Ver todo esto desde afuera es como ver la algarabía de un barrio tipo, tranquilo, de clase media y con población en su mayoría anciana, cuando Bergoglio fue elegido como autoridad suprema del Vaticano. No eran pocas las ventanas o los almacenes que exhibían, harto felices, imágenes del flamante Papa Francisco I. De ahí en adelante el mundo se desenvuelve de acuerdo a sus palabras. Si pide tranquilidad, estaremos tranquilos. Si pide repudio, repudiaremos. Porque así juega la opinión de una figura pública con gran peso en el imaginario social.
Ver la locura por el recital que el Indio Solari va a dar en Mendoza es exactamente igual. Parece que el ser fundamentalista es una religión. Por algo le dicen misa a sus recitales, por algo hubo gente haciendo cola en pleno invierno, lo mismo que hicieron en Córdoba las fans de Violetta la semana pasada o lo que hace cualquier fanático de un club de fútbol convocante. Por algo hay en las redes sociales una gran cantidad de gente que dice “me mato si no voy a Mendoza”.
Hoy ocurrió lo que se sabía que iba a ocurrir: en Buenos Aires, donde ya habían empezado a hacer cola desde anoche, hubo cinco cuadras de cola y parece que una calle cortada. En varios lugares ya no hay entradas, aunque supuestamente mañana habrá otro remanente. En Mercado Libre ya está el garca de siempre vendiendo un ticket a $1100. En ningún lugar de la provincia de Salta hay punto de venta. O viajás a Jujuy o te cagás. En los grupos de Facebook afines a PR hay algunas discusiones. Que el Indio no tiene la culpa, que sí la tiene, que podría tocar en un lugar más grande, que venga más cerca, que se tiró un pedo, que no fue él, etc.
¿Qué papel o responsabilidad le caben a Solari en todo este quilombo? Para mí, que lo miro de afuera, varias responsabilidades y un único papel. El papel de dios es innegable. Baila y canta, y todos bailan y cantan tratando de hacerlo idéntico a como lo hace él. Pero él, supongo, sabía que todo esto iba a pasar. Un tipo que lleva 120mil personas y pasa dos años enteros sin tocar, va a llevar aún más. ¿Cuál fue la solución? Tocar en Mendoza, allá lejos, donde nadie va. La otra fue poner la entrada a $300, $400, un precio de shows internacionales para un estadio que va a estar repleto como los shows internacionales.
Pero no todo salió como tenía que salir. Aunque pedirle 300 mangos a un religioso sea como pedirle una moneda a cualquier persona. Nadie tiene demasiado drama en gastar, entre entrada, viaje, previa, remerita, más de 1000 pesos. Los que se quedan afuera no importan demasiado. Los que no pueden viajar por la distancia, por la guita, por problemas personales, no van a poder ir. Está bien, es común, y al tipo no tiene por qué importarle. No quiero exigirle condiciones ni que se preocupe porque a Mengano le robaron la moto y tuvo que comprarse otra. Pero hay problemas que dependen de la organización del show, aunque no directamente… ¿no era más fácil organizar una mini-gira de cuatro o cinco shows en un año?
Indio, vos sólo das el “sí” y vas diez horas antes del show a probar sonido. A lo sumo viajas algunos meses antes a mirar el lugar. Indio, vos sabés lo que arrastrás, porque no podés salir de tu casa sin sacarte fotos o firmar autógrafos. Solari, vos sabés que con cinco míseros shows por año te facilitarías todos estos quilombos de organización y le darías una alegría a la gente. O más de una. Con un show por año, o con un show cada dos años, con entradas caras, con “pocas” entradas a la venta, solucionas un problema por un rato, te lo sacás de encima. Pero los botellazos en la entrada de un show, como en Junín, y hechos insólitos como el de hoy en Capital, no van a frenar. Los 5 kilómetros caminados para entrar a ese mismo recital de Junín se van a seguir haciendo, algunos sin drama, otros a pura queja. Pero la solución no es tan difícil. Nadie te puede culpar por eso, vos sólo sos músico. Pero la solución no es tan difícil. Embocá el tiro libre, querido Indio, y pensá en la gente que felizmente te da de comer.
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