Rock

“En Buenos Aires está lleno de arte por todos lados”

Una voz tiñe el viaje de armonía. Los acordes de esa guitarra destilan cierta melancolía. Su tono invita a la reflexión. Y resuena entre la gente que abandona la estación. Envuelto en aplausos, agradece con otra canción. Veamos de quien se trata.

Subo en Congreso. Esta vez no lo encuentro. Suelo cruzarme cada tarde con su nostálgico cantar en esta estación del subte A, pero durante el trayecto no lo veo. ¿Era más adelante? Hago memoria. Evalúo las probabilidades. ¿Cómo tengo más chances de cruzarlo? Desisto. Y me bajo en Loria. Dejo que pasen dos. Pispeo los vagones. Nada. De ese menudito muchacho de acento brasileño que reviste de calidez lo que sería un insípido viaje más, ni rastro. Subo de nuevo. Tampoco está. “¿Será que sólo estuvo de paso un tiempo por acá?” Nada más lejano. Y ya lo comprobaremos. Hago dos estaciones más. Bajo. Vuelvo a espiar. Entro en Río de Janeiro. Por fin:

“Buenas tardes. Quiero que sepan que me gusta mucho estar aquí. Voy a tocar un poco, ojalá no los moleste.” La amabilidad siempre está presente en el saludo con el que se presenta André Ferreira, quien a sus 31 años disfruta de subir a cantar no menos de 6 horas todos los días de la semana. “Voy a cantar una canción de Paralamas, espero les guste”. La canción es “Faro de los ahogados”, y su interpretación destila dulzura. Parte de la letra, se canta así:

 “Una noche larga, una vida corta/pero no me importa si yo te puedo ayudar/ te estoy esperando, no vayas a demorar”

Quizás estas palabras fueron una de las tantas que retumbaron en la cabeza de André hace casi dos años, cuando decidió venir a Buenos Aires para reencontrarse con su novia argentina (a quien había conocido meses antes en Brasil) después de terminar su máster en filosofía gracias a una beca que le fue otorgada a través de la Universidad Estatal de Londrina, ubicada en el estado brasileño de Paraná.

“La beca se me terminó, no tenía laburo. No sabía qué hacer”. Buscó trabajo como profesor pero todavía no tenía los papeles ni permiso para laburar. Dio clases particulares de guitarra y portugués, pero no le resultaba redituable económicamente, ya que tenía que viajar mucho y perdía tiempo. Entonces a Natalia, su mujer, se le ocurrió algo: “Me dijo ¿Por qué no tocas en el subte? Yo no lo había pensado, ni tenía ganas de laburar como músico, hacia un montón ya que no tocaba, como 10 años”. Pero ella insistió. Y no duda en reconocer el mérito: “Fue buena idea, me mantengo así.”

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No  es la hora en la que más gente alberga fugazmente la estación Primera Junta, y por eso podemos charlar amparados por un apreciable silencio. André me cuenta que nació en la ciudad de Lins, San Pablo, y que empezó tocando rock desde los 12 años, “Estudié canto, toco la guitarra, el cavaquinho (antecedente del Ukelele), y el teclado”. Un poco de conservatorio y el resto autodidacta, tuvo distintas bandas, hacía música propia y hasta llegó a grabar algunos demos: “Toqué de todo: pop, reggae, música brasileña. Escucho mucho rock y metal progresivo”.

¿Y de acá qué música te gusta? “Fui a ver a Lisandro. Me gusta.” Además de Aristimuño, también escuchó mucho a Charly  García, Spinetta, y Los abuelos de la nada. Mención aparte para La Negra Sosa: “De música argentina, es lo que más se conoce allá. Laburó con muchos compositores de Brasil. Fito Páez también, con Paralamas. La gente sabe que existe el tango, pero no se toca. De Mercedes Sosa, se hacen versiones allá. Yo me di cuenta después que había muchas versiones del rock de acá y nadie sabía de dónde venían. El rock argentino, que está buenísimo, no se conoce mucho allá”.

 

 

Pero volvamos a sus andanzas en la línea de subte más antigua de toda América Latina que desde el verano de 2015 lo tienen regalándonos canciones a diario. André ha pasado por la plaza Dorrego en  San Telmo, estuvo alrededor del Cementerio de La Recoleta, y también tocó en bares, trenes y colectivos, a los que descartó por ruidosos. Anduvo por el resto de los subtes hasta que se plantó en la A, por sus mejores vagones. ¿Por qué eligió este medio?Viajando la gente está más propicia para escuchar, me parece que, sentado sí o sí un rato, es más fácil conseguir la atención”.

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Nuestro joven paulista, hincha del Santos, sabe que el acento brasileño está dotado de un agradable carisma que logra generar, casi por instinto, empatía y buena predisposición por parte de la gente. “Empecé a hacer música brasileña que sé que es conocida acá. Yo sé que les gusta. Es especial, siempre desde que empecé a tocar, es bien recibida. Me gusta mucho estar tocando. Y la gente dice que le gusta también.”, comenta agradecido.

El público oyente, recibe con alegres aplausos los temas que integran su repertorio, que van desde bandas cariocas más populares formadas en los ´80, como Barão Vermelho  y Os Paralamas Do Sucesso, hasta música de figuras más clásicas como Toquinho, Tim Maia o Chico Cesar, cuyo tema, “A primera vista”, es más conocido acá por haber sido re versionado de manera brillante por Pedro Aznar.

La guitarra electroacústica que lo acompaña acusa ya unos leves vestigios, víctima del trajín de andar par a par junto a su dueño día a día, mientras  la funda en la espalda yace lista para protegerla cuando lo necesite. Le pregunto hace cuanto la tiene, y elogio su sonido: “No tenía ni guitarra antes. Ésta la compré cuando me recibí. Y sonríe levemente compungido. Sabe que el tiempo es capaz de deteriorarlo todo. La gira para mostrarme su ángulo inferior. Y se lamenta como un nene que ve roto su primer juguete: “Esta toda lastimada ya, porque el subte se frena ¿viste? Muchos golpes”.

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André en acción.

Yo creía que en su ciudad también era habitual toparse con música en la vía pública. Parece que no. “Para laburar en la calle está mucho mejor que en Brasil, la gente está más acostumbrada, tiene la cultura de aportar. Escuchan, le gusta. Es más común, más cotidiano. Allá no tenés tanto espacio. Y en el subte es más complicado, te puede llegar a correr la policía. Mismo en la calle o en las plazas. Acá en Buenos Aires está lleno, por todos lados. De arte en general”.

Ojalá sea consciente de que él mismo forma parte ahora de ese paisaje que tanto le gusta, de esa ola artística que embellece de manera fugaz las vidas de los transeúntes que sin buscarlo encuentran un poco de paz al escucharlo cantar. Porque en su mirada subyace la inocencia de los que transmiten armonía. Ojalá André siga alimentando con su voz la ternura que ninguno de nosotros debe perder jamás.