Después de casi tres años, el sábado por la noche Stratovarius volvió a tocar en nuestro país, esta vez para presentar “Eternal”, su último trabajo de estudio, ante un Vorterix repleto. El grupo power-metalero cuenta actualmente con la misma formación que produjo su álbum anterior, “Polaris” (2009), sólo que con un nuevo batero llamado Rolf Pilve, joven con presencia, cresta larga revoleada y un lindo set de batería con buenos bajos. El público, promediando los 35 años para arriba, disfrutaba con cerveza fría esta velada rockera, en primera instancia con bandas soporte como Corazón Profeta, Conxuro y Abeydon.
Los Strato se hicieron esperar pero cuando se abrió el telón con la tapa del “Eternal” iluminada de azul, aparecieron los cinco en cuestión y cabe destacar la energía de cada uno: Timo Kotipelto, un clásico de la banda, con una buena interpretación y constancia en su voz, alzaba sus puños agitando sus discípulos; Jens Johansson, con su teclado hacia abajo e iluminado y la sudadera a mano disfrutando del calor de sus sonidos; Matias Kupiainen, haciendo rugir su blanca guitarra con riffs y solos contundentes, moviendo su cabeza al compás de sus manos; Lauri Porra, reflejando un look a lo Cliff Burton, musculosa de jean con estampa en su espalda de Metallica, bajo grave de 5 cuerdas, pose potente y esencia de metal; y por último, Rolf, descripto anteriormente, terminó de dar el sonido base característico de la banda, con virtuosidad.
A lo largo de la gira por Japón, USA, México, Brasil, realizaron un setlist bastante común pero lleno de clásicos, como le gusta a los fanáticos, que en esta noche aullaban sus letras, melodías y el famoso “ole, ole, ole”. La banda, como todas, quedó maravillada con la respuesta del público argento y se creó una buena vibra fundamental con la banda para desarrollar este gran show de una hora y media a puro power metal.
Una intro se antepuso al primer tema del recital y último disco, “My Eternal Dream”, seguido por dos clásicos bien recibidos y coreados por el público, “Eagleheart” y “Phoenix”. Dos temas más tarde, Lauri se da el lujo de mostrarse solo en el escenario haciendo sonar su bajo crudo. Mientras disfruta de una cerveza, improvisa una armonía y melodía conocida, con una gran técnica. Siguiéndolo, entra Rolf con unos bombos en negra para levantar al público y comenzar “Paradise”.
Cabe destacar el último tema del nuevo disco, “The Lost Saga”, de 11 minutos, que tiene una gran intro y riff, guitarra acústica en el medio de la obra, seguida de un solo melódico de guitarra eléctrica y una batería muy cargada. Al final de esta canción, se escuchó un solo de teclas para bajar revoluciones. Es una banda que sabe cómo llevar un recital sin caer en lo monótono del estilo.
Dos clásicos como “Black Diamond”, con un corto solo de bata en su final y “Unbreakable”, marcan el cierre. El grupo vuelve con la balada “Forever” y termina de explotar el recinto con la rápida “Speed Of Light” y la poderosa “Hunting High And Low”, donde el público queda solo cantando el tema y ellos admirándolos, con mucha emoción.
A niveles sonoros, la banda es totalmente profesional, cada integrante expresa con claridad su sonido, logrando un equilibrio sin aturdir, placentero, dinámico, con el fundamental grave de bajo y bombos claros que marcan al metal como lo que es. Las luces que enfocaban la tapa del nuevo disco fueron cambiando de color a lo largo del show, con otro buen juego acompañando a la par la armonía y el ritmo, dieron el toque mágico visual.
Justo a 45 años de la salida del considerado primer disco de Heavy Metal, de Black Sabbath, se pudo disfrutar de una reunión cálida de metaleros, en donde siempre las remeras reflejan la amplitud del género, respeto y hermandad entre sus seguidores.
Crónica por Danilo Bocchetto especial para Rock And Ball
Fotos por Martín Dutil Fotografía para Rock And Ball
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