El panorama previo al inicio es… desolador, triste. Pero no por culpa de la banda, está claro. Triste pensando en qué solía ser este tipo de encuentros y en qué se ha convertido producto de esta pandemia horrible. El panorama actual con protocolo dicta que el público, aún en un patio al aire libre, debe mantenerse distanciado, en grupos de dos personas apostadas en dos sillas conjuntas. Si fuera en un teatro, tendría sentido. Aquí, en plena Ciudad Konex, es surrealista.
Pero hay alicientes para la situación. El motivo de este extraño escenario -que pronto va a mutar- es la presentación en doble función de “El Último Abrazo Analógico”, la reciente placa de Todo Aparenta Normal, publicada en octubre del año pasado en plena pandemia (¡qué época para sacar un disco!).
Más allá de eso, el compromiso y plan de presentación no recula ni un poco: todas las composiciones por estrenar fueron interpretadas. Siete de ellas, al principio, de corrido (destacándose “Berlín”, tema con videoclip premiado). “Es un enorme honor, gracias por recibir estas canciones nuevas. Es lo mejor que podemos hacer en este momento”, saluda Nicolás Alfieri (voz y guitarras) luego del quinto tema. El diálogo con el público, hasta ese momento, había sido escaso.
Estos, por ahora, sólo pueden acompañar con algunas palmas y pisaditas en el suelo siguiendo el pulso mientras estén sentados. Si bien puede parecer algo estimulante en un principio (los músicos se escuchan mejor a sí mismos en el escenario, cosa que no siempre sucede), también puede resultar contraproducente: la “falta” de movimiento, de compañía, de coreo, de pogo (¡cómo se extraña el pogo!), el poder verle la cara y las reacciones a la audiencia puede influir en la performance. La comunicación entre artistas y público es un constante circuito en las presentaciones en vivo.
Sin embargo, el cuarteto no acusa el golpe: se los escucha seguros, firmes. No se escuchan errores obvios o gravísimos, ni siquiera confusiones. Suena cuando tiene que sonar, se silencia cuando hay que silenciar. Diez años no son en vano. En el medio, largos pasajes instrumentales funcionando como viajes musicales: hay una intención de llevar al oyente a sumergirse en ese mar de reverbs y guitarras sonando y hacerlo sentir una experiencia. A veces se pierde la letra en el medio de todo ello, pero puede ser simplemente por la ubicación de cada uno. Al no poder moverse la audiencia, su posibilidad de escuchar de diferentes ángulos, de diferentes maneras, queda muy acotada.
Pasado una vez el “compromiso” de la presentación, comienzan a revitalizarse los viejos tracks: “Traful”, “Jinete “(An Espil, voz invitada), “Sobre la Cicatriz” unido a “La Dicha de los Cobardes”. A estas alturas el recital está con todo y algunxs atrevidxs osan levantarse de sus sillas para saltar, bailar, mostrar banderas. Hay una escena muy emotiva donde muchachas de dos islas de sillas lejanas van cantándose a viva voz el mismo tema las unas a las otras. En cualquier otro contexto, eso sería un abrazo en medio del campo. Hoy, es un pequeño milagro. Pueden imaginarse las birras en cada mano.
Resta decir que, luego de “Agazapado“, suena la última perla que faltaba de la vibrante producción: “Vivir los Colores” cierra la quincena de canciones y este corto pero contundente recital de presentación -que, si bien no era el primero post-cuarentena para los chicos (antes, Festival Emergente), sí fue una necesaria performance para reencontrarse con su público exclusivo y darles lo mejor que tienen. Si cada uno forma su propia realidad, aquí los TAN lograron acoplar su propia normalidad a la de sus oyentes y lograr que todos pudieran disfrutar.
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