Rock

El 1973 del rock argento: una luz entre las sombras

Los setenta fueron, para nuestro país, uno de los años más caleidoscópicos de su historia. En 1973, luego de 10 años sin sufragios y 20 años sin sufragios libres, la Nación volvió a votar. Sin embargo, fue en esos años (y tal vez en ése mismo año) que se empezó a gestar uno de los capítulos más oscuros de su historia. El rock argento, en esta sopa, no se mantuvo al margen: el 73' fue quizá su mejor año, o así parecen demostrarlo discos como Artaud y Confesiones de invierno.

Los setenta fueron, para nuestro país, uno de los años más caleidoscópicos de su historia. En 1973, luego de 10 años sin sufragios y 20 años sin sufragios libres, la Nación volvió a votar. Sin embargo, fue en esos años (y tal vez en ése mismo año) que se empezó a gestar uno de los capítulos más oscuros de su historia. El rock argento, en esta sopa, no se mantuvo al margen: el 73′ fue quizá su mejor año, o así parecen demostrarlo discos como Artaud, Color Humano 3 y Confesiones de invierno. 

El 11 de marzo de 1973, casi diez años después de aquellas últimas elecciones que decretaron el triunfo de Illía, y luego de 20 años de elecciones sin peronismo, clausurado por los distintos gobiernos, el pueblo argentino dedicaba un rato de su domingo para decidir su propio futuro y el de toda Argentina: tres regímenes militares dieron paso a Héctor Cámpora, súbdito de Juan Domingo Perón, que se sentaba en la silla presidencial tras vencer en los sufragios por  casi 30 puntos más que su principal competidor.  Sin embargo, la democracia no era garantía de paz y estabilidad económica, los fines urgentes de la Argentina setentosa. Al contrario.

Desde la década anterior, la dictadura del 66′ había sometido todas las vías institucionales de participación al puro silencio. Así, ahogados los partidos políticos, sindicatos y universidades, la bronca política se colaba por el único lugar donde veía una luz: la calle. El famoso Cordobazo es la prueba más fehaciente. Todo ello sumado a que los 60′ y 70′ fueron, en toda América Latina, mundos de ideas: el Che y la Revolución Cubana, la Doctrina de seguridad nacional y hasta un movimiento católico tercermundista expresaban esa sopa de ideologías que era la Argentina del 73′. Una Argentina que, habiendo salido a la calle, se dirigió trágicamente hacia el camino de la violencia.

Los ejércitos populares de izquierda, por un lado, y los gobiernos militares y el peronista, por el otro, coparon todo protagonismo. Para los que nada tenían que ver en este barullo, la vida era un peligro. Ya en 1972, Cruzando la calle, una canción de Aquelarre, se expresaba en estos términos: “Cruzando la calle, cruzando la puerta de tu hogar, tu hermano se muere, mi hermano no podrá esperarAmérica vibra, mi mente quiere libertad, la muerte te ronda, la muerte nos quiere ganar”. En ese mismo año, León Gieco cantaba Hombres de hierro. Los climas eran un sauna.

En semejante capítulo de terror de la historia argentina, el rock no podía estar ausente. Todo lo contrario. Ya sea mediante expresiones directas, como la anterior de Aquelarre, o algunas que van “más allá”, el rock nacional no se quedó callado. A esto se suma que, y esto es una opinión personal, 1973 fue el mejor año de nuestro rock. Las letras de Charly en Sui Generis sonaban casi a consigna política. Molinari, desde Color Humano, expresaba un romanticismo como pocos en Argentina. El Flaco Spinetta, cuándo no, deleitó con dos de los mejores discos del rock argento. Se hace más que interesante, entonces, captar cuáles fueron esos discos que le dieron a estos doce meses semejante talante.

Volumen 3 – Pappo’s Blues

1973-PapposBluesVolumenIII       Después de dos discos demoledores, el gran Carpo había rearmado lo que fue Pappo’s Blues, su primer grupo propio. A su lado estaban nada más ni nada menos que Pomo Lorenzo y Machi Rufinoquienes serían los compañeros del gran Spinetta en Invisible, y que colaboraron con Volumen 3  y su base pesada. A pesar de no haber sido un hombre de muchas palabras, y mucho menos de palabras políticas, Pappo usó sus letras para dar la imagen de un tipo cansado, irritado con sus alrededores. “Todo se produce en forma material, si vos estás cansado nadie te va a ayudar”, tira en Pájaro metálico el Carpo hosco que todos conocemos. En su tercer volumen, Pappo’s Blues daría luz a un clásico eterno como lo es Sucio y desprolijoque estaría acompañado por El sur de la ciudad, El brujo y el tiempo y, bien al final del disco, Siempre es lo mismo, nena, con las clases de guitarra que Pappo siempre daba al culminar sus trabajos. Los sucesores de Volumen 3 volverían a sufrir cambios en la formación del grupo, por lo que éste fue el único disco que hicieron emerger en conjunto Napolitano, Lorenzo y Rufino. Pese a no ser un baluarte (ni mucho menos) en la denuncia social y política, Pappo (o al menos este volumen) significó un hito del rock epocal: supo fundar junto a algunos más nuestro rock pesado.

 

Pescado 2 – Pescado rabioso

pescado 2jpg       Sin dudas, en la segunda placa de Pescado rabioso se dieron todos los condimentos para hacer un disco completo: la llegada de David Lebón llenó el vacío que había dejado Frascino, y completaban el cuarteto dos de los mejores músicos de nuestro rock: Cutaia en las teclas y Black Amaya en la bata. Sin embargo, como en todo disco del Flaco, la mayoría de las pistas son reflejo de su pura genialidad. Pescado 2 abarca todo: desde las frustraciones sentimentales de Spinetta en Como el viento voy a ver hasta un rock terrible en Nena boba Hola, pequeño ser. Sin dudas, la frutilla del postre es Madre selva, seguida bastante de cerca por Credulidad Crisálida, en la que reza: “Todo gigante muere cansado de que lo observen los de afuera”. En todo esto, Cutaia parece ser el compañero perfecto de Spinetta: sobresale en todo momento, pero más en pasadas como la mencionada Hola, pequeño ser y en Viajero naciendo. Lebón, por su parte, aportó la cuota personal en la composición de la hermosa Mañana o pasado (u Hola, dulce viento). Sin dudas, una de las mejores obras del rock nacional: eran esos momentos en los que poesía y rock sólo encontraban su traducción perfecta en el nombre de Luis Alberto.

 

La nave infernal – Vox Dei 

42377335       Este vinilo es importante, o llamativo, en dos aspectos. En primer lugar, porque Ricardo Soulé ya tenía la decisión tomada de abandonar una de las agrupaciones míticas y fundacionales de nuestro rock, como lo fue Vox Dei. En segundo lugar, porque La nave infernal fue el primer disco en vivo lanzado en el país (hubo un disco en vivo de Los Gatos que se grabó antes, pero se lanzó mucho después). Al ser el trío original el coautor de este trabajo, las bases están: el blues y el folk de Soulé aparecen rápido en Un renegado… ese soy yo, y la base explosiva de Willy Quiroga y del Pulpo Basoalto es magnífica. Lo que viene después son dos éxitos clásicos de Vox Dei: Génesis, de La Biblia, y Sin separarnos más, del disco posterior. En el medio, casi como un presagio de despedida, Soulé sentencia un tema llamado Esta es quizás la última vez.  Quizá La nave infernal no sea de lo más genial de Vox Dei, pero puede conservarse aún como un sello de aquellos años de oro. La denuncia, por lo menos, no desapareció jamás, y así lo demuestra Amor y seis, el penúltimo track: “¿Dónde se fue la razón? Yo lo quisiera saber…”.  Ya en 1974, el grupo grabaría Vox Dei para Vox Dei y Soulé abandonaría a sus dos compañeros para continuar su carrera solista con, entre otros, Edelmiro Molinari.

Color humano 2 y 3 – Color humano

51+16zIZ+pL._SS300_       En la contratapa de Color humano 2 puede leerse la razón por la que estamos hablando de dos discos en lugar de uno. Aquél que iba a ser lanzado como un disco doble no se realizó por cuestiones de mercado, y la banda liderada por Edelmiro Molinari, con el extraterrestre Oscar Moro en la bata y una base terrible con Rino Rafanelli en bajos, lanzó Color humano 2 y Color humano 3 por separado. Sin embargo, se puede realizar un análisis tomándolos en conjunto: como lo había hecho en Almendra, Molinari conjuntó poesía y música como casi nadie lo hizo en el rock nacional. Con una lírica completamente romántica, dedicó casi todas sus letras a la naturaleza y a la vida: ya sea a puro pesimismo, como cuando promete suicidarse Mañana por la noche, o expulsando optimismo por los poros, como en Va a salir un lugar: Empezando a criar en paz, donde el agua, tierra, viento y fuego sean carne tuya, carne tuya”. Con éxitos reconocidísimos como Hace casi 2000 años Cosas rústicas, Color Humano 3 se ubica -sin duda alguna- entre los mejores 10 discos de la historia de nuestro rock. El 2, por supuesto, no se queda atrás. Ambos le volarían la cabeza hasta al más cuerdo.

Confesiones de invierno – Sui Generis

confesiones-de-invierno       Con Vida, Charly García y Nito Mestre habían revolucionado la música nacional: la venta de discos fue inusual, y el consiguiente desafío de un disco nuevo no era nada fácil. Sin embargo, con el tiempo se aprendió que la adolescencia de García debería ser (o ya lo es) un patrimonio de la humanidad. Confesiones de invierno es el súmmum de Sui Generis. Sin perder ese estilo de fogón que había caracterizado a Vida, este nuevo disco mostró una evolución musical y de pensamiento increíble. Con canciones más rockeras como Mr. Jones, o pequeña semblanza de una familia tipo americana y letras realmente filosóficas como Cuando ya me empiece a quedar solo, Charly se robó todos los aplausos y alimentó lo que podríamos considerar un rock comprometido. Ni hablar de Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no: toda la denuncia que podía realizarse ante el retiro del fallido gobierno militar instaurado en 1966 (aunque, tal vez, la letra haya sido pensada para otro tipo de dinosaurio). Y no sólo eso, sino que la frustración va también hacia lo cotidiano (Lunes otra vez) y hasta acusando a Dios de ser un “empleado en un mostrador” que “da para recibir”. Ojo: que el Charly actual no nos haga olvidar que aquél García, el adolescente, fue un verdadero rebelde.

Artaud – Pescado Rabioso

img       Acá es cuando aparece la aclaración de siempre: Artaud es, de pé a pá, un disco solista de Luis Alberto Spinetta. Sin embargo, por decisión suya, se lo considera propiedad de Pescado Rabioso. No se puede empezar a hablar de Artaud sin hacer mención a que es el mejor disco de la historia del rock nacional. Es lo que Borges llama un aleph: “todo el tiempo y todo el espacio, todos los eventos al mismo tiemposin pasadopresente ni futuro distinguibles”. Artaud es una obra casi perfecta: ya no lleva el rock pesado de los dos anteriores de Pescado Rabioso. En lugar de eso, Artaud podría llamarse tranquilamente Luis Alberto Spinetta: repleto de surrealismo, Artaud va desde una balada hermosa como lo es Bajan, pasando por algo más pesado como Superchería y desembocando en (para mí) uno de los tres mejores temas de nuestro rock: Cantata de puentes amarillos. En este disco hay frases que congelan, otras que son inentendibles para nosotros, los mortales, y algunas que reflejan el amor eterno que existía (y existe) en el alma de Luis Alberto: “Y te amo tanto que no puedo despertarme sin amar”, o bien “Aunque me fuercen, yo nunca decir que todo tiempo por pasado fue mejor. Mañana es mejor”, reza en Cantata. Para este disco, cuya concreción es un homenaje a uno de los poetas malditos, Antonin Artaud, acompañan al Flaco verdaderos cracks como Lebón (que parece haber estado en todo lo que es bueno), Frascino y Cutaia. El disco 10, el enganche del rock nacional.

También se recomienda la escucha del Volumen 4 de Billy Bond y la Pesada del rock and roll y el homónimo de León Gieco, ambos lanzados en 1973 y símbolos inexecrables de la denuncia rockera argentina.