Punto De Vista

Violencia es prohibir

El Juez Roberto Gallardo resolvió prohibir los eventos en los que haya "música en vivo o grabada" en todo el ámbito de la Capital Federal y apunta especialmente a 14 boliches y lugares. Una medida para la tribuna, para que algunos digan "Ven, se está haciendo algo". Mientras, ir realmente a fondo para atacar el problema sigue siendo una deuda eterna del estado y la Justicia para con los ciudadanos. No sólo que atamos todo con alambre, si no que el alambre es de púas.

Bien vale la licencia poética a ese himno de Los Redondos. Una vez más, la Justicia actúa de una manera, cuanto menos, curiosa. Resolvió prohibir toda actividad con música en vivo o grabada en la Ciudad de Buenos Aires, a instancias de algunas ONG una, incluso, de…cartoneros y afines. No, no es una joda. El juez que tomó la decisión, un tal Roberto Gallardo, se basó en lo siguiente: “El cuadro de impunidad e inexistencia de control estatal”. Perfecto. Estamos de acuerdo. Claro que lo estamos. Después de todo, es el mismo escenario que hace 11 años, cuando ocurrió Cromañón. Curioso que la misma Justicia haya resuelto, en este caso, meter presa a la banda que tocaba y no a quienes configuraban el “cuadro de impunidad e inexistencia de control estatal”.

Nunca, jamás, el estado parece hacer lo correcto. Jamás. A un Estado ausente por acción y omisión se le suma una Justicia que siempre hace la simple. ¿Hay cinco muertos en una fiesta electrónica? ¡Prohibamos las fiestas! Esa fue la respuesta que ensayó Horacio Rodríguez Larreta, el chirolita que hoy es el Jefe de Gobierno de la Ciudad, cuando se constató que en la “Time Warp” había habido todo tipo de irregularidades. ¿En qué cabeza cabe? ¿Realmente la Justicia de este país cree que para cosas como las sucedidas en Cromañón y en Time Warp aplica el dicho “Muerto el perro se acabó la rabia”? En absoluto, porque la rabia hay que ir a buscarla mucho más arriba. Los bolicheros corruptos son apenas un eslabón de una cadena podrida de negligencia, cohecho y falta de estima por la vida del otro. Porque, en definitiva, a los que nos deben cuidar y deben cuidar de que nos cuiden, nosotros, los ciudadanos, les chupamos un huevo. Así, corta.

Pero esta medida, que supone un enorme golpe de efecto, no es más que maquillaje. Queda claro cuando uno la lee y se habla de “Rumi” (cerrado hace meses) y el “Roxi“, que en realidad es “The Roxy”, como queda claro en el mismo escrito, donde pegan la página web del lugar. Ya pasó en el fútbol. ¿Hay lío entre barras? ¡No van más visitantes! ¡¡¡Genios!!! Esa es la manera…¿Ah, no? ¿Qué igual siguió habiendo violencia en el fútbol? Mirá. Quizás sea porque prohibir no es la manera. Y porque mucho más sano y productivo que prohibir sería investigar, legislar, hacer cumplir la ley, no ir con las manos a buscar la coima que, aún hoy, sigue a la orden del día. Quizás, antes que prohibir, habría que meter la cuchara a fondo en un sistema de habilitaciones caduco, que habla de “una persona por metro cuadrado”. Algo que NINGUN lugar respeta, porque es irrisorio.

La capacidad real de los lugares bajaría drásticamente. Y no es para cuidarnos, es porque está apoyada en una ley que data de los tiempos del tango y la milonga. En ese entonces, las parejas bailaban el tango y, para que no se pisen, para evitar roces, tenía que haber una persona por metro cuadrado. Pero parado, o saltando, una persona por metro cuadrado es un delirio. Pero la ley sigue siendo esa. Quizás les de paja ponerse a laburar en una nueva ley, qué se yo. Mucho más fácil es prohibir, es impedir, es volver a cercenar a la cultura.

Los más perjudicados por esta medida son los músicos. Tal y como les pasó post Cromañón. Muchos lugares cerraron, otros se reformaron y otros abrieron. Sólo un denominador común: todos cobraron más caro el alquiler del lugar, los equipos y todo. Y ahora, quizás, pase lo mismo. La música, que es la única inocente en todo esto, es la que más perjudicada sale.

Con esta “prohibición“, además de caer en una bola enorme de sinsentidos y de balbuceos, la Justicia por un lado, y el gobierno por el otro, alientan lo clandestino que, como sabemos, goza de muchos menos ‘controles’ que lo legal. Justamente días atrás, la Justicia consideró que el tipo que habilitó Cromañón, sabiendo que había irregularidades, se hizo acreedor de una bella condena de 4 años de cárcel. La misma Justicia que consideró que el cantante de Callejeros merece tres años más, más allá de no tener que tener obligaciones, ni conocimientos en lo que tiene que ver con Seguridad e higiene. Y es la misma Justicia que, hoy, decide “prohibir” en lugar de “prevenir“. Terminan igual, pero son muy distintos esos dos conceptos.

¿Por qué en lugar de prohibir, la Justicia no cambia una ley de habilitaciones que, de tan vetusta e insólita que es alimenta y da cabida a los abusos de los empresarios? ¿Por qué en lugar de evitar las manifestaciones culturales, el gobierno de la ciudad no comienza un programa de charlas de prevención en las escuelas? ¿Por qué no se crea la materia o el taller “Seguridad e higiene” en el nivel educativo secundario? ¿Por qué en lugar de impedir, prohibir, cercenar, censurar y acallar, el estado y la Justicia no eligen educar, concientizar, legislar, advertir y cuidar?

Así como Chabán dijo en 2004 en Cromañón: “Si acá hay un incendio nos vamos a morir todos como en Paraguay”, en lugar de ocuparse de reducir el margen de que ese incendio ocurra; la Justicia, en 2016, nos dice “No”, en lugar de trabajar para, entre todos, lograr cambiar la realidad. Prohibir no va a ayudar en nada, sólo va a alimentar lo clandestino, ilegal y, por tanto, mucho más peligroso. ¿Pero qué esperar de unos cuántos burros más que unas cuantas patadas? Parece que, por un tiempo, a la Revolución de la Alegría le faltará música. Nada sorprendente, si tenemos en cuenta la casi persecución que sufre la cultura en estos momentos. Pero así y todo, nunca se había llegado tan lejos. ¿Hay lugares que son una trampa mortal? Sí. ¿Hay que prohibir que haya narcotráfico en las fiestas? Sí. ¿Para hacer todo eso, es necesario prohibir toda la actividad? No, claro que no. Pero hay que laburar en serio.

Esta medida, todos sabemos, durará unas horas, días, como máximo, una, dos semanas. Después, todo volverá a su cauce y en un tiempo, tendremos una nueva tragedia. Y otra vez algún juez o fiscal se iluminará y la jugará de “paladín” intentando prohibir para legislar y, justamente, es al revés, hay que legislar para evitar prohibir. Por supuesto, un camino es mucho más largo, requiere más trabajo, más honestidad y más de todo. El otro es un camino mucho más corto y puede que alguna Doña Rosa incluso aplauda como una foca excitada. Como todos sabemos, en este país, siempre se buscó que aplaudan las Doñas rosas y no evitar los Cromañones. ¿Por qué ahora habría de ser distinto?