Quizás voy a romper todas las reglas sobre crónicas, coberturas y cuestiones similares. Justo es avisarlo, como para que el lector no se sorprenda por lo que está por venir. Esto ocurrió el viernes pasado: Miniaturas llenó The Roxy y sentí un poco qué también lo llene yo.
¿A qué viene la auto referencia? Primero que los 300 presentes, que consiguieron remar, nadar o flotar hasta el Roxy en medio de una tormenta importante fueron convidados por Tomas Grandinetti, el líder de la banda, a ser parte del show. No solo cantando, agitando y moviendo banderas -que lo hicieron- si no como parte de un colectivo.
En una idea filo comunista, Miniaturas somos todos. Eso emana de arriba del escenario hacia abajo. Eso rebota de abajo hacia arriba. Y por eso, el show durará lo que duran las cosas que uno tiene ganas de que duren para siempre: un suspiro. Los temas – 16 en total- transcurrieron con velocidad y fueron ejecutados de manera muy profesional por la banda de Bahiadela o Ciudablanca.
Ya se ha escrito en más de una oportunidad en esta misma web. miniaturas late por igual en el eje Ciudadela / Paternal y también en Bahía Blanca, donde vive el cantante. Y viven las coristas, Meli y Mora (que debutó en la banda en el marco de un “Roxy” con la misma soltura con la que hizo El Diablito Echeverri en el River de Demichelis).
Y también allá vive la famosa Debo, una todoterreno que cruza los casi 700 kilómetros que separan Bahía de Buenos Aires como si tuviera alguna responsabilidad más que la de ofrecer su corazón en cada show. Y con eso basta. Y con eso sobra.
Pero me estoy poniendo personal y está bien que así sea. Porque Miniaturas es una banda, pero para mí también es una banda, un montón, una bocha de afecto. Porque son los pibes – algunos- con los que compartimos anécdotas, vivencias, descubrimientos, atardeceres y amaneceres en el Julio Cortázar (incluso, ahí estuvieron Vani, Ross y Nati, también habitantes de esas aulas).
Los otros, son nuevos compañeros de ruta, que a veces eran amigos antes de ser Miniaturas y en otras veces fueron Miniaturas antes de ser amigos. Entonces, acá estoy poniendo el corazón. Y eso, amigo mío, en los tiempos que corren, es todo un riesgo. Y si se me permite ser egocéntrico, un gran rasgo de valentía.
Miniaturas tiene 9 años de vida, en esos 9 años ya alcanzó diversos hitos y el del sábado pasado fue uno de los más importantes. Compusieron temas, discos, maquetas. Ensayaron, practicaron, la pifiaron. Se pelearon entre cuatro paredes, en un zoom cargado o cara a cara, porque eso hacen las bandas, pero, fundamentalmente eso hacen -hacemos, qué va- los amigos.
En el camino se toparon con gente. Se toparon, por ejemplo, con el Gordo de estudio del Parral, Ariel. Un tipo buenazo, y solidario para compartir sus conocimientos, sus retos, y sus virtudes. Uno de los que el puto COVID se llevó de la tierra.
Más tarde apareció el Panda (A.k.a Claudio Rostein), otro bahiense de ley que vino a reforzar el equipo y se sucedieron los discos, y cruzaron los mensajes, y volaron los WhatsApp y el Drive funcionó sin descanso. Y nacieron los temas de los últimos dos discos de la banda. Y mutó el sonido, y creció la banda. Y creció el corazón. Así llegaron las distintas grabaciones, así se fue formando la banda (y la ronda).
Pero no solo Miniaturas llenó el Roxy. También llenaron el Roxy esos pibes que empezaron siendo solo un “milagrito roto” en alguna sala de ensayo de Flores, Paternal, Ciudadela o donde sea. Esos que soñaban con el agite, con llenar lugares y lo lograron una vez que aprendieron a disfrutar el camino, salga como salga. Una vez que dejaron de preocuparse porque pase y se dedicaron a relajarse con el proceso para llegar a que eso pase. Parece fácil, parece simplón, pero aplica a varias cosas de la vida.
Esos pibes que armaron una fecha en 6 horas cuando se cayó un lugar en Ciudadela y hubo que armar todo en tiempo récord en un club -fui testigo eh-. Esos pibes que debutaron en una biblioteca de Villa Pueyrredón hace ya una parva de años. Que tocaron en un “Tolkien Pub”, ahí en la avenida Jujuy, en un lugar de esos sucuchos que albergan los acoples y los sueños del Under.
Yo presencié su primer ensayo hace casi 20 años atrás, en una sala de Flores, tocando covers de Los Piojos, La Renga y Los Redondos. Recuerdo que salimos del colegio, recuerdo que caminamos a la sala de Ensayo, ahí, en cerca de Nazca y Jonte, a pocas cuadras de dónde hoy esta la que era la casa de uno y hoy es la sala de ensayo de todos.
De esos ensayos robados a horas de estudio a este Roxy lleno pasó la vida. Pasaron parejas, pasaron amigos, pasaron otros proyectos. Llegaron los hijos, llegaron los kilómetros, llegaron los bahienses. Se quedó el amor, se quedó el sueño, se quedó la música.
La historia de Miniaturas sin toda aquella historia sería un inentendible. Porque Fede, el último integrante en sumarse con la acústica, estuvo un montón de veces entre el público, por ejemplo. Por qué Miniaturas es familia, es amigos, es música, es exilio, tango y calle…
Es la vida que vivimos y la que estamos viviendo. Es los recuerdos de la adolescencia y el presente de esta adultez que empezamos a transitar. Es, con suerte, lo que nos queda del camino.
Miniaturas llenó un Roxy. Llenamos todos un Roxy. Nuestra historia de vida y amistad llenó un Roxy. No sé qué sigue por delante, pero hay mucho por venir. Con los de allá, con los de acá. Con Tom, Guille, Gonza, Piris, Fede, el capitán Stanley, Gombi en las teclas, con Meli, Jaz, Mora, con el Panda, con el recuerdo del Gordo, con los pibes de Falsa, los de las bandas de Bahía que no podría nombrar a todas.
Con la escena de acá, que a veces es tan pero tan hija de puta que te expulsa, con la escena de allá, que siempre abrió los brazos y le dio a Miniaturas y a todo el que iba con ellos, la doble ciudadanía, en forma de una birra tibia, un fernet espumoso, un alojamiento post show o indicaciones de cómo ir de acá para allá.
Con los que siempre estuvieron y los que se asoman a ver de qué se trata todo esto. A esos les quiero decir: Vayan. Vean por ustedes mismos lo que el amor de un grupo de amigos puede lograr sí se lo propone.
¿El show? No, no les voy a decir nada del show. Si quieren saber de qué se trató en lo musical lo que pasó en el Roxy, vayan al próximo. No se van a arrepentir, créanme. Yo invito.
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