La lucha feminista organizada presionó a la Justicia para que se le otorgara la excarcelación extraordinaria a Eva Analía de Jesús, mejor conocida como Higui. No fue la presión mediática la que lo consiguió, ya que pocos medios nacionales se hicieron eco de su situación. Con las redes sociales como aliadas, militantes de diferentes espacios tomaron su bandera y multiplicaron su voz en las calles.
Higui es una mujer lesbiana de 42 años. Fanática del fútbol, supo hacer el escorpión de René Higuita en un potrero, para hacerse dueña de un apodo que iba a convertirse en grito de libertad. Era acosada por un grupo de varones a causa de su orientación sexual. Quemaron su casa, mataron a su perro, la amenazaban constantemente. Ella evitaba el barrio donde ellos vivían, pero el día de la madre la encontró privilegiando la familia y visitando el barrio en común. En un pasillo oscuro, diez varones la rodearon: “Te voy a hacer sentir mujer. Te vamos a empalar, tortillera”. La golpearon y la tiraron al suelo, le rompieron el short de fútbol a la altura de la entrepierna; tenía a uno de ellos encima, a punto de violarla, cuando sacó el cuchillo que escondía para defenderse y le dio un único puntazo en el tórax. La masa indefinida en donde dio el puntazo, ese varón que intentó violarla, cayó muerto sobre ella mientras los otros nueve le seguían pegando. Perdió la consciencia hasta que la despertó la linterna policial. En ese momento se activan los engranajes represivos del Estado y ella se convierte en asesina. Peor que eso: una mujer lesbiana, chonga, pobre, que mató a un varón. Higui, sobreviviente de un intento de violación y femicidio, siguió siendo violentada una y otra vez por un aparato policial y judicial machista, misógino y lesbofóbico que la encarceló sin investigar, le negó atención médica y se le rió en la cara: “¿Quién va a querer violarte a vos?”
Cuando se conoció su historia, el feminismo popular y organizado activó el mecanismo contrario, el de la sororidad y lucha. La acción directa en la justicia se complementó con la acción de las que pusieron el cuerpo en la calle. Paso a paso, su nombre se hizo más conocido, diferentes artistas dibujaron su rostro, más organizaciones pusieron su nombre en un cartel, el ciberactivismo lo puso en Twitter y Facebook. “Atacada por lesbiana, presa por defenderse”, “Higui, presa por seguir viva”, “A Higui la liberamos entre todxs” fueron algunas de las frases que se plasmaron en paredes y corrieron de boca en boca, de asamblea en asamblea, hasta hacerse un grito nacional. El movimiento de mujeres y lesbianas no se dejó amedrentar cuando la trasladaron al penal de Magdalena alejándola de su familia, sencillamente no sabe bajar los brazos. No es una opción. Queda demostrado el por qué.
La historia la pueden contar los que detentan el poder, pero la hacen las luchas populares y terminan alzando su propia voz. La libertad de Higui es otro paso más de la lucha feminista y otro hito histórico para este movimiento en Argentina que no negocia sus ideales, no abandona a sus compañeras ni se cansa de gritar. No se “está organizando”, está venciendo. Una a una, más tarde o más temprano, gana y ganará las batallas en las que se enfrenta a grandes poderes estatales y mediáticos. Por eso es una ola que no para de crecer, que se expande a otros países, que se hace oír cada vez que la violencia machista duele, abusa y asesina. El patriarcado se cae, el feminismo vence, hoy Higui vuelve a casa y pelea por su absolución. Les prometió a sus miles de nuevas compañeras un festejo en una plaza, con fútbol y alegría, y levantar sus banderas “como hicieron ustedes con la mía”. La bandera es una sola y dice, clarito, VIVAS Y LIBRES NOS QUEREMOS.
Por Triana Obregón
Comentarios