Inaugurado en junio de 1978, el estadio Obras Sanitarias pretendía ser sede de eventos deportivos. Sin embargo, los incontables recitales que sucedieron desde el principio torcerían su destino hasta bautizarlo como “El Templo del Rock”. El primero en actuar fue Banda Spinetta el 9 de septiembre de 1978 para la promoción del álbum A 18’ del sol. Dos meses después, Charly García desembarcaba en el club de Avenida del Libertador con su emblemático grupo Serú Girán para la presentación en vivo de su disco homónimo.
A partir de ahí, un sinfín de músicos nacionales e internacionales tuvieron la dicha de tocar en el arena porteño más distintivo del rock. Llegar era sinónimo de éxito; llenarlo, la consagración. Los principales referentes del género pasaron por ahí: Pappo, Sumo, Soda Stereo, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, La Renga; y artistas extranjeros de renombre como, B.B. King, Iggy Pop, Ramones, The Police, Red Hot Chilli Peppers.
El vínculo de Divididos con Obras Sanitarias fue una relación de altibajos que sirvió como retrato de los volátiles primeros años de la banda. Luego de la disolución de Sumo, tras la muerte de Luca Prodan en la víspera navideña de 1987, Ricardo Mollo y Diego Arnedo quedaron en un estado de orfandad y aflicción donde solo la música podía servir como remedio.
Tomando reminiscencias del pasado inmediato y con el agregado de una agresividad sonora nítida, lanzan al mercado 40 dibujos ahí en el piso (1989). Eran tiempos de una incipiente convocatoria y el Templo del Rock estaba fuera del radar; para difundir el debut discográfico los predilectos serían el Parakultural y Cemento.
Desde mediados de los ochenta la productora Rock and Pop era un gigante que acaparaba todo lo que sucedía con el género en el país. Así fue que por sus seis años de historia decidieron hacer un festival en Obras con un line-up glorioso para la época que incluía a grupos como Rata Blanca, Attaque 77 y Divididos. En agosto del ‘91, Mollo y Arnedo vuelven a subirse al escenario de Avenida del Libertador 7395, pero esta vez para telonear a los norteamericanos Faith No More.
Antes de comenzar el registro de su segunda placa deciden realizar un cambio en la formación. Con la incorporación de Federico Gil Solá en batería (reemplazando a Gustavo Collado) alcanzarían robustez en el sonido y una diáfana transformación en la búsqueda rítmica. Sus años como músico en Estados Unidos fueron decisivos para incorporar elementos del post punk y vivenciar la explosiva corriente new wave de los ochenta.
Aún así, deseaban impacientemente descatalogarse como los ex Sumo, y en medio de esa búsqueda de identidad propia encontraron el aliado perfecto para afianzar la enérgica propuesta como power trío. La grabación de Acariciando lo áspero (1991) dejaría clásicos como “El 38” -vibrante, colérico, irascible -, el funky acelerado “¿Qué tal?” y la popular “Ala Delta”.
El éxito de las ventas se vería reflejado en una audiencia creciente. La primera presentación independiente de Divididos en el estadio Obras Sanitarias fue el 23 de mayo de 1992. Un hito en la historia de la banda, no solo por el debut, sino también por la desafiante y audaz puesta escénica: Ricardo Mollo llegaba al escenario montado a caballo y vistiendo un poncho, entonando los versos de “Haciendo cola para nacer” mientras Arnedo repiqueteaba el bombo legüero y el público eufórico gritaba “¡Argentina!, ¡Argentina!”. El mismo día que fallecía el icónico compositor Atahualpa Yupanki, ellos manifestaban públicamente su admiración por la tradición folklórica nacional.
Con miles de copias vendidas, el grupo pegaba un salto de popularidad alejándose del under para encontrar su lugar en la historia del rock argentino. Lugares como el Teatro Arpegios en San Telmo o el legendario Cemento eran insuficientes para el caudal de gente que los seguía. A comienzos de 1993 Divididos colmaba Obras para estrenar temas de su tercer LP, dando inicio a una seguidilla de shows que marcarían un récord para el lugar: trece presentaciones en menos de un año.
Pero la masividad llegaría de la mano de La era de la boludez (1993). Un contundente manifiesto de la amalgama musical que pretendían, donde el folklore podía convivir en armonía -para sorpresa de muchos- con géneros como el reggae o el funk. La rockera interpretación de “El Arriero” sería el punto más álgido del disco. Entre septiembre y octubre de 1993, se presentaron seis veces consecutivas en el club porteño en medio de una exitosa gira promocional. Tal es así, que siete años después publicarían su primer álbum en vivo (Viveza criolla, 2000) con el registro de las mejores actuaciones de aquellos años.
La potencia demencial de sus shows les otorgaría el merecido mote de “La aplanadora del rock”. Un slogan convertido en cántico por sus fanáticos para propagar el éxtasis de lo que significa ver en vivo a uno de los power tríos más importantes del rock nacional. Tres décadas después de aquel primer recital en el estadio Obras Sanitarias, Divididos vuelve al escenario que transformó su carrera, ya no para buscar la consagración, sino para hacer temblar una vez más al Templo del Rock.
Las entradas se adquieren mediante la plataforma coolco.io
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