La excusa era el 25° Aniversario de “Passion and Warfare”. Ese disco es uno de los más conocidos de Steve Vai, pero curiosamente no contó con una gira de presentación. Según le contó el propio guitarrista a la edición argentina de Rolling Stone, “cuando salió ese disco, yo estaba de gira con Whitesnake, y cuando terminó el tour, mi esposa estaba por tener un hijo, así que nunca lo presentamos en vivo”. La deuda pendiente se cerró en un tour de 140 shows que terminó en Buenos Aires. El jueves 15 de junio de 2017 en esa ciudad fue, según contó en el escenario, “la última vez” que tocó ese disco en vivo.
Con todos esos condimentos, las expectativas eran muchas, pero el show las superó con creces. La presentación con un pequeño fragmento de la película “Crossroads” (en la que el músico participó) anticipaba un gran despliegue audiovisual, y la aparición de Vai con una capucha y una guitarra llenas de luces LED para tocar “Bad Horsie” lo confirmaban. La audiencia iba a ver un recital de primer nivel mundial.
Técnicamente, Vai es superlativo. Es el rey del tapping (con púa o con los dedos) y usa los pedales y la palanca de vibrato prácticamente como nadie. Además, está en todos los detalles. Por ejemplo, cambia de guitarra prácticamente cada tema. Según los números de Rock and Ball, en el Luna Park utilizó al menos cinco: cuatro JEM (tres blancas con pequeños cambios en especificaciones técnicas puntuales y la primera, plateada con luces LED) y una Stratocaster, todas marca Ibanez. El uso de cada una no es aleatorio. De hecho, al comenzar en el quinto tema con el set de “Passion and Warfare”, Vai frenó la ejecución de “Liberty” (con video de Brian May tocando con él incluido) porque había olvidado cambiar la guitarra.
La lista de temas no tuvo novedades respecto del resto de la gira, pero quedaba ver la reacción del público argentino ante semejante exhibición. Más allá de la estupefacción, éste fue – como siempre – muy cariñoso con el guitarrista, especialmente en su éxito “For The Love Of God” (celulares filmadores arriba) y en “Fire Garden Suite IV – Taurus Bulba”, que fue la última canción de la noche y en la que Vai bajó a tocar entre las butacas.
Se le hizo muy difícil evitar que los fans lo encimaran. Inclusive, por momentos tuvo que dejar de tocar para abrazarlos. Es que Vai es el ejemplo vivo de que un guitar hero puede también ser humilde. Rock and Ball pudo observar, por ejemplo, cómo un fanático que se había contactado con él por medio de un mensaje virtual recibía una entrada de cortesía y lo definía ante el personal de prensa como un “santo”. Si eso no es generosidad, que cierren el Luna Park y pongan un shopping: no todo es virtuosismo en esta vida.
Hacia el final, el propio Vai se dirigió al público para decirles que su “único objetivo” era que la pasaran bien quienes lo fueron a observar. Objetivo cumplido: para quienes gusten de su música es un show recomendable, para quienes toquen la guitarra es obligatorio.
Fotos gentileza: Jimena Savelli
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