Lo de Faith No More es escandaloso. Se dan el lujo de tocar una hora y veinte tras haber cobrado 300 pesos el campo y 400 la platea, no hacen sonar “I started a Joke”, disfrazan al escenario del Estadio Cubierto Malvinas Argentinas como un velatorio (o una boda, dependiendo del optimismo del espectador), el cantante no se queda en musculosa evidenciando que está gordo y aún así, pese a todo, dejan al público extasiadamente conforme, feliz y hasta la manija. Entonces, la positiva conclusión se hace evidente, y solo hay una palabra para describir a estos californianos que promedian las cuatro décadas y media: BESTIAS.
The Tormentos, elegidos personalmente por los FNM, ya habían hecho un laburazo durante la previa. Y, si todavía quedaba algún desprevenido sin la idea clara de por qué ellos y no otros estaban oficiando de anfitriones, el mini show de tres cuartos de hora despejó las dudas. Pioneros y reyes del género surf nacional, y con destrezas de puta madre como para mantenerse al palo sin necesidad de ninguna voz protagonizando nada, tocaron temas como “Barracuda”, “Il diavolo in Corpo”, “Death Drop” (canción que lleva el nombre del disco editado en 2008) y otros tantos hits del primer trabajo de la banda, Grab your Board. Atención plena de la audiencia, aplausos y acompañamiento… tarea cumplida.
Ruidos de bichos, chicharras, fragmentos de… cosas. Todo esto mientras se iba decorando el escenario con diferentes ramos de flores sin espinas. Y, quince minutos después de lo pautado, Mike Patton y los suyos irrumpieron en escena. Enamorado de su Mondo Cane, esa banda orquesta de 24 músicos con la que se presentó también en Argentina el pasado 17 y 18 de septiembre en el Teatro Coliseo, el líder de Faith No More arrancó el concierto demostrando por qué es una de las mejores voces que quedan vivas en el mundo: “Woodpecker from Mars” y “Land of Sunshine” fueron los primeros en sonar, ante la atenta mirada de los que lo disfrutaban de blanco (hasta con los pies de los micrófonos a tono).
Y, ya que mencionamos al decorado, cabe recordar el instante cerca del final, durante “Just a Man”, en el que el cantante trajo una caja repleta de pétalos rojos y blancos y comenzó a tirarlos sobre el pogo que estaba prendido fuego, pero sin el éxito esperado, ya que los mismos terminaron cayendo casi en su totalidad sobre un muchachito de seguridad que promedió la noche con el uniforme lleno de flores mutiladas.
Desde ya les advierto que “Evidence”, uno de los temas más esperados de la noche, sonó en caste-meji-tano, ese idioma híbrido que Patton ha sabido gestar a lo largo del tiempo. Pero todos cantamos. Y la revancha llegó en temas como “Be Agressive”, “Midlife Crisis”, “Easy”, el cover de The Commodores que sigue siendo el tema por el que las mamás conocen a Faith No More, “Digging the Grave”, “Ashes to Ashes”, “Everything’s Ruined” y “The Gentle Art of Making Enemies”, entre otros temazos como “Epic”, “The Real Thing” y “King for a Day”.
“Olé, olé, olé Faith No More” sonaba desde todas partes en el Malvinas Argentinas, pero la banda, con menos idea de cantos de fútbol argentino que nosotros de panchos eslovacos, no tenía idea de qué era lo que estaba pasando. Varias veces respondieron “sí, nosotros”, tras escuchar el nombre de su grupo y hasta chistearon consultando si ese cantito era un tema de Charly García. También un destello humorístico recorrió el escenario cuando Patton preguntó si la audiencia tenía frío, tras lo que siguió la recomendación de ir al reci de Ringo Starr para sentirse a gusto con la temperatura.
Se fueron la primera vez con “Just a Man” y los pétalos ya comentados, pero regresaron con “una mejor canción”, según el cantante. Y la vuelta estuvo a la altura de la declaración: “We care a lot”, “This Guy’s in love with you”, momento en que el tecladista, antes de que arrancara su parte, se llenó las bolas de los cantitos y nos shusheó como en el jardín de infantes. La balada, dedicada a todas las mujeres que nos quedamos con las ganas de verlo a Mike Patton con menos ropa, bajó las revoluciones y, mansitos como gato recién castrado, recibimos el “muchas gracias, besitos” , lo guardamos en el corazón, lo puteamos un poco por habernos escatimado minutos, pero, al fin y al cabo, después de investigar el suelo en busca de alguna sobra de flor… taza, taza, cada uno a su casa a vivir de recuerdos.
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