Pasaron 30 años de uno de los golpes más duros para el rock nacional y la vida democrática argentina. El 26 de abril de 1991, el país entero se dio cuenta de que, a pesar de que hacía 8 años que se había terminado la dictadura militar, todavía quedaban rastros antidemocráticos en las instituciones que había que solucionar. La persona que hizo abrir los ojos a toda una generación fue Walter Bulacio, quien, con su asesinato, dejó una huella que sigue marcada a la hora de gritar “Nunca más”, porque allí también se incluye las prácticas perversas de la Policía Federal.
Miles de personas se vieron y se ven reflejados en Walter, un joven que le tocó nacer en el ocaso de la democracia, que se crió en la dictadura militar y vivió su adolescencia en los agitados años de los gobiernos de Alfonsín y Ménem. El 19 de abril de hace 30 años, el ricotero de 17 años se subió a un micro junto a sus amigos en Aldo Bonzi para ir a ver a la banda de sus amores, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La banda liderada por el Indio Solari se presentaba en Obras Sanitarias, en el barrio porteño de Núñez, y Walter se preparaba para disfrutar del recital al cual asistió gracias a la entrada que le regaló su abuela.
Lo que nadie sabía de los que asistirían a la misa ricotera, es que allí los esperaba era una verdadera cacería. En ese momento, los jóvenes se encontraron con la razzia policial, un ataque sorpresa organizado por policías de cinco comisarías y cientos de móviles que no tuvieron piedad con los presentes. El “operativo mostruo”, nombre que le puso uno de los policías denunciados durante el juicio, terminó con cientos de detenidos (muchos sin declarar) y una enorme cantidad de heridos. Entre ellos estaba Walter, quien fue capturado en las canchas de hockey de Obras Sanitarias y llevado a la comisaría 35 de Nuñez.
Las cosas que ocurrieron en la comisaría a cargo del comisario Miguel Ángel Espósito expusieron la impunidad de la Policía Federal. A pesar de que Walter Bulacio era menor de edad, no se notificó a los padres ni a la Justicia la detención, amparados en el Memorándum N°40 de la Dirección de Asuntos Judiciales de la Policía Federal. Aquella reglamentación sancionada en 1965, dejaba en manos de los oficiales la facultad de informar o no a un juez la detención de un menor. Así, Walter se encontraba detenido e incomunicado, nadie sabía donde estaba, y los oficiales le dieron una golpiza que su cuerpo no podría resisir.
Después de casi 16 horas detenido, Walter fue trasladado al Hospital Pirovano, donde fue atendido por los golpes. Allí, con las pocas fuerzas que le quedaban, logró denunciar lo sucedido al personal de salud. “La yuta”, respondía cuando los médicos le preguntaban cómo se hizo esos golpes. La agresión que recibió el adolescente sorprendió al personal del Hospital: múltiples golpes y magullones en el cuerpo y el rostro, un golpe en la nuca con un hematoma en el lóbulo frontal, tumefacción en los labios y un golpe en la planta del pie.
Mientras atendían a Walter Bulacio en el Hospital, el comisario Espósito liberó a un vecino del joven de Aldo Bonzi. “Acordate que te tratamos bien”, le advirtió el policía. Luego, el vecino regresó al barrio para avisarle a los padres que no se esperaban la noticia. De hecho, creían que su hijo estaba trabajando, ya que había avisado que, luego del recital, iría al campo Municipal de Golf, donde planeaba fichar a las 5 de la mañana para ser de los primeros en ofrecerse como caddie de los jugadores.
Finalmente, producto de los golpes propinados por la Policía Federal, Walter Bulacio falleció en la clínica Mitre el 26 de abril de 1991. Luego de una semana luchando por su vida, cuerpo del joven dijo basta, y se marchó injustamente, dejando una de las manchas de sangre más importantes desde la vuelta a la democracia. Sin embargo, 30 años después, la familia sigue esperando justicia, la cual parece seguir esforzándose por hacerlo pasar como un número más en la estadística.
El horror que vivió la familia Bulacio se extendió varias décadas más luego del trágico asesinato. Luego de que ningún juzgado aceptara tomar el caso, el comisario Miguel Ángel Espósito fue sobreseído en 1992. Luego, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó reabrir el caso y continuar la investigación en 1994, cosa que no se hizo hasta el año 2003. En el medio, CORREPI y el CELS llevaron el caso hasta el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Sin embargo, siguieron pasando los años sin encontrar respuesta por parte de la justicia argentina.
En el año 2003 parecía que la historia podría llegar a cambiar. En aquel año, el Estado argentino reconoció su responsabilidad en la detención y muerte de Walter Bulacio. A partir de allí, se comprometió con los organismos de derechos humanos a continuar la investigación y sancionar a los responsables. Además, se comprometió a modificar las leyes sobre facultades policiales de detención, en especial cuando se trata de personas menores de 18 años, para lo cual debía armar una mesa de consulta federal. Sin embargo, nada de esto ocurrió
El último capítulo judicial dentro de esta historia ocurrió en 2013. 22 años después del asesinato de Walter Bulacio, la justicia decidió condenar al excomisario Miguel Ángel Espósito y los otros oficiales implicados a la pena irrisoria de 3 años de prisión. Así, la Justicia argentina escribió una de sus páginas más bochornosas con la sangre de un adolescente que solamente quería ir a ver a la banda de sus amores.
Tras 30 años de la más obscena impunidad, organismos de derechos humanos y una generación entera pide justicia por Walter Bulacio. El grito de “yo sabía que a Bulacio lo mató la policía”, se volvió un lema contra la violencia policial hacia una generación que se crió bajo las turbulentas aguas de la transición democrática. Tres décadas después, siguen ondeando, luzca el sol o no, banderas rojas, banderas negras, de lienzo blanco en tu corazón.
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