Tecnópolis llegó a su final. Al menos el que miles y millones de personas conocieron. Por ahí mute, quizás no, capaz viva en el recuerdo: como la muestra que federalizó la cultura, el arte y el conocimiento.
La megamuestra de Villa Martelli fue la representación de que atrás quedaron, al menos por unos años, los tiempos de vaciamiento. Que el gobierno argentino haya recobrado la palabra estado fue un logro indiscutible, que le dedique una feria para justificar y dar a conocer los avances de la industria local resultó una alegría, que saque del mundo de lo exótico y lejano la palabra ciencia es para considerarlo como una victoria y que en ese mismo sitio haya establecido unas hectáreas bajo el nombre de “Espacio joven” fue todo un significado. Es poner el dedo en la llaga. Revalorizar y por sobretodo atender las demandas que otros nunca quisieron escuchar, o la hacen en lapsos efímeros.
Entiendo a Tecnópolis como un modelo de país al que se quiere llegar. Donde la industria y ese mundo por el que se mueve la gente grande resulta imprescindible para el desarrollo de una nación. Pero, les guste a quién le guste, dicha expansión es imposible si no se abarca a la juventud o a los que aún siendo adultos intentan transformarse en púbers mediante el arte y la cultura.
Este parque temático tuvo dos grandes aciertos. Uno por decisión propia; otro por “cuestiones del destino y volteretas que da la vida”. Que Tecnópolis haya sido gratuita y fuera de la capital no es un dato menor. Se demostró que con decisión política y sudor se pueden desarrollar hasta un propio Disney World. Lo público ya no es más sinónimo de precariedad. Y también: las mejores muestras, performances y actuaciones no están en la city. Del otro lado de la General Paz hay vida también. Todos tenemos derechos a acceder a la cultura y esta megamuestra probablemente haya sido la democratización de esto. Hechos, no palabras.
El “Espacio joven” fue el parque de diversiones por el que cualquier chicuelo querría pasar el resto de su mortalidad. Y no era tarea fácil. Había que tomar decisiones. Ver Fuerza Bruta o el Choque Urbano. Estar presente en el homenaje a Pappo o flashearla con los lasers y tubos de colores. Ir a las rampas de skate. ¡Qué gustos que daba la vida!. Encima todo estaba ambientado como las cofradías del siglo XXI, al mejor estilo Konex (centro cultural, hermano!)
Ojala esto haya sido el comienzo de lo que vendrá. El piso. Que bajo los mismos valores, expresiones y diversidad de estilos se siga construyendo, democratizando. Por los números que nos faltaron ver en este medio año casi. Por los números que nos robaron en tantos otros tiempos. No te vayas nunca, campeón.
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