Siempre Viva. Siempre Norita.
Siempre Viva. Siempre Norita.

La última vez que vi a Nora Cortiñas fue en el Movistar Arena. Ella había ido (como otros miles) a ver la cuarta noche de Fito Páez representando “El Amor Después del Amor”. En medio de una lista de temas atronadora y de una ebullición sostenida, Fito, se hizo una pausa para identificarla, saludarla y hacerle una reverencia. Norita se paró de su silla de ruedas (en realidad, no recuerdo si estaba en silla de ruedas o si es un efecto Mandela) e hizo lo que hizo siempre y seguirá haciendo en cada luchita que se sostenga en este bendito suelo: sonrío.

Y su sonrisa iluminó el Movistar. Iluminó la noche y, como efecto contagio casi inmediato, hizo que Fito Páez sonriera. Dar es Dar. Ese podría ser un resumen de Nora Morales de Cortiñas, su vida, su lucha. A partir de ahora, su eternidad. 

Norita era, entre muchas otras cosas, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora. Después fue muchas otras cosas, principalmente, una luchadora empedernida por la Justicia social y las causas urgentes. Y, modificando ligeramente lo que canta La Renga en el “Hombre de la Estrella”, “sin perder la ternura jamas, Aprendio a endurecerse”. Y eso fue/es Norita. La lucha tierna, pero siempre la lucha. Detrás de esa sonrisa de abuela, de esos puños ajados por el tiempo y gastados de tanto golpear puertas, buscando a un hijo que jamás volvió, estaba el espíritu de una luchadora inquebrantable. 

Decir Nora es decir Lucha. Siempre. En cada lucha, en cada marcha, en cada luchita, en cada ocasión dónde se levantará un reclamo, Norita estaba ahí. Pateando una pelota de fútbol en las escalinatas del Congreso, con el pañuelo verde que se le ató un día en el brazo y se le encarnó, con ese pañuelo blanco que cada vez que se lo ponía en la cabeza era como uniformarse, porque habrá un siempre para la batalla y no había razones suficientes que la demorarán.

Norita también se dio el gusto de jugar al fútbol.

Aquella frase del Indio, parece escrita para ella: “Con los puños en alto, Deseando al final hacer la revolución, Con una canción de amor”. Porque quizás, es una de las líneas que mejor la describe. Norita fue amor. Norita es amor. Norita estará Viva siempre, porque nadie es capaz de borrarla de nuestras mentes, corazones y almas. Ha sido tanto lo que nos enseñó lo que nos acompañó, lo que nos consoló, que ahora, todo eso, se convertirá en legado. Si es que ya no lo era.

La última vez que la vimos fue en la mega marcha Universitaria, ahí estuvo, como en cada vez que la lucha la convocó a salir a la calle. Como pidió por el paradero de Rafael Nahuel, como luchó por la Luciano Arruga, como pidió por Carlos Fuentealba y Santiago Maldonado. Como cada vez que la Injusticia se hacia presente como una sombra que nos acechaba y amenazaba con taparnos. 

En formato de Crónica símil Rodolfo Walsh, hay que decir que Norita tenía 94 años, que su salud venía desgastada, y que una operación de una hernia de disco en los últimos días, fue lo último que su cuerpo – físico pudo resistir. También, como decía Rodolfo Walsh, “La noticia tardará en hacerse tolerable”. Y este es un ejemplo de la tremenda realidad de aquella frase y quizás la mejor manera de entender lo que quiso decir aquella vez el brillante Walsh.

Norita y siempre su sonrisa. Aún en los peores momentos.

La sensación que un poco nos inunda a todos los que la conocimos, respetamos y admiramos es de Horfandad. Hoy estamos un poco más solos. Nos faltará la sonrisa de Norita. El consuelo que nos queda, es que su espíritu seguirá ahí. En cada lucha que se levante en este suelo, en cada luchita que se geste en una esquina, en cada injusticia que merezca ser rebatida. 

Y otra sensación que nos embarga es la pena por el hecho que Norita haya tenido que partidos con estos hijos de puta y negacionistas en el Gobierno. Si bien ella nunca se sentó en la mesa de ningún poder de turno – ni siquiera del Kirchnerismo- el hecho que el negacionismo esté en el poder es una tristeza muy grande, que una amiga de Videla esté como vicepresidenta revuelve las tripas.

Pero tenemos que hacer como Norita nos enseñó. Siempre los puños en alto y siempre con una sonrisa. Eso es trascender. Por eso, aunque la muerte se empeñe, no, no va a poder. Norita, siempre Viva. Nosotros, siempre Norita. Hasta la Victoria Siempre. Es momento de descansar, Norita. Vaya y dele ese merecido abrazo a Gustavo. Llegó la hora. Después de tanto caminar en círculos, llegó la hora. Quizás Norita siempre supo que ese momento iba a llegar. Quizás por eso, jamás perdió la ternura, ni la sonrisa.