Primero que nada, perdón. Está nota será 100% autoreferencial. Entendiendo que pueden existir otras opiniones y que incluso lo que ocurrió en el Obelisco pudo haber sorprendido (para mal) a algunos, no será escrita con otra que con el corazón, aunque valiéndose de letras y palabras, para que todo se entienda.

Ayer, el Javier de 19 años que huyó despavorido de la muerte y el horror de Cromañón, cerró un ciclo. Hace años que le dejé de asistir a los shows de Pato y su banda, sé lo que hacen, sé cuando sacan discos y sé todo de ellos, pero ya no soy parte de su público activo. Pero Pato es una de las personas que más me conmovió, me conmueve y me conmoverá. Primero que nada, por sus letras, segundo por razones que no puedo explicar.

Cuando ayer lo vi subirse al escenario, nuestro escenario, el de los y las sobrevivientes de Cromañón que consideramos que lo que causó la tragedia fue un estado negligente y ausente y no “el show de bengalas” de Callejeros, se me aflojó todo. Pato y su nueva banda, tocaron cinco temas, apenas uno de Callejeros: “Rompiendo Espejos”. En esos dos minutos y algo que dura el tema, todo se cerró. El ciclo se cumplió. Pato volvía a cantar un 30 de diciembre, en CABA, en el escenario de los y las sobrevivientes, como uno más de nosotros, un sobreviviente más.

Pato, Dios y Pedi, parte de “Don Osvaldo”, tocando en vivo en el Obelisco.

Lo noté conmovido, lo noté nervioso, lo noté mirando con ojos incrédulos a la multitud que asistió al acto de “No Nos Cuenten Cromañón”. Desde el 30 de diciembre de 2021, 17 años después de la tragedia, ese escenario también se convirtió en el lugar de Patricio. Una presencia omnipresente todos los años, ahora se volvía corpórea, real, tangible. Estaba ahí.

Él y Dios, dos ex Callejeros, dos sobrevivientes, dos tipos que se comieron el garrón de ir a la cárcel víctimas (sí, víctimas) de una demonización sostenida y perversa, alentada por los medios carnívoros (y masivos) de comunicación que encontraron eco en una Opinión Pública floja de papeles, que es capaz de comer (y repetir el plato) de lo que se le pone adelante.

Una multitud asistió al mini-show que brindó “Don Osvaldo” sobre Diagonal Norte.

Fue imposible no llorar. Fue imposible no trazar un túnel espacio-tiempo con mi yo de hace 17 años atrás, el que estuvo en Cromañón y pudo salir para contarlo. Pudo salir para enamorarse, para casarse, para ser padre de Lucía y Helena. Pudo salir para, una tarde del 30 de diciembre, un jueves, como aquel infausto 2004, cerrar el círculo. Ayer sentí que Pato vino a saldar lo único que nos quedó debiendo desde aquel 30/12: la música, un recital, un show -que por más corto que fuera- empiece y termine. Ayer Callejeros, de alguna forma, terminó el show que había empezado y nunca terminado el jueves 30 de diciembre de 2004. 17 exactos años después, con la música como guía e hilo conductor, se cerró el ciclo.