y apostaron a superar el desafío de traer a un nuevo productor que terminó firmando el crédito en la composición de cinco canciones.
Los Red Hot Chili Peppers tienen una maravillosa capacidad para reinventarse. Revitalizarse con una nueva estética sonora mucho más cuidada, prolija, sumando muchas capas de efectos para priorizar una consolidación de climas que apunte a construir un disco tan melódico como sensacional en el sentido estricto de la palabra. El propio Anthony admitió tras escuchar el producto terminado que no tenía idea de que podían sonar así. Conservar la autenticidad y continuar siendo genuinos es, según su concepción, seguir creciendo.
Y para eso, aceptaron adoptar un método de grabación que era totalmente ajeno para ellos. Escapar de la comodidad. Salir del molde. Vencer el miedo a lo desconocido. La vida misma. Que no es muy distinta a la música.
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