En tiempos de abundancia de freakys, subversivos y nuevos niños de la revolución alienados de la sociedad que los despreciaba, en una pre ciudad de Inglaterra muy chiquita, solitaria y gris llamada Manchester se encontraba un chico adolescente, hijo único de una familia de clase media baja llamado Ian Curtis, que sólo encontraba su salvataje y su conexión con el mundo en lecturas beatnick y gente que comenzaba hacer ruido en la contra cultura como David Bowie, Lou Reed o Andy Warhol.
En medio de toda esa Inglaterra que todavía no olvidaba esos aquellos sesentas y mucho menos el golpe que significó la separación de Los Beatles y toda la movida del flower power y el hipismo, se le estaba dando entrada, entre otras cosas a un costado más surrealista, como por ejemplo el rock progresivo, que había salido de todo ese embrionaje psicodélico. Algunas de esas bandas que empezaban hacer ruido eran Genesis, Yes y Emerson, Lake & Palmer.
Esa corriente no era la única que estaba surgiendo, sino también una nueva era con alguien a la cabeza que reemplazaría en cierta forma la revolución que habían sido Los Beatles en sus primeras apariciones una década atrás. Estamos refiriéndonos a Bowie con toda la camada del glam rock lleno de purpurina y de gente totalmente subversiva que le daba el refugio a todos aquellos que se sentían raros a la sociedad y modernitos.
Dentro de esa nueva generación que idolatraba a estos vanguardistas, estaba entre bastantes figuras del punk y la new wave, gente como Ian Curtis y los que después vendrían a ser los Joy Division. Admirador de todos esos músicos y de escritores como Franz Kafka, William Burroughs, J.G. Ballard y Jean Paul Sartre, las inquietudes del joven Ian se fueron decantando finalmente a la música, ámbito donde por lo demás también desarrolló su vena literaria en las letras de sus canciones.
Esa escena de lápiz labial con rock and roll, como la definía John Lennon, tuvo su culminación y eso dejó a una generación desolada que no encontraba su lugar en el virtuosismo del Rock Progresivo. Esas ganas la llevaron a tipos under y de garage como Lou Reed o Patti Smith, Iggy Pop o Los New Yorks Dolls. Las cosas a nivel político y juventud estaban cada vez peor en Inglaterra, y en simultaneo esto también se venía dando desde hacía unos años en New York, siendo, quizás, la ciudad más peligrosa del mundo.
Frente a todo eso que se daba a fines de la década, comenzó a aparecer una extraña camada de bandas y un movimiento que tenía como objetivo romper todo y generar total anarquía. Eran los jóvenes de la nueva generación y estaban totalmente hartos de la realidad, de las leyes y del sistema en sí. Era tal el descargo y el odio que también veían al rock del momento como parte del sistema, con grandes bandas legendarias con jet privados y mostrando toda una cosa de estrellas inalcanzables e inigualables.
Mostrando esa música del rock progresivo con tantos arreglos y acordes daban a entender que no cualquiera podía ser músico y que era muy difícil. Las canciones eran largas, rebuscadas, daban muchas vueltas y estos muchachos llegaron para decir todo en menos de dos minutos de una manera totalmente directa y a los gritos, donde el cantar no importaba, sino que importaba más interpretar con actitud y a los gritos. El “No Future” era la consigna, por toda esa depresión en la que se encontraba esa juventud por toda la crisis financiera del país y los excesos estaban a la orden del día.
A ese mundo fue a parar toda aquella tribu que quedó solitaria del Glam Rock y que creció con los modos con bandas a la cabeza como Los Who, Stooges y Los Faces. Ahí se encontraban estos chiquillos. Todos estos freaks después serían los que tomarían el liderazgo de todo el movimiento post punk. Influenciados por toda esta seguidilla, Ian Curtis por su lado va a ver a los Sex Pistols que tocaban en su ciudad y realmente sufre una revolución interna.
Ahí mismo se encuentra con quienes serían sus compañeros y aliados. Ellos eran el bajista Peter Hook y el guitarrista y tecladista Bernard Sumner. Con la posterior incorporación del baterista Stephen Morris, los cuatro fundarían el grupo Warsaw, que posteriormente sería rebautizado como Joy Division (“La división alegría”), nombre que hace referencia al grupo de mujeres judías que eran usadas como esclavas sexuales en los campos de concentración nazi.
En plena ebullición del punk y de tanto ruido su sonido parecía redoblar aún más la apuesta, pero todo de manera inconsciente y por no saber tocar. La voz de Ian era muy grave y barítono, las guitarras de Bernard llenaban los huecos con algún riff punk simple y después la melodía siempre la arrancaba Peter con el bajo. Detrás de todo eso se armaba el sonido identificatorio que se veía aún más esencial en los temas más lentos.
Ahí es donde mostraban la oscuridad esencial del grupo. Joy Division, tras haber firmado contrato con alguien muy importante dentro de la escena del Punk, como fue Tony Wilson, que promovió todo el género haciendo el primer programa de televisión que pusiera en difusión la nueva ola y que además había puesto un lugar para que se pudiera presentar toda banda que no tuviera todavía un disco o contrato discográfico, lanzó su disco debut: “Unknow Pleasures”, producido por el legendario y reputado productor inglés Martin Hannet. Tony Wilson fue muy importante en la historia de la banda porque fue en su programa donde se presentaron por primera vez en televisión, tocando el tema “Shadowplay” y alguien que desde ahí no se despegó de ellos, y que les dejo total libertad para que se manejaran como quisieran en sus discos. Libertad Artística.
“Unknow pleasures” recibió excelentes elogios y vendió bastantes copias. Pero, a pesar del éxito y las ofertas de otros sellos más grandes, Joy Division decidió quedarse en Factory para poder tener control sobre su música. En simultaneo a este primer crecimiento la salud mental y anímica del cantante no andaban nada bien, comenzaba con un gran ciclo raro que después se llamaría epilepsia y bipolaridad que le generarían una gran depresión.
Después de una gira por varios países de Europa, en marzo de 1980 el grupo grabó el material de su segundo disco, “Closer”, producido también por Martin Hannet , y el sencillo “Love will Tear Us Apart”. Este álbum salía en un momento donde ya el grupo se estaba consagrando y mostraba una maduración mucho más amplia que en el primero, pero a su vez también sería donde el líder haría las letras más sentidas y donde mejor reflejaría el dolor por el que pasaba.
Pese a la fama y el éxito que comenzaba a ganar Joy Division, el estado personal de Ian Curtis sólo empeoraba. Sus ataques de epilepsia continuaron, incluso en escena. Durante un concierto como teloneros del grupo The Stranglers, Curtis perdió el control y destrozo toda la batería. Él en cierta manera empezó con sus ataques de epilepsia cuando en la misma época en la que daba los primeros pasos con el grupo, trabajaba al mismo tiempo en el Centro de Invalidez.
Se tomaba muy en serio las historias de sus pacientes. Una de esas personas era una chica que sufría epilepsia y que a él, como parecía gustarle, intentaba conseguirle trabajo. Un día la chica no fue. Había muerto de un ataque. Eso lo dejaría totalmente aturdido y tras esa historia, escribía el que sería uno de los temas más épicos del conjunto “She Lost Control”. Después de eso, empezaría con sus propios primeros ataques. los fármacos que debía tomar diariamente para controlarlos le ocasionaron un cuadro de bipolaridad, lo que fue agravó su salud mental.
Seguido a eso, su relación con su esposa Deborah y su pequeña hija se deterioraba cada vez más por culpa de una relación extra matrimonial que el propio Curtis mantenía con una joven artista belga. Eso le generaría un sentimiento de culpa enorme. Dentro de todo, Ian tenia las luces puestas para lo musical y era una caja llena de palabras, lo cual no dificultaba para nada en las letras. Él les mostraba a sus compañeros grupos de la nueva escena electrónica como Kraftwerk, diciéndole que por ahí iba la mano para la próxima década que se venía. Y no se equivocó ni un poco porque lo que tomo dimensión en los 80 fue el pop techno y sus tres compañeros armaron una banda que sería una de las más populares y vanguardistas dentro de la escena, pero eso es otra historia.
Joy Division comenzó a prometer un futuro glorioso y crecía a pasos agigantados. En mayo de 1980 finalmente dieron el que sería su último concierto. Tras todo eso, los esperaba su primera gira por Norteamérica y así volverse populares en todo el mundo. Después del fin de semana vendría la apertura de esa nueva era para la banda, solo quedaba atravesar esos días y salir para Estados Unidos a dar el primer gran salto en su carrera.
En la mañana del lunes 18 de ese mes, Ian Curtis, tras escribir una nota de despedida a su esposa Deborah, se ahorcó en la cocina de su casa con una cuerda para tender la ropa. Al parecer, acababa de ver el filme “Stroszek”, del cineasta alemán Werner Herzog (en la que se muestra la vida de un atormentado artista que al final se suicida) y de escuchar el disco “The Idiot” de Iggy Pop. Ese sería el último disco que escucharía. Tenía solo 23 años.
Su legado fue algo inabarcable y sirvió de guía y de origen para entender todo lo que vino después en la década posterior donde el pop techno, rock alternativo y toda la movida post punk reino en Gran Bretaña. Joy Division quedaría como una banda que no tiene tiempo ni época y que serviría de culto para entender todo lo que vino en las décadas posteriores con muchísimos grupos.
Ian Curtis. Alguien que, si no hubiera aparecido, los ochenta no hubieran sido lo que fueron.
Por Marcos Coletto
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