Sensual, juguetona y directa. Se anima a todo y calienta a casi todos cuando se muestra. Habla inglés y nada se le entiende. Ella es Tori Welles, la pornstar de los ’90 que le dio nombre al tema con el que Simón Fuga abrió un nuevo recital en Niceto. Sin decir una palabra, solo con el funk, los pibes de Simón también sedujeron.
Al hombre vestido de mujer se le veían los calzoncillos. Ese tipo era Jere, el único que cruzó algunas -5, ponele- palabras con el público mientras destilaba power sobre el escenario. No hizo falta más. En el marco de la fiesta “invasión”, la mezcla de bajo, teclado, batería y guitarra envolvió en un trance al público y con eso bastó para comunicarse. Sólo había pasado un tema. La gente del lugar estaba dividida entre los que los conocían y los que esperaban alguna estrofa, un verso. No obstante, para el tercer o cuarto tema los del fondo ya estaban adelante.
El culo del guitarrista no es una oda a la belleza, pero levantó aplausos y un par de “depílatelo” cuando se dejó ver. La complicidad entre escenario y público era clara. La música había entrado en el cuerpo de los presentes sin distinción. Al ritmo de “Luis”, rubias, morochas y pelirrojas bailaron. Muchas de ellas sin saber por qué.
– ¿Quienés son? – No, sé. Pero son buenos, eh. Fue la conversación entre una chica de chupines negros y un flaco de remera blanca. Ambos cerveza en mano. Cualquier similitud a una publicidad de Quilm*s es pura coincidencia. El diálogo entre la parejita cool se tapó por el alarido de los pibes que siguen a la banda siempre. “Jugaadoooooooooores, la concha de su madre. A ver si ponen hueeeeeeeevooo que no juegan con naaaaaaadie”. Los novatos en “Simonlogía” no lo entendieron, otros rieron. El territorio estaba marcado.
Durante el recital pasaron Luis, Caco Abatido, Tori Welles y Jalando Leche. Desde el fondo, en la bateria, Elalesi –Con el pelo princesa Leia Style- subió y bajó a la perfección el clima del ambiente. Como siempre, el resto lo entendió y enloquecieron sobre el escenario. La fuerza de los acordes en las guitarras hicieron que, por momentos, el funk y su fiesta le dejen el lugar al desahogo de un rock furioso.
Para el final, sólo quedó la vuelta en bondi a casa mirando una revista. “Leyendo la cosmo en el 166” dio cierre a un recital que dejó manija. Fue un rapidito. No hubo tiempo para más. Pero la fiesta estuvo y, una vez más, Simón Fuga se la rebuscó para ponértela sin hablar.
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